Capítulo V

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La incertidumbre puede enloquecer a cualquier persona, incluso a la persona más paciente; desgraciadamente, Reiner Danovan nunca ha sido una persona paciente y menos con un temperamento adecuado para sobrellevar cualquier cosa

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La incertidumbre puede enloquecer a cualquier persona, incluso a la persona más paciente; desgraciadamente, Reiner Danovan nunca ha sido una persona paciente y menos con un temperamento adecuado para sobrellevar cualquier cosa. Su nula paciencia era lo que lograba enloquecerlo, de tal manera que sus pasos solo dejaban un sinfín de minas a punto de explotar para cualquiera que estuviera cerca de él. El tiempo se está convirtiendo en algo tedioso y lo que más estaba empezando a detestar.

El coma de Noah es su incertidumbre más grande y por más que desee su despertar, es algo improbable en estos momentos. Sus signos vitales aún siguen siendo demasiado débiles y los doctores aún no descartan que pueda fallecer en cualquier momento. Es algo que ni el mismísimo Reiner Danovan puede controlar si sucede de forma "natural".

La gran mansión se sumergió en una penumbra de inmensa curiosidad desde la llegada de Noah. Muchos parecían estar deseando saber un poco más al respecto, pero permitirse pensar en eso ya es todo lo que pueden alcanzar y esas dudas quedaran en eso: dudas. Aquella habitación donde descansa el cuerpo casi inerte de Noah Spencer, es considerada como un santuario al que solo el señor y los médicos tienen acceso. La espera cada vez parece más eterna. Si tan solo Noah supiera que hay alguien esperando a que abra los ojos, ¿eso le daría la fortaleza para seguir luchando?

La frustración es descargada sobre el único causante de toda la mierda que estaba sucediendo, lo mejor que puedes hacer, es que el pecador pague por sus propios pecados.

Reiner se detiene a unos pasos del cuerpo ensangrentado e inconsciente de quien ha sido estado recibiendo todas las descargas de su ira en los últimos cuatro meses. En su gran mayoría, los guardaespaldas permanecen en shock por toda la tortura que aquellos sujetos han estado recibiendo y como a pesar de eso, siguen vivos; sin embargo, recordar como rescataron Noah de sus garras, les hace reflexionar sobre esa lástima.

Uno de sus guardias entra con un recipiente sucio de la misma porquería del moribundo; Reiner lo toma, dejándolo caer al suelo frente al cuerpo casi inconsciente, se pone de cuclillas y vacía el contenido de una lata de comida para perros en él.

—Sabes, en algún momento me planteé la idea de ser chef —ríe viendo la asquerosa preparación—. Tienes demasiada suerte, eres mi primer comensal. Bueno, también están tus amigos. Como debemos ahorrar utensilios, comerán los cuatro de un mismo lugar, es suficiente comida.

Un baldazo de agua fría, como todos los días, le cae encima haciendo que su cuerpo mallugado reaccione a la temperatura. Baja la mirada al recipiente nauseabundo con la comida asquerosa y con solo escuchar su voz cargada de burla y enfado su cuerpo desnudo, tiembla sin ser capaz de alzar la cabeza. Sus tres compañeros se acercaron arrastrándose y como sea se permitieron comer al mismo tiempo del mismo recipiente, ni siquiera podían usar sus manos al estar atadas detrás de su espalda.

Nunca en sus vidas habían deseado tanto la muerte, pero lograron comprender que sería su mayor regalo y desgraciadamente no lo merecían por todas las atrocidades que habían hecho. Constantemente, cada uno se detenían a pensar que; si hubieran sabido que el mismísimo demonio se había enamorado de ese don nadie, sus manos jamás lo hubiesen tocado.

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