CAPÍTULO TRES

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ANTES

Está demasiado oscuro como para ver nada. Una mano pasa por delante de mi rostro y tira de una cadenita para encender la lámpara que hay en el suelo entre nosotros. Sábanas blancas cuelgan de la luz del techo en el dormitorio de Sam mientras nosotros nos hallamos tumbados en la moqueta con almohadas apiladas alrededor cual muros. Estamos escondidos en el fuerte que construyó su hermano pequeño, James. Sam levanta la mano y me aparta un mechón de pelo de la cara para verme mejor. Lleva su camiseta de tirantes azul marino favorita, la que enseñaba sus hombros y resaltaba su piel bronceada en verano.

—Podemos hacer otra cosa si estás aburrida —susurra.

James asoma la cabeza por entre la abertura de las sábanas con una linterna.

—Lo he oído.

Sam deja caer la cabeza y suelta un quejido.

—Llevamos dos horas aquí dentro.

—Me prometiste pasar tiempo conmigo esta noche —le rebate James. Acaba de cumplir ocho años—. Creía que os lo estabais pasando bien.

—Y así es —le aseguro, y le doy un codazo a Sam en el brazo—. Relájate, Sam.

—Sí. Relájate, Sam —repite James.

—Muy bien. Otra hora.

Nerviosa, levanto la mirada hacia la lámpara del techo que sostiene el peso de las sábanas, e inspecciono el fuerte. Parece estar a punto de venirse abajo.

—¿Seguro que estamos seguros aquí dentro?

—No te preocupes —responde Sam con una risa—. Lo hemos hecho un millón de veces. ¿Verdad, James?

—Nadie está seguro en estos páramos —dice James poniendo una voz rara.

—Cierto —conviene Sam para seguirle la corriente. Me mira—. Deberíamos preocuparnos por lo que está ahí fuera. Mejor acurrucarse y mantenernos el uno al otro a salvo —susurra juguetón. Se inclina y me da un beso en la mejilla.

James crispa el rostro.

—Puaj. ¡En el fuerte no!

—¡Ha sido en la cara!

Rompo a reír y luego vuelvo a quedarme en silencio.

—¿Oís eso? —Me callo para escuchar con atención—. Es lluvia.

—Lluvia ácida —me corrige James.

Miro a Sam y suspiro.

—Voy a tener que volver a casa así.

—O podrías pasar la noche aquí —dice con una sonrisita.

Sam.

James nos apunta con la linterna a la cara.

—Mamá dice que se lo diga si Julie se queda alguna vez pasadas las doce de la noche.

—¿Serías capaz de hacerme eso? —pregunta Sam, con expresión dolida—. ¿A tu propio hermano?

—Dijo que me daría diez dólares.

—Así que ahora aceptas sobornos, ¿eh? —dice Sam—. ¿Y si yo te diera quince?

—Mamá dijo que intentarías darme más. Dice que está dispuesta a igualar cualquier oferta, más entradas para el partido de los Rockets.

Sam y yo nos miramos. Él se encoge de hombros.

—Es buena.

—Centrémonos —advierte James, mirando a través de la abertura del fuerte en busca de intrusos—. Tenemos que averiguar lo que han hecho los alienígenas con los que han secuestrado.

Has llamado a Sam *primeros capítulos* (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora