2

81 12 0
                                    

Ethan se lleva un bocado del tocino a la boca, en tanto no paro de mirarlo, ha sido así desde que se sentó en la mesa a desayunar. Aún no me dirige la palabra, lo que me molesta bastante. Parece que para él lo de ayer ni siquiera sucedió. Luce tan sencillo que lo ignore mientras que a mí me está carcomiendo por dentro todo lo ocurrido.

Insiste en continuar con su comida y pasa a beber el jugo de naranja pretendiendo que no existo, ni por un instante me ha puesto el ojo encima. Anoche pasó el sueño tranquilo, dejándome al otro lado de la cama sola con mis pensamientos, como si de verdad no hubiera absolutamente nada que discutir.

Pero está equivocado.

Porque si hay algo que hacer ahora, eso es hablar del tema lo más pronto posible, en vista de que no creo poder soportar esto una vez más.

Antes hice el ridículo al creer que no volvería a suceder. Y eso se acabó. La cara de tonta que me ha estado viendo durante todo este tiempo se cayó ayer en la lavandería, y no ambiciono colocármerla de nuevo.

Tomo un sorbo de agua y la paso lentamente por mi garganta, previo a mis siguientes acciones. Me quito la sortija de matrimonio y la pongo sobre la mesa, justo frente a su plato, y al fin, él me brinda su atención en todo lo que va de mañana.

—Si esto no significa nada para ti entonces no tenemos porqué seguir estando juntos —le digo.

Él detiene todos sus movimientos y me mira estoico, aunque casi con burla. Así mismo, deja los cubiertos y se limpia la comisura de los labios con una servilleta.

—¿Ahora jugaremos a esto? ¿A la esposa ofendida? Ya te dije que nada pasó —me dice—. Así que deja las estupideces porque no quiero que te la quites, tú y yo seguiremos siendo marido y mujer.

Cierro los ojos intentando mantener la cordura. Ojalá supiera cuándo se volvió tan cínico. Él me acerca el pequeño círculo dorado con su índice, restándole importancia a lo que digo. Es un verdadero déspota. Me hago cargo de repetir su gesto, acercando la argolla a él incluso más que antes.

—Estoy harta de tus malos tratos e indiferencias. Te pedí trabajar en nuestra relación y nunca me hiciste caso. Aunque ahora entiendo el porqué, siempre tuviste algo mejor que hacer en esos momentos.

—Stell, ya basta —me ordena—. Eres mi mujer y nunca dejarás de serlo. Y lo que yo haga en mi tiempo libre no es de tu incumbencia. Si algo te toca hacer es encargarte de que todo esté en orden en casa. De lo demás me ocupo yo, ¿quedó claro?

Al culminar se levanta de la mesa con brusquedad, yo me levanto con él, no me hará lo mismo que me hizo ayer cuando llegó; está mal de la cabeza si piensa que su palabra es la única que tiene valor entre los dos.

—¡Lo único que me queda claro es que no quiero seguir contigo! —expreso, golpeando la mesa con la mano abierta—. Me repugna saber que no me respetas y que solo soy una ama de casa para ti. ¡Ni tu mujer soy porque no me tocas desde hace siglos!

—Si sigues esto no acabará bien, Stell —me advierte—. Dependes de mí en todo sentido y si a mí me da la gana dejas de comer.

—Eres un infeliz, Ethan. Jamás que pensé que llegarías a ser tan hijo de puta —le digo, dolida por su actitud.

No tardo en agarrar la sortija y se la lanzo con rabia, él logra atajarla y después rodea la mesa para alcanzarme. Lo observo retadora porque no intuyo que hará tan cerca de mí. Nunca me ha tocado ni con una pluma, pero parece tan enfadado que desconozco qué planea. Sus ojos no son como los del pasado, ya no hay ternura en ellos y mucho menos amor, al menos no por mí, de lo contrario, no sería tan cruel.

Espero atenta por lo que hará, y cuando al fin se anima, me agarra toscamente por la muñeca y me jala hacia él de un tirón. Forcejeo en su contra aún sin saber su cometido, pero me sostiene con tal dureza que me dejo de resistir. Con arbitrariedad, pone la sortija en mi dedo y cierra mi mano dentro de la suya sin importarle que me está maltratando. Vuelve a jalarme y me dice:

—Te dije que no quería que te la quitaras. Tú siempre vas a ser mi esposa, Stell. —Me toma por la nuca y acerca nuestros rostros a más no poder—. ¿Puedes entender eso?

—Te detesto.

—Yo detesto más que me sirvas la comida fría, así que ponte las pilas y sírvemela caliente la próxima vez.

Besa mi frente con salvajismo y luego se alista para irse a trabajar muy tranquilo. Sale por aquella puerta con la serenidad de siempre mientras a mí me deja sumamente desconcertada por lo que acabo de vivir. Hasta cierto punto sentí miedo de su mirada vacía y de lo que pudiera hacer.

Jamás se me ocurrió que Ethan pudiera convertirse en alguien tan diferente al hombre carismático y amoroso del que me enamoré. Ahora me resulta temible, incluso alguien del cual debo tener mucho cuidado.

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯  ☁️ ⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

22.3.24

Soñaré contigo » p.jm [ Terminada ]Where stories live. Discover now