Rob Luccy "Máquina de Matar" II

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—con que tu serás mi guardaespaldas, solo espero que seas de más utilidad que esta cosa— con arrogancia y sin ningún tipo de compasión, clavó la punta del tacón a la mano de su mascota humano que estaba de rodillas como un animal encadenado a un lado de su dueña

El hombre no emitió ningún sonido, la tenryubita había ordenado en destrozarle las cuerdas bocales para no soportar los quejidos de sufrimiento que siempre le causaba

Rob Luccy mantuvo su postura firme y sin inmutarse, acostumbrado a ver tales actitudes inhumanas en los "creadores" de este mundo. Luego de su estadía en la isla St. Poplar volvió a incorporarse a trabajar en el gobierno, pero sus superiores al ver la derrota que tuvo en Enies Lobby le asignaron ser el protector de uno de los Tenryubito; entre ellos salió afortunada la única primogénita de Donquixote.

—¿Qué es eso? —se levantó de su impecable asiento colocado encima del hombre esclavizado para acercarse al pelinegro con una mirada de desagrado— no quiero esa cosa cerca de mí, deshazte de eso

Hattori, el único ser viviente que tenía la total confianza y fidelidad del ex miembro del CP-9, no se lo pensó dos veces y abandonó su puesto en el hombro del hombre para volar al aire libre a quien sabe dónde; ser un animal no se asimila a un ser sin inteligencia, Hattori salió de ahí no por la orden de (TN) sino por el bienestar de su dueño/amigo.

La fémina se alejó de Luccy para volver a su lugar mientras sacaba un den den mushi y marcaba a su padre

—papi, no estaré en casa, iré a la casa de subasta a comprar nuevos esclavos, los que tengo ahora se están muriendo— con una voz mimosa y aniñada se dirigió a su padre por medio del caracol— ¿quieres que también te traiga esclavos para ti? —la contestación del otro lado de la línea le extrañó a la joven. Las palabras que escucho no eran para nada comunes en los Tenryubitos— esta... Bien... creo, nos vemos más tarde

Sin darle mayor preocupación a lo anterior escuchado, emprendió camino hacia la parte inferior de su paraíso, donde habilitaban las sucias ratas que tenían que venerarlos por ser sus dioses. Como siempre, en la isla donde siempre encontraba buena mercadería, fue el principal centro de atención de todos, viendo a todos esos mugrosos seres por encima de sus pulcros zapatos

—oye— llamó a su guardaespaldas— deshazte de él, acaba de verme de una forma que no me gusto— señaló con desdén al pobre hombre que tuvo la mala suerte de alzar un poco la mirada al escuchar a su hijo pequeño llamarlo con miedo

Sin ningún tipo de conmoción, Luccy cumplió con la orden de su "dueña" eliminando al hombre sin importarle lo inocente que pueda ser

Rob Luccy, máquina de matar, aquel apodo le hacía justicia a sus salvajes instintos en disfrutar el momento de perforar la carne humana que atraviesan sus dedos, la gran satisfacción y placer de arrebatarle la vida a alguien que se "revela" ante la justicia es lo que mejor disfrutaba de su trabajo.

Desde que comenzó a ser el cuidador de (TN) y le ordenaba matar a aquellos que "desafiaba" a su creador, la adrenalina con la que vivía diariamente era una gozadera en la que desde niño se había acostumbrado a vivirla. Muy dentro de él admitiría que pasar tiempo con la tenryubita era realmente un festival de placer

Solo por el simple hecho de tener en vivo y en directo a un ser de crueldad y sin escrúpulos

En muy corto tiempo descubrió otras formas de "divertirse" con los humanos; aún recordaba perfectamente el éxtasis que sintió cuando (TN) le ordenó arrancarle los órganos de uno de sus esclavos inservibles metiendo su mano por la boca hasta alcanzar su pedido, o cuando escuchó por horas los gritos de desesperación de uno de ellos por dejarlo encerrado con varios animales carnívoros con espinas clavadas en las plantas de los pies, música para los oídos del pelinegro

Deseos de One piece (One-shots)Where stories live. Discover now