uno.

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Omnisciente

— Entonces, la exposición de sus prendas sería el próximo viernes, sin falta. Las únicas justificaciones que acepto son con certificado médico o notificadas por el director, el resto no tendrá posibilidad de hacer proyección de sus trabajos en otro momento.

Las palabras claras del profesor de diseño taladraron con notorio cansancio las caras de los jóvenes y no tan jóvenes. El hombre ojeó el reloj en su muñeca, terminando de guardar en su bolso el libro dónde tenía la planilla con las notas de los alumnos.

— Nos vemos hasta entonces.

Sonó tan seco y burlesco al mismo tiempo, jodiendo a Mitsuya en gran medida.

Estaba a un paso de acabar su carrera como Diseñador de modas, llegando más de mitad de año cumpliendo con los pedidos que les hacían los clientes del local, y entregando a la perfección los trabajos. Al mismo tiempo trabajaba medio día en el restaurante de sus amigos y hacía pasantías en el local de ropa recomendado por una conocida.

No mentiría, era una reverenda mierda no tener tiempo de nada, y cuando lo tenía, sin importar que sea el más mínimo; lo pasaba con ese chico alto de largos cabellos color índigo y una sonrisa de cristal.

Salió sin ganas con la mochila colgándole del  hombro. Su cara denotaba el sueño del que escaseaba y sus labios agrietados mostraban los signos de ansiedad y estrés poco controlado que tenía.

Sentía que todos a su alrededor eran una molestia en ese instante. Tendría que salir de la universidad e ir directo a su pasantía, para después tomar el turno libre en el restaurante de los Kawata.

Llegaría tarde porque pasaba a buscar las telas para su trabajo, pero los gemelos lo entendían y le daban la libertad de retrasarse unos minutos de más.

Las voces sonaban bajas en sus sordos oídos que escuchaban sus propios pensamientos, todas, menos la de ese rayito de luna que caminaba con ánimos hacía él.

Hakkai alzaba su mano animadamente saludándolo. Una sonrisa relucía en su cara de modelo, dando de vez en cuando saltitos para llegar con su querido Taka-chan.

Mitsuya amaba a Hakkai en toda la palabra, pero, en un intento de justificar sus próximos actos, por culpa de haber dormido dos horas en la noche anterior y no haber recobrado fuerzas al no ingerir nada en todo el rato desde que despertó; tenía su humor por debajo de los suelos y nublado de espesas nubes color gris oscuro, lo ignoró.

Sí, Mitsuya estaba molesto. No con el Shiba menor, sino con la vida en general.

— ¡Taka-chan!, ¡Almorcemos juntos!— una vez frente al más bajo, dejó su sonrisa habitual mirándole con cariño inmenso en su mirada añil.

Siempre que pudiera estar con Takashi, él sería feliz. Haber ingresado en la misma universidad que el mayor, e incluso seleccionar una carrera similar a la de éste, le hacía sentir más unido a él.

Después de todo, su sueño siempre fue modelar las hermosísimas prendas de su Taka-chan.

Hundido en la euforia, no notó el ceño fruncido del contrario. Quién pasó de él sin siquiera mirarlo.

Prefería ignorar a Hakkai antes que hablarle mal, por su mal humor.

Sin embargo, Hakkai quería recibir al menos una palabra del mayor. Siguiéndolo a la salida con su mirada curiosa y preocupada. No pasó por alto las ojeras de Mitsuya, mucho menos la palidez de su piel.

silencio || MitsuKai.Where stories live. Discover now