Time for play SUCKER

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La tensión era palpable en el campo de fútbol. Todos los ojos iban y venían de un lado al otro, siguiendo el balón y casi al instante iban hacia el marcador que estaba en contra de nosotros. Tenía que quitarle la bola a ese idiota de azul. Tenía que recuperarlo a cualquier costo. La brisa fría soplaba, pero mi cuerpo ardía con la pasión por ganar.

De repente, sentí un empujón y caí al suelo, Cuando me levanté vi aquella playera roja manchada con tierra y sudor, ese número 11 despintado, y vi sus medias azules; de nuevo Alan la había cagado. La angustia me invadió mientras veía cómo el público se levantaba con emoción al ver que el equipo rival marcaba otro gol y el partido terminaba.

—Alonso lo siento, sabes que no fue apropósito, quería quitarle el balón —me dijo, mientras entrábamos al auto de su papá para que nos llevara a mi casa. Juro que si no estuvieran sus papás le hubiera cerrado la boca de un golpe.

—Ahora no —le dije en un tono bastante seco, si seguía con todo ello la sangre me iba a arder más que la cortada que me había hecho debajo de la rodilla, y todo por el tacón de chico que me tackleo al inicio del partido.

Alan insistió en disculparse y yo solo lo ignoraba y miraba a la ventana. Por momentos me jalaba un poco de la camisa, pero no volteé ni una sola vez. Ya me tenía un poco harto de la misma mierda. Su padre nos dejó y entramos a la casa con nuestros uniformes bañados en tierra, mi balón y un enojo de los que casi diario tenía por culpa del chico de cabello negro que subía las escaleras por detrás de mí.

Subimos a mi cuarto y me senté en el sofá blanco que tenía al lado del closet. Agradecí que mis papás aún no estuvieran en casa, no quería que me preguntaran como me había ido en la semifinal por la que tanto había entrenado, y decirles que por culpa del mismo tonto de siempre habíamos perdido.

—Es que no puedo creer que nos ganaran, fueron cuatro a cero. No puede ser —le dije por fin eliminando el silencio, estaba furioso con él.

—Sabes que no fue culpa mía, con ese último gol aún hubiésemos perdido también.

—Cállate. Debiste entrenar más.

—Sabes que tenia cosas que hacer —soltó tratando de sonar igual de frío que yo, pero esa fachada nunca le había quedado bien, para remarcar su pose, arrojó su bolsa de deportes hacia el suelo.

—No me trates de hacer reír, que no estoy de humor —estaba aún bastante enojado y Alan estaba solo echando más tierra, yo sabía perfectamente sus horarios, en que mataba el tiempo, y por eso me enojaba aún más que pusiera esas excusas baratas—. Las únicas cosas que tienes que hacer es ir a los entrenamientos, fingir que acomodas libros en la biblioteca de la escuela para terminar con el castigo de tu madre, y joderme con tus excusas tontas —le aventé el balón con fuerza.

—Tú cállate —atrapó el balón en sus manos y me lo arrojó con fuerza—. Tú no metiste ni un gol.

—Ni tú, pendejo— le dije aventándole otra vez el balón, pero esta vez no lo atrapó y cayó detrás del sofá. Alan ya estaba sentado alado de mí y volteó para tratar de tomar el balón.

Jalé la camisa de Alan y lo atraje hacia mí, tenía el uniforme muy pegado a su pecho por el sudor que aún corría desde su cuello hasta su torso. Lo besé y él respondió de inmediato, su mano era extrañamente suave, las mías siempre estaban resecas y rasposas por tanto entrenamiento. Me acariciaba la mejilla mientras nuestros labios se fundían en un beso apasionado. La tensión entre nosotros había cambiado de forma; esa furia que estaba conteniendo desde el medio tiempo del partido se transformó en unas ganas incontrolables de hacerlo mío ahí mismo, en ese sofá blanco y viejo que había tenido por años. No había más palabras, no había más silbatos ni marcas blancas en el césped, solo quedaba el calor de nuestros cuerpos entrelazados. Con sus suaves manos me sujetó el rostro para no separarnos. Nuestros labios jugaban casi tanto como mi lengua con la suya, su respiración la sentía y era sensacional. Su mano bajó hacia mi abdomen que la camisa y mi bufanda tapaban, pero él de igual forma acariciaba a la vez que yo tocaba su cálida pierna.

Time for play SUCKERWhere stories live. Discover now