Te odio.

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El sol radiante se coló por la ventana del despacho, la brisa era primaveral y las nubes parecían estar hechas de algodón

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El sol radiante se coló por la ventana del despacho, la brisa era primaveral y las nubes parecían estar hechas de algodón. Un día perfecto para muchos, pero el peor para nosotros.

Cherry lloraba silenciosamente, su padre la observaba con lástima desde su escritorio, mientras que con mueca de desagrado me daba cortos vistazos y era entendible que me odiara luego de tener un amorío con su hija de diecinueve años a escondidas.

Lo que nadie entendía era que no consideraba un amorío cualquiera lo que en un tiempo tuve con Cherry, sino que de verdad me había enamorado de ella, estaba tan cegado por la pelirroja de ojos heterocromáticos y esbelta sonrisa que había aceptado la culpa de un delito que no había cometido.

El señor Cooper aclaró su garganta luego de escuchar mi versión de los hechos, estuvo asimilando cada palabra que salía de mi boca analizando detalladamente mi interpretación y mirando a su hija, empezó su discurso: —Miles, lo que hiciste fue muy grave, expusiste la imagen de mi hija de la manera más morbosa posible.

—Lo sé y le ofrezco una disculpa, señor Cooper —dije interrumpiéndole, con la esperanza de que Cherry me voltease a ver. Lo único que quería era su atención después de asumir la culpa de ser el responsable de difundir ese vídeo.

—Por tu honestidad, no pondré ninguna denuncia en tu contra y te será posible conservar tu empleo, con una condición —alegó. No tenía de otra que aceptar sus condiciones y afianzarme a sus órdenes. —Tienes prohibido volver a acercarte a mi hija —añadió.

Esa fue mi sentencia. Podía asumir cualquier otro castigo, excepto ese. Cherry era la razón por la que iba a trabajar con una sonrisa, pero esa vez no tenía la potestad para negarme, así que con un nudo en la garganta asentí.

El señor Cooper se levantó del escritorio, en su rostro existía cierta decepción al ver a Cherry llorando, avanzó hacia la puerta y antes de salir sentenció:

—Solo tienen cinco minutos para dirigirse las últimas palabras.

No sabía exactamente qué decir, Cherry secaba sus lágrimas y rímel corrido, su maquillaje estaba hecho un caos y aun así para mí seguía siendo perfecta. No tenía ojos para alguien más que no fuese Cherry.

—¿Por qué lo hiciste? —Su voz fue una melodía temblorosa que continuaba siendo armoniosa para mis oídos.

No sabía cómo responder esa pregunta, no sabía cómo explicar el porqué había hecho algo para lastimarla, aun cuando no era así. Un sentimiento de tristeza me hirió cuando tuve la falsa respuesta en mis labios, no tuve el valor para mirarla a los ojos.

—Solo fue un juego, Cherry —mentí y mi pecho ardió una vez dije esas palabras.

—¿Cómo? —indagó intrigada, levantando su mirada.

—Lo que acabas de escuchar, Cerecita —hablé con una sonrisa forzada en mis labios, necesitaba verme victorioso—. Fue un juego de apuestas y... ¿Sabes qué?

Ella no supo cómo reaccionar, en su expresión fue más que notoria su confusión, sin embargo, por mi parte, me esforcé en transformar mi actitud en otra más maliciosa y hacer más creíble aquella mentira.

—¿Qué, Miles?

Al ver sus ojos recordé todo lo que habíamos convivido hasta llegar hasta esa caótica situación y fue doloroso para mí recordarlo.

—Gané la apuesta con ese video, cerecita —mentí una vez más.

Me levanté del asiento con una sonrisa de ganador, cuando en mi interior sufría más que ella por todo lo que estaba aconteciendo, a pasos lentos camine hacia la puerta inhalando discretamente su aroma recordando nuestro primer beso.

—Te odio —dictó torturando mi corazón en una simple dicción y antes de tocar el picaporte, valientemente la miré una vez más.

⇹ ♪♪♪♪ ⇼

She Is My Exception.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum