Capítulo 19

430 52 6
                                    

Nick

Sin poder hacer nada al respecto, detengo el auto en el cual nos trasladamos desde la casa de Meredith a la mía, para luego traer las maletas a la mansión más codiciada por la prensa, grande y con un aspecto de ser el lugar de los sueños de muchos. En cambio, para mí representa la poca lastima que hay para aquellos que tienen la misma suerte de estar entre los desterrados de este sitio.

Esto debería ser más fácil.

__ Reglas...

__ Ya las dijiste diez veces. - me interrumpe Meredith.

__ Una más no está...

__ Estaré bien. Estamos haciendo esto para no morir, ni tú ni yo - alega en un suspiro. - Admito que estoy aterrada. Pero esto asegura que estaré fuera de ataques repentinos. Un sacrificio por un bien mayor.

__ Aquí no serán repentinos, sino tu día día. - bajo primero. Esto no me gusta.

Los King tendemos a ser una jauría que si no se matan entre ellos, salpican a otros y en este caso, la florista es quien está enmedio por mera coincidencia del destino que la señora bruja quiso obligar a ser.

No le costaba nada a esa señora quedarse esa dupla de joyas para ella.

__ ¿Sabes que no eres bueno en dar ánimo? - oigo la pregunta haciéndome reír. - Claro que lo sabes. Hasta un tipo pedante como tú es capaz de saber que es malísimo para hacer sentir bien a los demás.

__ Deja de balbucear y ven por las maletas. Te recuerdo que Nickolas King eres tú. Yo la señorita con gusto por cultivar flores - puedo ver la mirada que lanza. Se arregla el saco gris que se puso antes de sacar nuestras pertenencias - Espero sepas dónde nos metiste.

__ Un nido de serpientes que se comen unas con otras - exclama mirando la casa gigante frente a sus ojos. Conociendo los horarios de todos puedo decir que Robert debe estar en la empresa junto a Greta, Zulema prefiere el club para ser de las privilegiadas en usar las zonas privadas que no muchos alcanzan, mi madre en una de sus clases de cocina. Así que no hay nadie en casa más que el perro de Daniel, un bulldog inglés, el cual sale corriendo en nuestra dirección en cuanto nos ve.

El tamaño de este esconde su complicada testarudez. Parece tierno, pero es un terco, pues al abrir la boca crea la idea de estar a punto de morder, pero lo único que hace es babear mi mano.

El único que sabe quien soy, a parte de Meredith y yo, es el perro. Un poco extraño que lo sepa. Pero pese a ser un testarudo, Chaplin también es muy intuitivo.

__ Suban mis maletas a mi habitación antigua - ordena Meredith con severidad. Muy bien ensayada - Las de la señorita igual.

__ ¿En un dormitorio distinto?

__ Dije igual. En la misma habitación - muevo la mano acariciando al perro que se echa sobre sus patas esperando se las lleven para seguirlos.

No pienso alejarme de estas ya que los empleados también pueden estar de acuerdo con sus jefes para hacer el siguiente paso en nuestra contra. No soy idiota, de ese modo se le dio el veneno al abuelo y no sería raro que esta vez traten de hacer lo mismo.

__ Buenos días, señor King. Su familia no me avisó de su llegada - el ama de llaves le habla.

__ ¿Y tendría que avisar que llegaré a mi propia casa? - cuestiona Meredith. Mira a quien se había quedado solo observando - Usted haga lo que ordené.

Suelto al perro tomando la delantera.

__ ¿La señorita también se quedará? - increpa el ama de llaves.

Destino forzadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora