Capítulo 07: Esótria.

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VII

Desperté sacudido por James, quien me anunció que hoy sería mi primer día en la academia

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Desperté sacudido por James, quien me anunció que hoy sería mi primer día en la academia. Lancé un bufido cargado de frustración cuando mi hermano abandonó mi dormitorio. Desde ya debía prepararme para decepcionar de nuevo a mi papá.

Al bajar al comedor, saludé a mis padres y a James.

—¿Listo para convertirte en uno de los mejores clérgikos de la familia? —Mi padre sonreía de oreja a oreja, tanto como mi madre y mi hermano.

Entonces, lo dicho por él caló en mi situación. Quizás podría esforzarme y defenderme de ese sujeto del bosque.

Cuando trajeron mi comida, pensé más a fondo en ello, en efecto, ese vampiro no iba a controlarme, pondría atención en las clases y me defendería de él. No me iba a dejar.

Tomé el tenedor, corté un pedazo de pastel y sentí la mano pesada. «No me digas que es lo que creo que es», pensé. Hice un esfuerzo más y la logré elevar, pero antes de meterme el pedazo a la boca, una energía extraña me obligó a lanzar el tenedor al plato, lo que causó un sonido estrepitoso. James y mis padres se giraron a verme como si fuese un desquiciado.

Actué rápido.

—¿Saben qué? De hecho, ya no quiero.

Los tres fruncían el ceño, pero no decían nada.

—¿Quiere otra cosa? —preguntó mi nana.

Me armé de valor, sabido de lo que mi petición iba a suscitar en la mesa y lo solté:

—¿Podría un plano repleto de todo tipo de verdura que se le ocurra?

Estallaron en carcajadas en la mesa. Incluso mi nana Lily soltó una risilla. Hizo falta que recalcara que iba en serio y se fue a preparármelo.

—No quiero preguntas —sentencié para ignorar su risa.

Esto no me parecía justo.

Luego de mi horrible desayuno a base de verduras, mi padre me llevó al que sería mi nuevo instituto. Mis manos estaban frías, producto de los nervios que carcomían mi estómago. El hecho de saber que había todo un mundo más intenso y misterioso allende de mi previo conocimiento me volvía loco. El viaje no se hizo eterno y pronto estaba frente al monstruoso instituto que aguardaba mis próximas vivencias.

Mientras lo veía de hito en hito, no pude evitar sentir escrúpulos. Su arquitectura gótica se cernía sobre mí como la penumbra de un nubarrón, y se extendía por miles. Al edificio lo flanqueaban torres y cúpulas, algunas con agujas puntiagudas que parecían rasgar el cielo. Una brisa fresca sopló y movió las hojas de los olivos que rodeaban al instituto; como si la naturaleza misma respetara la solemnidad del lugar.

En tanto subía los escalones de piedra, las bisagras oxidadas de la puerta de madera gruñeron en señal de protesta, como si me advirtiesen de los peligros que acechaban dentro. Y, sin embargo, a despecho de la atmósfera ominosa, no pude evitar sentirme atraído por el encanto del conocimiento arcano y esotérico que, sin dudas, me esperaba.

El interior era aún más impresionante: grandes columnas de mármol flanqueaban el pasillo principal, lámparas de araña colgaban del techo y el aire se respiraba denso con el olor de tomos y conocimientos prohibidos. Las ventanas arqueadas y estrechas filtraban la luz; lo que proyectaba sombras espeluznantes sobre los estantes de volúmenes polvorientos. Podía sentir el peso de siglos de sabiduría acumulada que caía sobre mí; como si las mismas piedras estuvieran vivas con los secretos de las eras.

Entramos a otro pasillo con puertas a los lados, cada una con un pequeño cartel que indicaba el nombre de la asignatura impartida allí. Había una biblioteca, un laboratorio de alquimia, una sala de meditación y una hasta el fondo, que fue adonde mi padre me dirigió.

La puerta de madera crujió en cuanto entramos, una mujer de lentes nos sonrió con una amplia sonrisa y nos invitó a tomar asiento.

—Bienvenidos a Esótria —dijo la directora, su voz profunda y resonante—. Confío en que hayan tenido un viaje agradable.

Mi padre asintió y yo no podía sino contemplar con asombro la estética gótica que los tonos cafés y negros añadían a la habitación.

—Soy la directora Rebeca —continuó y extendió su mano a modo de saludo— y usted debe ser el joven Lisandro Winter, nuestro estudiante más nuevo.

Estreché la mano de la directora, esta era suave y fría.

—Es un honor estar aquí.

Solo dije cuanto estimé correcto, no me sentía honorado; mas, por el ambiente que se respiraba, estaba seguro de que debía.

—De hecho, lo es —respondió—. Nuestra institución tiene una larga historia y estamos orgullosos de contar entre nuestros exalumnos con algunas de las mentes más brillantes; pero también es nuestro el honor de recibir a otro Winter a nuestras puertas.

Mi padre habló por primera vez, su voz ronca y seria:

—Tenemos altas expectativas para nuestro hijo —mencionó—, queremos que reciba el mejor entrenamiento posible y que esté preparado para cuanto se avecina.

La directora asintió con su sonrisa robótica.

—Tenga la seguridad, Sr. Winter. Nuestra enseñanza es rigurosa y desafiante. Su hijo recibirá la capacitación que necesita; aunque, al venir de una familia de leyendas como la suya, dudo de que sea lo contrario.

Toda esta situación me generaba náuseas a raíz del nerviosismo que me suscitaba. Mi familia esperaba mucho de mí y esa señora y, segurísimo, todos en este instituto, harían lo mismo, y yo... yo dudaba de mi propia capacidad, es más, estaba seguro de que los decepcionaría. Traté de calmarme, el peso de las expectativas reposaba sobre mis hombros.

Al salir de esa sala, mi padre me condujo por el laberinto de pasillos, pasamos junto a un grupo de estudiantes, todos vestidos de negro, con la cara enterrada en los libros mientras susurraban entre ellos en voz baja, algunos me veían con ojos inquisidores, mi apellido tenía fama dentro de estas paredes y lo detestaba tanto. El timbre había sonado minutos antes y entendí el porqué de la ausencia de hervidero cuando habíamos entrado: estaban en clases.

No pude evitar sentirme fuera de lugar con mi ropa casual en lo que cada giro nos adentraba más en el corazón de la academia. Sentí como si me tragara su imponencia. Por fin, llegamos a una gran puerta de roble. Mi padre me dio una sonrisa tranquilizadora, sus ojos brillaban.

—Aquí estamos —dijo —. Tu nueva clase.

Tomé una respiración profunda. No estaba aquí por mi voluntad, pero, como siempre, podía hacerlo, solo necesitaba sabotear mi mente. Sabía que, de lo contrario, me ganaría el desprecio de mi familia entera y no podía con el pensamiento de no solo tener poca gente que me amaba, sino perderla todavía.

En cuanto entré, mis ojos recorrieron la habitación, observé los rostros de mis compañeros de clase; sus ojos oscuros y melancólicos. Fue el rostro de Julián, sin embargo, lo que me llamó la atención, su mirada penetrante alteró mis nervios. Sabía que estaría aquí, pero la realidad me pegaba más fuerte de lo que esperaba.

Mientras me dirigía a tomar asiento en uno de los pupitres de la última fila, el adiós de mi padre resonaba en mi mente como una melodía inquietante. No podía, sin embargo, detenerme en sus palabras, no cuando el peso de las expectativas de mi familia caía sobre mí como una capa de plomo.

La voz del profesor resonó para llamar la atención de la sala. Me preparé para la inevitable presentación; pero este, en cambio, anunció mi nombre y nada más. Fue un alivio, ya que me ahorró quedar como un perdedor en mi primer día; mas los susurros que siguieron al escuchar mi apellido me hicieron muy consciente de los ojos que observaban cada uno de mis movimientos. No podía permitir que tal «respeto» se viese afectado, me debía esforzar por mantenerlo, no iba a ser el que empañara todo el legado de mi familia; y no es que me importara, pero sentía que era mi deber.

Preternatural - Corona Carmín [COMPLETO]Where stories live. Discover now