El Recuerdo

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Tres semanas.

Se podría decir que el vació en su cuerpo y alma lo seguían atormentando. Había pasado esos últimos días intentando vaciar su mente. Paseaba por todas partes de su habitación, con su mente hablándole a mil por hora. Se sentaba y pensaba. Se acostaba y lloraba. Nada que hiciese podría sacar la imagen de los ojos azules en su mente. Todo había quedado en el recuerdo; pero este lo atormentaba constantemente.

Había vuelto a trabajar, por lo que parte del mediodía se lo pasaba afuera. No solía probar mucho el bocado, por lo que no iba al supermercado. Sus padres venían seguido, y de vez en cuando le traían compras. Siempre intento mostrarse bien para ellos, pero la mueca triste y el poco brillo que tenían sus ojos lo delataban. Siempre que iban a acomodar todo a sus respectivos estantes, estos estaban llenos con las anteriores. Indicación de que el menor no tocaba la comida.

Se preocupaban, realmente lo hacían. Harry veía la mirada que intercambiaban, o escuchaba las pequeñas conversaciones que tenían. Pero cuando sacaban el tema, el menor les gritaba que se fueran de la casa; les cerraba la puerta y volvía a llorar a su habitación. De nuevo con la mente martillándolo.

Se quería recuperar, volver a ser el mismo de antes, pero todavía intentaba encontrar a ese chico. Siempre que se proponía levantarse a cocinar, o salir a caminar: ahí estaba su chico. Persiguiéndolo como una sombra. Una sombra que no se sentía familiar, ni menos cercana.

Había momentos en los que solo se acostaba en el suelo de su nuevo departamento, que había adquirido como regalo de cumpleaños, y miraba el techo. La luz de la luna se filtraba por el ventanal, recordándole, a su mente, otra forma de lastimarlo.

Él lo veía así. Su mente lo auto carcomía con sobre pensamientos sin sentidos −pero él le encontraba un sentido.


Estaba tirado en la alfombra, al lado del sofá, detallando mentalmente el rostro del chico que alguna vez le perteneció, cuando de repente se vio a él hace algunas semanas, acostado en la cabaña con un castaño a su lado que le prometía y juraba amor eterno, haciéndolo suyo bajo la luz de la luna y el fuego de la fogata mezclado con el de sus cuerpos.

Eran repentinos recuerdos que le causaban muchas emociones juntas; haciéndolo querer hundirse en una tina de agua y aguantar la respiración hasta que esta sea nula.

El tiempo volaba como si estuviera paralizado en el. Su mundo se había vuelto un bucle. Su día se repetía una y otra vez. Las horas pasaban y oscurecía. Las horas pasaban y volvía a salir el sol. El insomnio lo atrapaba cada día mas seguido. Se veía en un mundo de recuerdos, ahogándolo estos mismos.

Las pequeñas cosas que se habían quedado en el departamento del castaño , fueron devueltas por correo. La bufanda de aquella primera semana solo se la permitió recordar, porque no estaba en las cajas que le habían llegado. Le gustaba pensar que se la quedó para recordarlo.

Y ahí estaba de nuevo, cuando lo amaba tanto. Justo antes de que lo sacara de su vida como una simple remera que se canso de usar. Enterrándola en el fondo de su armario, junto con otras prendas de ropa.

Con el viento en su pelo.

Justo ahí, en la planta baja.

Era especial, el lo sabía, él sabía que el mayor lo recordaba todo muy bien.

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"Nada mas que el tiempo arregla las cosas" Y fue con el tiempo que el rizado empezó a comprender la situación. Le llevo meses terminar de atar los cabos sueltos en su mente. Lo recordaría siempre, todo y cada momento con, el que alguna vez, fue el amor de su vida. Tendría los lindos momentos pero también tendría los malos. Al fin podría comprenderlo. Se quedaba satisfecho sabiendo que el recordarse era mutuo.

Nada fue fácil a lo largo de la sanación. Se permitió revivir cada momento una y otra vez, se permitió llorar lo que necesitara para dejar atrás, pero pudo comprenderlo al final.

Louis podrá seguir creciendo, pero sus amantes siempre tendrán mi edad.

Tal vez ese Harry no estaba completo, ya que gran parte de su alma se había ido esos dos meses con el chico. Pero, podía mantenerse de pie; y eso le fue suficiente para ir recuperándose pieza por pieza: como un rompecabezas, tardabas en armarlo.

Por eso, en el transcurso de esos últimos meses, le había dedicado una oportunidad a la escritura. Detallando momentos que había vivido con un castaño de ojos azules. Escribiéndolo como una historia narrada desde su perspectiva de vulnerabilidad.

Y algún día quería ser lo suficientemente valiente para publicarla. Esperaba hacerlo realmente.

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All Too Well  » l.s.Where stories live. Discover now