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¿Cuándo podremos comer? ―se quejó Malia. ―Ya tengo hambre.

―Sí, yo también. ―dijo Erica, y junto a Lydia, miraron de reojo a Meissa.

―Podríamos hacerlo después de este capítulo. ―sugirió Minerva.

―¡Genial! ―sonrió Meissa. ―Porque ya me están dando ganas de ir al baño.

La pantalla se iluminó una vez más.

Capítulo 3: El hombre del autobús.

Peter carraspeó, se alegraba que el hombre haya sufrido antes de morir.

Scott no parecía estar de acuerdo con sus pensamientos.

El frío hacía que mis huesos dolieran, las ramas bajo mis pies me causaban heridas. Sin embargo, yo seguí caminando, sentía que el bosque me llamaba, quería que me adentrara lo más lejos posible de Beacon, para no dañar a la pequeña población.

Los murmullos llegaban a mis oídos, esto me volvería loca, quería comenzar con los entrenamientos de una buena vez, no quería estar toda una vida sintiendo la muerte cada cinco minutos.

Bellatrix hizo una mueca. Si bien, ayudó a su ahijada con esos entrenamientos, no fue suficiente, ella no era una banshee, y agradecía la existencia de Meredith quién fue su otra entrenadora dentro de la casa Eichen.

No quería tener que vivir con la preocupación de lastimar a la gente a mi alrededor por mis gritos de banshee. Odiaba la sensación de vulnerabilidad, me sentía inútil, sentía un dolor en la garganta al no querer soltar el grito que pronto predeciría la muerte de algún pobre infeliz en el pueblo.

Las rodillas me dolieron cuando caí sobre las pequeñas piedras del bosque, mis manos se dirigieron a mis orejas para acallar aquellos murmullos y lamentos.

Y entonces... grité.

Grité tan fuerte que mi garganta ardió, grité, sintiendo como la muerte se aproximaba y venía a atormentarme. Grité, causando que los animales a mi alrededor huyeran despavoridos, pero algunos no tuvieron la suerte de huir.

𝙼𝚎𝚒𝚜𝚜𝚊 // 𝚆𝚃𝙼Where stories live. Discover now