Dia 17

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Deberías de tapar eso de ahí. —digo señalando un hueco en la pared de la terraza.

Él mira con curiosidad la zona y luego niega con la cabeza.

—Cuando las enredaderas crezcan lo taparán ellas mismas.

—Pero la pared está sentida y puede romperse aún más.

—Natalia esta no es nuestra casa, cuando llegue el día que esa pared se desplome créeme que no lo veremos, solo déjala con las enredaderas y no le hagas mucha fuerza.

No lo vería él, seguramente a eso se refería Shin hace un tiempo atrás.

Mientras tomaba una taza de café frente al desastre recordaba el día que él decidió ponerle un parche de plantas a una pared en derrumbe y sonreía con ironía mientras un ladrillo recién colocado acababa de tapar mi vista hacia el otro lado donde estaba el señorito albañil reparandola.

Hasta ese recuerdo de él se había desplomado.

—Debería de llamar a Erick y decirle que tiene que reparar todo esto, si esa pared se desplomó sola significa que hay que hacerle una revisión a las demás.

—Esta pared parecía más inestable que el resto, tranquila no nos caerá la casa en nuestras cabezas, y si lo hace será una muerte rápida y no sentirás nada.

—No me tranquiliza.

Lo veo sonreír, no se cuando me dí cuenta de que era una de las sonrisas más bonitas que había visto en mi vida.

—Pero la verdad es Nataly, que no sé como pude reparar esta pared oliendo todo el tiempo a Rosita Fresita.

—¿Porqué hueles a Rosita Fresita? —pregunto con diversión.

—Es el champú que utilicé esta mañana, es como si me hubiera echado un sobre de refresco de fresa en el cabello.

—¿Tu champú es de fresa?

—No. El tuyo es de fresa.

Doy la vuelta a la pared para mirarlo a la cara. ¿En serio también utilizaba mis champús?

—¿Por qué utilizaste mi champú?

—Olvidé comprar uno para mí cuando fuimos de compras, relájate, no parece tan importante porque está casi lleno, hay otros que tienen más uso.

—¿Cuál utilizaste? —pregunto temiendo de su respuesta.

—Uno con una chica asiática en la etiqueta.

Lo sabía.

—El que utilizo cuando no tengo tintes. —suspiro con frustración.

—¿Usas diferente champú cuando no tienes tintes?

—Y para cuando lo tengo lacio, también uso otro para cuando lo tengo en ondas,tienen diferentes acciones en el cabello. —le explico con molestia.

—Te complicas mucho la vida, con uno que haga espuma basta —suelta relajado mientras da unos pequeños toques a un ladrillo recién colocado.

—Todos hacen espuma ¿Cuál usas tú?

—No lo sé, tiene un elefante de juguete en la etiqueta. —se encoje de hombros.

Yo no puedo evitar soltar una carcajada que en un instante capta su atención.

—¿Por qué la señorita de los quinientos champús se ríe? —me pregunta con curiosidad.

—¿Usas un champú infantil? —vuelvo a reír.

Él deja la cuchara de albañil en una mesa y se cruza de brazos sin dejar de mirarme.

Imagíname sin tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora