Cigarrillos

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Resumen: Lo que Ino más odiaba en el mundo era el humo del tabaco de Asuma y que ahora Shikamaru había adoptado fumar como costumbre. ShikaIno.

Nota de la autora: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto. Está terminantemente prohibido cualquier intento de plagio de esta historia o de cualquiera de las que están bajo mi autoría. La imagen de la portada no me pertenece, reconozco los créditos al autor de la foto que es Umaken.

Cigarrillos.

Ino odiaba muchas cosas, entre ellas la cabezonería de Sakura, el fulgor entusiasta de Rock Lee animado por los arrebatos de Uzumaki o la excesiva timidez de Hinata. Odiaba la falta de seriedad del chico Inuzuka, los nefastos hábitos de Chōji respecto a la comida y la tediosa pereza de Shikamaru Nara. La falta de energía del chico con cabeza de piña la consumía vitalmente y siempre la sacaba de sus casillas. ¿Cómo podía ser tan desganado? No había conocido a nadie tan vago como él en toda la Villa de la Hoja y no entendía cómo podía ser así. Era tremendamente perspicaz aunque carecía de iniciativa propia y podría llegar a ser un ninja brillante si se lo propusiera. Pero definitivamente lo que Ino más odiaba en el mundo era el humo del tabaco que Asuma fumaba con reiterada frecuencia. Recordaba el fino cigarrillo que continuamente tenía entre los labios en cualquier momento y hora del día y no era capaz de disociar su imagen de aquel hábito. El olor de aquel denso humo se metía en sus ojos, haciéndola llorar casi de inmediato por los recuerdos que venían a su memoria.

Odiaba los cigarros que su maestro disfrutaba de manera adictiva y compulsiva, a sabiendas de que eran malos para su salud, y que ahora su compañero de equipo había adoptado fumar como costumbre tras su fallecimiento. Ese acto le recordaba demasiado a Sarutobi. Por supuesto, Shikamaru ignoraba sus gritos y amenazas sobre el tema, Ino fruncía los labios con desagrado y cruzaba los brazos con notable enfado mientras el despreocupado joven se llevaba un cigarrillo a la boca, tal y como había visto miles de veces antes. Repetía los mismos gestos de su maestro una y otra vez como si fuera una sombra de lo alguna vez fue. A Ino le empezó a resultar preocupante ese comportamiento, Shikamaru nunca antes había fumado y no le estaba gustando en absoluto su nuevo hábito. Este simplemente levantaba una ceja escéptico y exhalaba el humo sin preocuparle que su compañera lo regañara una vez más. Yamanaka no comprendía como un chico tan inteligente como él podía consumir algo que perjudicaba sus pulmones de manera tan grave.

Pero esta ocasión fue diferente, una serena tarde de primavera Ino se sentó a su lado en el campo donde solían entrenar durante horas y le arrebató el cigarrillo de los labios para mayor asombro de Nara. Inspiró una fuerte calada y exhaló el humo después de toser ruidosamente, no comprendía como le podía gustar algo tan repulsivo. Shikamaru permaneció inmutable, la contempló de perfil, tenía el cabello desordenado y algo le decía que había estado llorando por el aspecto apagado de sus ojos. No parecía la jovial y risueña Ino de siempre. Sin decir nada Yamanaka esbozó una débil sonrisa, hallando inmediato consuelo en los brazos del joven que la rodeaban protectoramente y así permanecieron abrazados en silencio unos minutos. Shikamaru percibió un ligero temblor en su cuerpo que poco a poco fue cesando hasta relajarse por completo. Confiaban plenamente uno en el otro e Ino se sentía a salvo con él. Era evidente que algo le pasaba, ese nerviosismo no era habitual en ella.

—Shika, ya te he dicho que no me gusta que fumes —balbuceó a modo de reprimenda intentando contener las lágrimas mientras el aroma del tabaco la obnubilaba. Observó como sus ojos estaban perdidos en el horizonte. Fumar no iba a hacer que el maestro Asuma volviera. El susodicho conocía demasiado bien a Yamanaka y sabía que el motivo de su tristeza no era por su nuevo hábito ni por el olor particular de esos cigarros, si no por el recuerdo involuntario que despertaban en ella. Cómo ese olor era capaz de vivificar el dolor que sentía en su mortificado corazón.

Cigarrillos | 𝐒𝐡𝐢𝐤𝐚𝐈𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora