Capítulo 15: ¡No me dejes!

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En el trayecto de regreso a casa, el temperamental clima de Shrewsbury se manifestó con una fuerte lluvia tradicional de la temporada, Emilia conducía no solo con el mar de agua que brotaba del cielo, sino también esa que surgía de sus ojos cafés

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En el trayecto de regreso a casa, el temperamental clima de Shrewsbury se manifestó con una fuerte lluvia tradicional de la temporada, Emilia conducía no solo con el mar de agua que brotaba del cielo, sino también esa que surgía de sus ojos cafés. ¿Cómo alguien puede conducir en su estado? No tenía opción, era eso o permitir que John estrellara su auto. Decidió que era tiempo de que el hombre aprendiera a manejar; no obstante, todo aquello era una simple defensa personal para distraerse de su verdadero dolor. No eran sus cosas, no era una herencia o un tesoro real, pero ella no conocía nada que amara más, fuera de ese castillo.

Antes de su ingreso a la universidad, cuando recién egresó, su padre le pidió viajar y conocer algunos museos, posiblemente habría uno en el que quisiera trabajar o incluso cualquier otra universidad, aunque eso tuviera que alejarla de Shrewsbury. Emilia agradeció aquel viaje de graduación que sus padres le obsequiaron, pero a su regreso reafirmó sus deseos por laborar en ese castillo, estaba prácticamente enamorada y su corazón le pertenecía a ese viejo lugar. Tiempo después, durante sus estudios doctorales, conoció a Michael y la relación comenzó casi de inmediato.

«Nunca fue amor», pensó mientras miraba a través de la densa lluvia la luz roja. «No puedo volver con él, si lo acepto sería una estupidez», «Si me amara de verdad, no me estaría haciendo esto».

—Es verde —dijo John, interrumpiendo los pensamientos de la mujer.

Pisó el acelerador y el auto comenzó a moverse de nuevo. 

El silencio era abrumador, Emilia no sabía qué era peor, si escuchar su mente o las palabras de John. Apenas subieron al auto, ella le pidió no hablar sobre el suceso, aunque la realidad era que debían hacerlo.

Durante el trayecto a casa, sintió un extraño desbalanceo en su auto y tuvo que orillarse a la acera, alcanzó a sacar la cabeza por la ventanilla y notó que el neumático de su extremo estaba pinchado.

—¡Lo que me faltaba! ¡Nos ponchamos! —gruñó.

El hombre la miraba confundido, sin terminar de entender lo que sucedía.

—¿Poncharse?

—Es como cuando la rueda se sale de su eje en los carruajes, pero aquí la llanta sigue en su lugar —explicó de malas sin volver los ojos. 

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—Los neumáticos están llenos de aire, si se pinchan este se les sale y se desinflan. ¡Imposible conducir así! Llamaré a alguien para que lo cambie —emitió y luego cogió el teléfono.

John quería ayudar, a pesar de que no tenía ni la menor idea de cómo cambiar un neumático o cómo era que esto funcionaba. En sus tiempos libres investigó brevemente sobre la mecánica del motor y el sistema de combustible, aunque estaba seguro de que eso no tenía mucho que ver con los neumáticos.

Emilia tenía diez minutos intentando que en alguna parte le respondieran para atender su emergencia, mas nadie nunca contestó. Ya solo le quedaba marcar al 999 o a su padre, pero ninguna de las dos opciones era una posibilidad.

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