Situación embarazosa

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Al menos había dormido bien y no como la noche anterior, en el suelo. El sofá era lo más cómodo que Will había probado nunca, en casa de padre no tenían más que una funda llena de paja que hacía a la vez de colchón. Ciertamente tras un duro día de trabajo Will no tardaba nada en quedarse dormido, con lo que era algo en lo que no había pensado nunca, hasta ahora.

- Joven, mi amo le espera en la cocina – le dice Chiyoh al asomarse.

¿Qué hora debe ser? El sol todavía no ilumina la instancia, empieza a asomarse a lo lejos, lentamente.

Will se lleva la mano a la boca tapando un bostezo, se pone de pie y sigue a la sirvienta hasta la cocina, donde Hannibal desayuna.

- Buenos días, señor.

- Aquí madrugamos. Hoy empieza tu jornada laboral, como bien sabes vas a trabajar para mí lo que te quede de vida.

- Lo que me...

- Esta será tu casa a partir de ahora, ese era el trato. Volviste e hiciste tu elección. No hay marcha atrás.

Cuando Will se fue junto con Winston en plena noche, sabía que no llegaría muy lejos con el frío y el temporal. Además su caballo todavía cojeaba. Se arriesgó, arriesgando a su vez la vida de ambos No volver a ver a su padre, perder su libertad, era algo inconcebible para el joven. Will estaba acostumbrado a ir y venir a su antojo cuando no trabajaba, siempre indicándole a su padre dónde iba para que el anciano no se preocupase. Ahora...ahora era prisionero de este monstruo.

- Lo sé, sé lo que acepté, así que dígame qué tengo que hacer.

- Enconadamente has demostrado que te gustan los animales, por lo menos los caballos. Quiero volver a tener algunos y, para ello, el establo debe arreglarse primero. Adecentarse. Tú lo harás.

Will le mira inquisitivamente. ¿Lo hace por Winston, es su manera de que su querido caballo viva decentemente allí? Bien podría haberle mandado un trabajo peor, Will bien lo sabía, y viniendo de quien viene la orden hasta podría haberle mandado algún trabajo peligroso.

- Puedo hacerlo...señor. Pero...necesito materiales. Herramientas. Tal vez ayuda.

- Tendrás todo menos lo último. El establo es cosa tuya. Chiyoh – se dirige a la sirvienta – que el joven Will te indique lo que necesita para conseguirlo.

- Si, amo, enseguida.

- Estaré en mis aposentos, no quiero que se me moleste. Cualquier duda, habla con Chiyoh.

Hannibal se levanta para marcharse, pasando por el lado de Will. Éste se gira y lo detiene cogiéndole del brazo. La mirada de Hannibal pasa de la neutralidad a la ira, odia que le toquen, hace años que nadie lo hace. Will retira su mano de golpe, pero no está asustado. Mostrar miedo significaría mostrarse débil, y este tipo de personas se alimenta de la debilidad de los demás.

- Señor, ¿podría comer algo?

- Te necesito fuerte. Chiyoh, prepara unos huevos revueltos para Will con un poco de pan. Dile a ella todo lo que necesitas, acudirá al pueblo y lo conseguirá.

- Gracias, Hann..Señor.

Chiyoh sabe que su amo está sonriendo, durante tantos años con él ha aprendido a leer sus gestos y movimientos, tan sutiles. Le agrada el joven. Tal vez...tal vez...quizá sea él.

Horas más tarde, el sol golpea al fin fuertemente en el cielo, derritiendo el hielo que se ha formado durante la noche. Es un día precioso que Hannibal disfruta junto al ventanal, sentado en un pequeño sillón, mientras lee La Ilíada de Homero. Su biblioteca está llena de libros así, clásicos, aunque también los hay de otros menesteres. Hannibal es un hombre hecho a sí mismo, culto, pero esa inteligencia queda escondida entre las paredes de su castillo, no pudiéndola mostrar al mundo. No queriendo, más bien, está solo por elección.

El Conde Lecter (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora