Epílogo

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"El futuro está almacenado en el pasado".

Walter Riso







Sentada en la banquita del parque, bajo un sol inclemente, Hanji tomaba su jugo de naranja embotellado. Tenía la mano húmeda por el envase que destilaba agua. Llevaba un considerable tiempo allí, en ese lugar, recapitulando su vida y la de su familia. Aquel era el parque donde solía llevar a Levi después de la escuela, y luego a Martín. Ahora sus hijos ya no precisaban del parque, naturalmente, Levi ya era un adulto joven, universitario; Martín todavía estaba en la escuela, pero prefería los videojuegos a la caja de arena y los juegos mecánicos.

Al frente suyo, la caja de arena lucía deteriorada, sin mantenimiento alguno. Seguramente ahora experimentaba un vestigio del pasado, aquel que se quedó solo estático en su memoria: su Levi jugando hasta cuando se cansara, así a veces quería recordarlo.

No hacía más de tres años que Hanji empezó una investigación secreta, que ni siquiera a su compañero de vida se lo había comentado. Siendo que a Erwin sobre seguro le encantaría escucharla, había razones extrañas para no hacerlo: un tema al cual se introdujo de forma natural. Recordaba que era enero y su compañera de trabajo comentaba que su hija menor solía tener pesadillas con un mundo de seres gigantes que comían humanos. Hanji se sintió extraña, lo recordaba con precisión, esa sensación de lejanía y vértigo que al final no supo precisar con objetividad a qué se debía. Luego recayó en Martín y sus pesadillas infundadas por Levi. Trató de hacerle entender a su compañera que seguramente alguien estaría contándole historias de ese tipo a su hija.

Pasaron los días, la compañera volvió a conversar con ella, quizá movida por la confianza que le había dado, le contó con algo de inquietud las historias que su hija le decía, básicamente escenarios muy similares a los que algún día Levi y Martín describieron de pequeños. Después de aquello se suscitaron recurrentes encuentros para hablar sobre el tema, mas bien, su compañera buscaba desahogar sus temores, decía que no sabía qué hacer para que su hija pare de tener pesadillas.

Según la mujer, no querían recurrir a la medicina para hacerla dormir, sin embargo, en vista de que la niña amanecía despierta, y no hacía efecto alguno las demás recomendaciones, optaron por medicarla para que pueda dormir. Hanji no sabía cómo ayudarla, mas que escuchándola. Unos meses más tarde aquella compañera renunció al trabajo, después poco a nada supo de ella.

Aquel caso la había tenido mucho tiempo pensando, casi estaba copando todos sus pensamientos, y es que la idea era intrusiva: ¿Cómo podría parecerse tanto al caso de sus hijos? Ni siquiera estaban vinculados por algún sitio. Todo aquello se lo calló, no quería que en su hogar se revivieran escenarios antiguos, aunque solo fuera una conversación.

Como fuera, al año que transcurrió conoció dos casos más, siendo que no buscó nada y tampoco quiso adentrarse, solo escuchó todo lo que podrían decirle sobre aquellos dos niños que hablaban con precisión de ese tormentoso —incluso ya para ella—mundo de gigantes o titanes, como se los conocía en la historia.

No sabía por qué estaba desarrollando una habilidad (quería creer) para encontrar casos similares. Así contó diez casos con patrones similares durante los últimos años. La idea la había obsesionado de forma poco sana, llegando a internarse en el estudio de la reencarnación.

«¿Me creerías si te digo que ya te conocía, que te conocí en otra vida?» El recuerdo de una de las preguntas más inusuales de Levi antes de que perdiera la memoria. «¿Me creerías si te digo que ya te conocía, que te conocí en otra vida?» pasaba horas despierta con aquella en la cabeza. En el presente no podía sentarse a conversar con Levi para que le explicara a qué se refería.

Hanji echó un largo resoplido y se levantó, caminó con bastante parsimonia hasta su hogar. Cada detalle de vida que iba percibiendo era digno de ser analizado, como las hormigas alrededor de ese caramelo en el suelo, o los gusanos en el cuerpo de una paloma muerta. Intentó cubrirse el rostro de la luz del sol con el antebrazo, miró hacia el cielo, tan amplio y magno, al igual que el sol y los demás satélites naturales.

Se secó el sudor de la frente.

¿Cómo podría saber sobre el pasado? Mas bien, ¿para qué querría hacerlo?

Demoró el doble de tiempo en el trayecto a casa, quería seguir pensando sin ser interrumpida. Llegó y a quien vio primero, fue a Levi, él llegaba a pie en dirección contraria a ella, llevaba la mochila en el hombre y una bebida en la mano. Él la miró de reojo y se adelantó a abrir la puerta. Veía sus ojos serios, su voz llamándola con insistencia. «¿Me creerías si te digo que ya te conocía, que te conocí en otra vida?». Entrecerró los ojos y se frotó la cabeza. «¿Me creerías si te digo que ya te conocía, que te conocí en otra vida?». Escuchaba a Levi, él le hablaba.

—Estoy bien, estoy bien... —murmuró para tranquilizarlo.

Levi se mostró poco convencido, por lo cual la revisó.

—Seguro has estado caminando mucho tiempo en el sol —afirmó él, tocándole el rostro totalmente tibio—. Preparé limonadas.

Dicho eso, él se adelantó a la cocina.

«Si es cierto que me conociste en otra vida —pensó Hanji volviendo a frotarse la cabeza— ¿cómo fue eso?. No. Debo estar enloqueciendo». Levi volvió a ella unos minutos después con un vaso alto de cristal con limonada.

Ella lo observó ir y venir por allí, no sabía qué buscaba. Pasó mucho tiempo mirándole la cara, se le hacía extraño, como si nunca antes lo hubiera visto. Se tomó la limonada. Levi encontró la botella de jugo artificial que solía tomar y la regañó.

Solo respondió con una risa a sus reproches de hijo, siempre era lo mismo. Lo llamó a sentarse a su lado, en el mueble. Levi creía que actuaba extraña, lo veía en su mirada.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que estás embarazada?

Ella le acomodó los cabellos del rostro.

—¿Tanto quieres otro hermanito, Levi?

Él respondió con negación.

—Suficiente es con el mocoso ese —se refería a Martín—da mucho trabajo.

Aunque no lo admitiera, Hanji podía saber cuánto Levi amaba a su hermano menor.

—Oye, Levi —empezó ella, dejando el vaso en la mesa de centro—¿crees que existe la reencarnación?

Levi reparó en ella algunos segundos, enarcó la ceja y se volvió hacia el frente.

—¿Qué hay con eso?

—Digamos que tengo curiosidad...

Ambos se miraban con un dejo de interrogación. Después de unos instantes, Levi rompió el silencio con un resoplido.

—Pues... no sé.

No dijo más y se levantó, dejándola sola en allí. Lo conocía tan bien como para saber que Levi no estaba interesado en hablar del tema. ¿Sería lo mismo si no hubiera perdido la memoria? Ciertamente, concluyó Hanji, había entretejidos que ella no podía develar, porque ya no quería.

Al final, ¿a qué se debía el fenómeno de los titanes? Eso tan presenta en la memoria de, al parecer, algunas personas. Lo más seguro fuera que esa noche tampoco podría dormir pensando, a pesar de haber establecido de que ya no lo haría.







28/01/2023

𝔄 𝔱𝔦, 1000 𝔞ñ𝔬𝔰 𝔡𝔢𝔰𝔭𝔲é𝔰 |Finalizada|Where stories live. Discover now