32: El Plan Fénix

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La lóbrega llanura ya no era de pasto verde, ahora un sinfín de cadáveres se extendía como alfombras y demacraban la imagen de la que había sido una alegre aldea campesina

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La lóbrega llanura ya no era de pasto verde, ahora un sinfín de cadáveres se extendía como alfombras y demacraban la imagen de la que había sido una alegre aldea campesina. 

El suelo estaba cubierto por una multitud de cuerpos, retorcidos y desfigurados de una manera macabra y grotesca. Los restos de hombres, mujeres y niños yacían desperdigados por doquier, algunos con las extremidades arrancadas, otros con los ojos vacíos y la boca abierta en un gesto de eterno horror. La sangre coagulada se mezclaba con la tierra oscura, creando un macabro tapiz que crujía bajo los pies al avanzar.

El silencio sepulcral que reinaba en la llanura era perturbador, roto únicamente por el suave susurro del viento que arrastraba consigo el aroma nauseabundo de la muerte. Los cuervos revoloteaban en el cielo gris, acechando los cuerpos sin vida con voracidad, mientras los carroñeros se agolpaban en torno a las podredumbres, devorando sin remordimiento la carne podrida de los difuntos.

El paisaje era desolador, un escenario de pesadilla que parecía arrancado de los más oscuros sueños. Las sombras se alargaban sobre los cadáveres como garras aún en busca de presas, mientras que la luna llena brillaba en lo alto, iluminando con su fría luz el desolado campo de batalla.

Sobre una roca y contemplando el funesto mar de muerte se encontraba Orion. Sus ojos color carmín estaban cerrados y le daban a su rostro una inexpresiva emoción. El batir de sus alas ocasionaba que el aire silbara a su alrededor y su largo cabello negro ondeara. Se sintió pequeño e insignificante, un intruso en un lugar donde la vida había sido arrebatada de forma brutal y despiadada.

A su lado, Valdis sostenía una espada y tenía el mismo rostro que el otro. Una mirada vacía lo llenaba y no sentía la más mínima emoción por lo que había hecho.

Anarchy no era la excepción. Sus ojos habían perdido gran parte de su tonalidad guinda y ahora se veían más oscuros. Inhaló profundo y después exhaló, tirándose de golpe en la tierra y mirando al cielo.

Sus labios entreabiertos dejaban escapar un suspiro de asombro al presenciar el fugaz destello de luz que parecía caer desde lo más alto. Sus manos, delicadas y finas, se aferraban al suave césped con fuerza, como si temiera que en cualquier momento aquella estrella fugaz se desvaneciera de su vista. Sus ojos reflejaban una mezcla de melancolía y admiración por la belleza efímera que tenía ante sí.

—No lo entiendo —murmuró el rubio—. Vivimos por nuestro Rey, matamos en su nombre y únicamente le obedecemos a él. Entonces, ¿por qué nos sentimos así?

Anarchy se refería al sentimiento que estaban experimentando los Cuatro Acólitos. Sentían un ansia de libertad, de verse con sus corazones y huir, huir lejos, volar alto, volar libres.

Los Ocho Valientes [Padamore 1]Where stories live. Discover now