Capítulo 1: La visita

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Un anciano mago de larga barba plateada, baja tranquilamente las escaleras de piedra que llevan hacia las mazmorras del castillo. Sabe de sobra que la visita que hace diariamente no es bien recibida, pero si divertida. Todos los días antes de que el parque temático abra sus puertas a los nuevos visitantes, Albus Dumbledore viaja a través de los pasillos silenciosos hasta el despacho del profesor de pociones. Cuando llega allí, como cada día, llama tres veces y entra sin esperar respuesta. Un hombre de aspecto huraño le espera sentado tras un escritorio de ébano negro. De nariz curva y agudo rostro. No parecía feliz con la visita, es más, detestaba cuando el director venía a verle porque solo podía significar una cosa...

―Buenos días Severus muchacho ―dijo Dumbledore con felicidad.

―Ojalá pudiera decir lo mismo ―dijo Snape mordaz.

―Puedes decirlo, no veo ningún problema para que hoy no pueda ser un buen día.

―Tu presencia en mi despacho solo augura problemas ―dijo haciendo una mueca con la boca.

―Ya sabes que los lunes son mis días favoritos, el parque se llenará de turistas y las visitas al castillo no pararan en todo el día. Nuestra obligación es ser cordiales y respetuosos con todos ellos.

―Esos... muggles ―dijo Snape apretando sus dientes de color amarillo.

―Son muy curiosos, ¿verdad? ―dice el viejo mago abriendo los ojos.

― ¿Curiosos? ―Snape empieza a perder la paciencia ― ¿Hasta cuándo durará esta situación? Un día de estos...

―Un día de estos ya no habrá tantas visitas al parque y todos nosotros caeremos olvidados ―decía Dumbledore mientras se acercaba a la vitrina de pociones ―Hasta entonces todos seguiremos con la misma rutina Severus.

―Yo no estoy hecho para esto, a mí no me crearon para ser amable. ―El profesor Dumbledore observa la estantería y mira los frascos de conserva con extrañas criaturas dentro ―Rowling es la única que sabe cómo soy en realidad. Ni siquiera me aprecia y menos me declara héroe. ―Dumbledore coge un frasco y saca la lengua en señal de disgusto, luego lo deja cerca del quicio y mira al profesor de pociones―Yo soy un hombre malo, ¿me oyes Albus? ¡Malo! ¡Fui mortífago! Debería de darles una buena lección a todas esas ¡PIRADAS!

― ¡Ah, sí! Casi lo olvidaba ―dijo Dumbledore sacó la varita de saúco del interior de la túnica morada y acto seguido hizo aparecer un enorme montículo de cartas que le llegaba a la cintura, al igual que su barba. Junto a las cartas también había una montaña de paquetes de color marrón, eran regalos para Snape ―Éstos son los de hoy, los vociferadores y las amenazas ya las hemos quitado. Y eso que hoy es lunes, ya sabes que los viernes tienes el doble.

―Por mí puedes tirarlo todo ―dice hastiado el profesor Snape.

―Ellas solo quieren conocerte, y tú precisas compañía de vez en cuando ―dijo Albus sonriendo.

―¡Y tú precisas reírte de mí de vez en cuando! ―dijo Snape cabreado. Dumbledore no pudo contener la risa, se volvió, abrió la puerta y dio un portazo. El frasco que estaba al borde del quicio finalmente cayó al suelo.

― ¡Maldito viejo!

𝑆𝑛𝑎𝑝𝑒 𝑦 𝑠𝑢𝑠 𝑓𝑎𝑛𝑎́𝑡𝑖𝑐𝑎𝑠Where stories live. Discover now