Entregate a mi

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Luismiverso
Track1- Entrégate

Fic: Entregate
Pareja: Masahiko Umezawa x Hiroko Makunouchi
Fandom: Hajime no ippo~the fighting
Advertencias: diferencia de edad, canon divergente,amor secreto, amor prohibido.

🌸🌸🌸

Umezawa quería ayudar a Ippo, por ello llegó a trabajar en el alquiler de botes sabiendo lo mínimo sobre peces y redes.

Quería que Ippo siguiera el camino que su sueño había trazado, verlo vencer a cada peleador con espíritu de lucha  y llegar hasta la cima del boxeo japonés porque si él podía brillar, entonces su propio deseo de ser alguien a base de pasión  y entrega se haría realidad.

Fue difícil, más que cualquier otra cosa que hubiera hecho antes. Levantarse de madrugada, cargar cincuenta kilos de  equipos, navegar a mar abierto y repetir al día siguiente. Día tras día, con frío o lluvia, nada de eso importaba.
En un inicio lo hizo por Ippo, lo juraba con el corazón, pero luego lo hizo por ella, por Hiroko.

Bajo las botas de goma y el impermeable se escondía una hermosa mujer madura por fuera y por dentro. Dedicada, amable, cariñosa, abnegada.  Una  viuda que había dedicado su vida a sacar adelante un negocio y un hijo, lo poco que dejó  su marido antes de morir. Una mujer que él comenzó a desear entre tazones de sopa miso e hilo de pesca. 

Ella decía riendo con aceptación  que la vida que llevaba  “le había pasado factura”. Que sus arrugas eran llamativas. Su piel dorada por el sol y el mar era poco atractiva. Su peso y su estilo no iban a la par de los tiempos modernos. Había sido más madre que mujer así que no sabía coquetear. Las citas no eran lo suyo, tenía suficiente con el trabajo de perseguir cardúmenes para hombres de negocios  y los dolores de cabeza que le daba  tener un hijo boxeador como para preocuparse por ello. 

Para Umezawa no existían tales reproches.

Hiroko era especial , no había nadie como ella. Con una de sus sonrisas el cuerpo se le entibiaba  en pleno invierno. Escucharla reír mientras cenaban era alimento para su alma. Ni una de las chicas con las que había salido se podía comparar con su temple y valor ni su belleza . 

Decirle a Ippo que se había enamorado de su madre era comparable a caer por la borda en medio de un tifón. Ippo lo mataría con un uppercut o alguna de esas técnicas nuevas que le enseñaba el viejo Kamogawa para destruir a tipos como el Lobo rojo o el Tigre de Naniwa y que a él volverían polvo estelar. Pero Hiroko…¿qué diría ella al saber de sus sentimientos?.

Sentimientos que tenía ya a flor de piel, desbordados por todo su ser. Era imposible contenerlos toda la vida mucho menos cuando los días junto a ellas se volvían agobiantes. 

Había ahorrado lo suficiente y la llevó a un restaurante de buen ambiente. Demoró dos semanas en convencerla de salir juntos — un chico de la edad de su hijo—, con la excusa de  que  merecía una linda velada lejos de las libretas de gastos, las carnadas y las escobas para limpiar menudencias. Ella aceptó con algo de vergüenza por el entusiasmo mostrado - estalló de emoción - encontrándose en las puertas del local a la hora acordada. Hiroko se disculpó  por no estar segura de verse acorde con la invitación. Umezawa volvió a enamorarse en ese momento, a enamorarse perdidamente de ella pues se revelaba ante él una imagen que era exclusiva para sus ojos, una recompensa por el riesgo tomado. Usando un vestido que marcaba su figura, tacones y maquillaje incluso había ido a una peluquería para lucir perfecta, Hiroko era la mujer de sus sueños. 

No. Ya no había vuelta atrás.

Haría lo que fuese por ella. Incluso dejar que Takamura lo golpeara cuanto quisiese.

Hizo lo que pudo para ser caballeroso usando de lo aprendido de la revista sobre citas que leyó: Acomodar su silla, halagarle por su vestuario, una conversación amena, lo que quiera del menú, vino para ambos porque ya tenía veintidós años y podía beber como un hombre, agasajar como uno y tal vez…amarla como uno.

Había una pista en medio del restaurante para que las parejas bailarán esta noche junto a la banda de música ligera  invitada y Umezawa tomando dulcemente la mano de Hiroko la llevó ahí para que todos pudieran ver la maravilla de mujer que aceptó salir con él. Era la primera vez que  sus cuerpos se acercaban de esa forma tan familiar, uniéndose sutilmente para concentrarse en el compás de la música. Podía sentir el tibio calor   de su pecho contra el suyo, su ligera risa nerviosa, la callosidad de sus manos por el trabajo pesado..ah, el aroma de su perfume concentrado en su cuello desnudo justo donde estaba ese lunar recién descubierto. De seguro tiene muchos más desperdigados por el cuerpo y él quería verlos todos, quería apreciar su desnudez madura como se contempla una obra de arte solemne y magnífica, con el corazón ardiendo en llamas. Quería ser el único al que se le cumpliera tal deseo aunque le costara todo
Hasta los huesos y el alma.

Pensando en ello da el paso.

Susurra en su oído una petición sincera, descarada para un jovencito sobre ella y él lejos del restaurante, lejos de lo que pueda pensar su amigo  sobre un amor sincero y la mínima esperanza de que este fuese aceptado, un motel cercano, la excitación que provocaba su cuerpo entre sus brazos. Quiere que se entregue a ojos cerrados a un muchacho convertido en hombre hace medio año que no tiene experiencia alguna en nada más que en el deseo de amarla, de hacerla suya con un beso, con un roce y con entregarle todo de sí.  La siente temblar conmocionada , sus mejillas se ruborizan y contiene el aliento. Teme que sus ojos siempre lo hayan visto como un hijo al que cuidar. Su miedo se acrecienta mientras ella le observa en silencio con una expresión ambigua en su rostro. Ippo le ha enseñó a tener valor así que traga saliva y se mantiene firme. No se echara atrás. Hiroko podría despedirlo en ese mismo instante o peor, despacharlo de su vida en un pestañeo y hacerle la cruz  para siempre. 

Ha jugado a la  ruleta rusa y la bala está a un milímetro de su cabeza. 

Pero contra todo pronóstico, Hiroko sonríe con una de esas sonrisas que le desarman. Jala la solapa del traje y entrega una respuesta en su oído. Siente que su cuerpo se ha convertido en mantequilla caliente no sólo el de él sino también el de ella, quien tiene las mejillas ardiendo, al igual que sus labios. La bala le ha dado la vuelta al tambor y su pellejo sigue intacto. 

Sabe lo que Hiroko está pensando mientras pagan la cena y salen rumbo a un lugar secreto en un taxi.  "Una mujer mayor comportándose así… ". No debería sentir vergüenza por querer entregarse al placer, por querer sentirse deseada una noche. ¡Que la sociedad cargada en prejuicios diga lo que quiera, que es pecaminoso e inmoral! ¡¿A quién le importa?!. 

Entrelazan sus manos en una señal de complicidad con los ojos chismosos del chófer sobre ellos, entregándose calma mutuamente. Una aventura comienza con un paso y ellos han dado mil hacia una sin regreso. 

Lo que hacen está bien y nadie los  detendrá. Nadie podía detener el fuego que a sus cuerpos consumía mientras subían por el ascensor hasta la habitación solicitada. No obstante, Hiroko aún podía arrepentirse, aún podía encerrar lo que sentía dentro suyo y huir perseguida por voces enjuiciadoras que la encasillan en una cuadrada actuación eterna. 

Así que Umezawa entró primero dándole el tiempo para que ordenara sus pensamientos y decidiera. Si ahí acaba todo se sentiría feliz de haber sido el hombre con el que Hiroko salió esa noche, de haber compartido un recuerdo hermoso en una pista de baile, de haberla tratado como se merecía. 

Masahiko cerró los ojos y  estiró su mano. Respiro profundamente esperando unos segundos. 

La línea divisoria entre la habitación y el pasillo es cruzada por la mujer en un golpeteo de tacones. Sus ojos no lo niegan, quiere ser una prisionera del placer ahí, ahora, esa noche. Ninguno de los dos puede esperar más. Ni un segundo más. Se han entregado a la pasión de lo prohibido. 

La puerta se cierra, la habitación arde y los amantes, renacen. 






 


LuisMiverso ~AportesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora