Al hombre que me ayudo.

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Capítulo 20.


Cuando tuve el coraje suficiente para salir del pequeño escondite, la mayoría estaban encerrados en sus oficinas y nadie me miro. No sabía cuánto tiempo había pasado. Aun así, agradecía no tener mucho en mi oficina, no necesitaba poner el último toque a este drama dejándolos ver cómo me sacaban por la fuerza de aquí. Apenas entre en mi oficina alguien toco la puerta, esperaba ver a Max pero en su lugar estaba Chris, cargando una caja que puso sobre mi escritorio.

—Creí que la necesitarías.

Ese pequeño gesto de amistad después de las duras palabras me hizo soltar varias lágrimas. Chris lo noto, a pesar de que intente ocultarlo. Cerró la puerta de la oficina, pero ambos sabíamos que el lugar no daba privacidad. Tuve que girarme, no quería que nadie me viera limpiar las lágrimas que habían logrado escapar.

—¿Quieres que te ayude?

No confiaba en mi voz para responderle, solo asentí y lo escuché moverse a través del lugar buscando que podría meter en la caja ¿Qué me importaba lo suficiente? A cada segundo estaba más tentada a salir sin nada. Pero no sabía si ocuparían la oficina así que me obligue a calmarme, volverme y ayudar a Chris.

Cinco minutos después todo estaba listo, necesitaba salir de aquí. Quizá esto era lo mejor. Pero ser despedida no era lo que me tenía así, a punto de llorar. Era la relación cada vez más tambaleante con Jay. La mano de Chris se estiro dentro de la caja donde nadie nos veía y tomo la mía, su apretón fue reconfortante, tanto que no me atreví a mirarlo por miedo a desmoronarme otra vez.

—¿Puedo llamarte después?

—No soy la mejor compañía —Chris no insistió, pero pude ver el entendimiento en su mirada. Seguí hablando para que no pensara que era un no definitivo—. Prometo llamarte cuando me sienta mejor.

Él lo acepto sin reproches y abrió la puerta para que saliera con la caja en mis manos. Max se cruzó conmigo en el camino al ascensor, venía de la oficina de Jay y por su gesto supe que estaba tan decepcionado y enojado como él. No hubo palabras de su parte. Chris y Rue fueron los únicos que dijeron adiós antes de que saliera de este infierno. De repente el cuarto en medio del bosque, no se sentía tan mal.

***

Cuando entre en mi casa, esperaba que la soledad del lugar me diera la bienvenida. Pero Phoebe tenía otra cosa planeada y a pesar de que muy probablemente estaba dejando de lado alguna de sus tareas, la vi sentada en la pequeña mesa hablando con Harriet que se movía entre dos fogones. El olor hizo protestar a mi estómago y deje la caja a un lado, el pequeño ruido las alerto y notaron mi presencia.

Phoebe frunció el ceño mientras miraba su teléfono, seguro buscando la hora. Acababa de anochecer y no esperaban que llegara tan temprano.

—¿Qué haces aquí a esta hora?

Sonreí olvidando un poco mi drama.

—La próxima vez te llamare antes de entrar a mi casa.

—¡No es broma Ais! Se suponía que era una sorpresa.

—¿Lo siento? Eso huele genial Harriet, gracias.

No quería que notaran mi obvia tristeza así que tuve que forzar una sonrisa. Ella me giño un ojo mientras Phoebe empezaba a dar su discurso sobre como Jay no servía ni para mantenerme ocupada. No quise detenerla y decirle que seguro él tenía en mente otras cosas y que muy probablemente siquiera se había acordado de la sorpresa que ella le pidió que ocultara.

La Amante Del DiabloWhere stories live. Discover now