🌆; 𝘗𝘳𝘰𝘭𝘰𝘨𝘶𝘦.

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0: Mi juego.

Jeon.

Con una noche de juegos de azar es suficiente para liberar el estrés semanal.

Tenía un cometido fácil, por así decirlo. Si es que era fácil para cualquiera ligar tan rápido como yo.

Miré directamente a los ojos a una delgada chica de cabellos azabaches del otro lado de la mesa. Iba acompañada pero poco me importaba eso. Después de verme simplemente olvidaría hasta los planes de su boda, si era que tenía.

No alardeo, en serio. Después de todo hasta yo podría enamorarme de mí.

La joven de piel morena me devolvió la mirada. Más que con lujuria me miró con desdén, por encima del hombro. Ella parecía cansada, peor con esperanzas de que su pareja ganara.

Pero no, la casa nunca pierde, y este no será el caso.

—Jugaré —dicté, haciendo que todos mis trabajadores mirasen inquietos a los jugadores actuales. Ellos ya sabían de mi talento natural para ganar—, pero jugaré solo con él —señalé al novio de la chica de pelo negro, que me miraba con, ahora, ansiedad.

Yo sostuve una media sonrisa adelantándome a la presencia del joven. Era guapo, lo admito, pero no era yo, así que no debía suponer algo difícil robarle la atención de la azabache.

—Sí, señor —el crupier bajó la cabeza y dejó de repartir cartas—. Por favor, el señor Jeon solicita que se marchen, exceptuando al joven Kang.

Los imbéciles que estaba a punto de protestar callaron su boca cuando simplemente tomé mi arma de bolsillo y la puse sobre la mesa de póker.

—Están hablando con el dueño del local —espeté—, si no les gustan mis reglas estaría realmente gustoso de que se vayan a la mierda, en otro tema, no doy reembolsos, gracias.

Y sin más aparté a uno de los extranjeros y me senté al otro lado de la mesa. Frente a la chica acompañante del que se hacía llamar Kang. Aún con mi arma en mano hice señas al crupier para que mezclara nuevamente las cartas.

La chica me miraba estupefacta, como si no hubiera visto un arma en su vida, o por la forma que intimé más nuestro juego, no, perdón… mi juego.

—No creo que esto sea legal, amor —dijo ella con la voz temblorosa, me provocaba prepararle una margarita a ver si olvidaba sus nervios pero, en fin, a lo que íbamos.

Lo quería hacer apostar todo hasta que no le preteneciera ni su vida misma. Gracias a mi buen ojo pude darme cuenta de que solamente había estado perdiendo desde que llegó.

—¿Aceptas mi reto? —arqueé una ceja— Pero de una vez te advierto que yo juego en grande —chasqueé los dedos y uno de mis repartidores me entregó una bandeja llena de fichas que acumulaban exactamente todo lo que había ganado en todo el día. Llevaba una jornada laboral jugando y no llevaba una sola pérdida, como ya dije apuesto en grande, por lo que tenía lo equivalente a un millón de dólares en wones—. Esta es mi oferta, un millón.

Kang abrió los ojos de par en par, como si quisiera decirme con su gesto: ¡¿Tanto dinero?!

—E… está bien, —miró a la chica intensamente y yo quería morir de tanta pena ajena, no quería ni recordar que era estar enamorado. Aunque había sentido un flechazo instantáneo con la apariencia de su acompañante— ganaré por ti.

Ella rodó los ojos, parecía que ya había vivido esto más de una vez, entonces me miró como rogándome y formuló un par de palabras.

—Termina con esto ya, por favor —sonreí de lado al leer sus labios.

—¿Qué tienes tú para igualarme? —él miró varias veces a su novia y luego en dirección a sus manos, donde llevaba un par de llaves. Las de su casa, supongo.

—No puedo apostar la casa que es la que más se acerca así que… —meditó varios segundos— perdona, amor.

—¿De qué hablas?

—La apuesto a ella —se quitó el anillo de compromiso del dedo anular y lo puso encima de la mesa.

—¡¿Pero de qué cojones hablas, Kang?! —ella lo abofeteó.

Me resultaba excitante pensar en ella abofeteandome y lo que pasaría después.

—Te prometo que esta vez ganaré, Eun Ji.

Ella no tuvo más remedio que confiar en él.
Y echar a correr hacia afuera del local.

—El señor Jeon gana —anunció el crupier, declarándome victorioso por tercera vez.

Kang ya había perdido a su novia, su auto y su casa, pero a mí solo me interesaba lo primero.

—Aún no entiendo cómo puedes ser una persona tan miserable y apostar así solo por un vicio —escupí sus verdades en la cara.

Ignorando lo abatido que estaba, tomé mi chaqueta de cuero negro y la puse sobre mis hombros. En el camino a la salida logré tomar un vaso de vodka.

En la acera, agachada y llorando estaba mi nueva adquisición.

—Preciosa, las mujeres no lloran.

Ella, para mi sorpresa, alzó la cabeza y solamente una lágrima salió de uno de sus ojos, no lloraba a mares como pensé que lo haría pero tampoco era confortante.

—Gracias. ¿Pero cómo reaccionarias tú si tu prometido te entregase de esa manera a cualquier extraño? —me agaché, quedando a su altura y alcé su mentón para que me mirara a los ojos.

—Claramente me alegraría de haberme deshecho de ese pedazo de mierda —le confesé—. Vamos —volví a ponerme de pie y le tendí la mano—, nos esperan, Eun Ji.

Claramente su bello nombre no saldría de mi mente a partir de hoy.

Ella no asintió, pero tampoco rechistó. Simplemente tomó mi mano y asintió.

—Por un pedazo de mierda no se llora; buena esa, Jeon —sonrió aún con la lágrima en su mejilla y se quitó su anillo, tirándolo a la acera.

Aproveché ese momento para limpiarle con mi mano diestra su mejilla húmeda.

—Aunque… no sé si pueda confiar en ti —admitió.

Yo sonreí.

—Mira allá adentro.

Eun Ji dirigió su mirada al local y atrás vez de los cristales divisó a su ex prometido, regocijandose en el millon de dólares que le había dejado de propina.

—Arriesgate, pero que te quede clara una cosa: las apuestas son apuestas, y tú ahora eres una. Yo te gané y me perteneces.

—Maldito seas.

A las apuestas; j.jk ✔Where stories live. Discover now