Capitulo 7

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Toc, toc, toc. Golpeé la puerta del despacho de Karina, esperé un segundo y entré. “¿Te queda mucho?”. Pregunté nada más entrar. Karina estaba en su escritorio, tecleando en su ordenador mientras miraba unos informes que tenía al lado. “Mm…yo diría que media hora o así”. Me respondió apartando la mirada de los informes y dedicándome una sonrisa. Era la hora de comer del viernes. Ese día no trabajábamos por la tarde y la gente de la oficina había ido abandonando poco a poco sus sitios para empezar el fin de semana. Yo había terminado mi trabajo unos minutos antes y ya lo tenía todo recogido para salir. “¿Tu ya has terminado?”. Me preguntó Karina estirándose un poco. Llevaba una blusa blanca de corte formal y, aunque el escritorio no me dejaba verla ahora, sabía que hoy llevaba una falda negra a la altura de las rodillas, medias negras y zapatos también negros de tacón bajo. “Sí, yo ya estoy”. Le respondí. Karina sonrió y asintió. “¿Nos vemos mañana entonces?”. Asentí. “Sí, pero si quieres te espero y vamos a comer”. Karina sonrió alegre. “¿No te importa esperar?”. Negué con la cabeza. “Tampoco tengo nada mejor que hacer, la verdad. Prepararme un poco para mañana y ya”. Respondí sonriendo. Karina me devolvió la sonrisa y siguió tecleando. El despacho de Karina era pequeño, apenas el escritorio y un par de sillas adicionales frente al mismo, con una ventana reflectante que permitía ver el exterior sin que se viera el interior. Todo estaba ordenado, con algunas fotos y recuerdos de su hija decorando la mesa. “¿Todavía queda alguien o ya han salido todos escopetados?”. Preguntó sin apartar la vista del trabajo. “Solo nosotras”. Le respondí mientras curioseaba la decoración del despacho. Karina me miró un segundo y continuó con el trabajo durante unos minutos más sin comentar nada mientras yo curioseaba mi móvil respondiendo algunos mensajes. Paró de escribir y se estiró una vez más. “Sabes”. Comentó con aire distraído. Alcé la cabeza de mi móvil. “Me vendría genial un masaje en los pies, estos zapatos no son los más cómodos del mundo”. Karina estiró la pierna por debajo del escritorio dejando el zapato a la vista. Sonreí ante su comentario. “Lo raro es que los lleves puestos estando en el despacho tu sola”. Karina se encogió de hombros y siguió tecleando. Devolví mi atención al móvil hasta que pasados unos segundos Karina carraspeó fuertemente llamando mi atención. Levanté la mirada y vi como repetía el gesto de enseñarme su zapato. Una bombillita se encendió en mi cabeza. “Estamos en la oficina Kari”. Repliqué a su sugerencia silenciosa. “¿No se habían ido todos ya?”. Llevé la mirada a la puerta abierta del despacho contemplando el exterior vacío. “Ya, ¿pero y si alguien ha olvidado algo y regresa?”. Karina apuntó con una mano al manillar de la puerta de su despacho. “Si giras esa cosa la puerta se cierra y nadie ve lo que hay dentro”. Comentó sarcástica. Le devolví una mirada igual de sarcástica “Ja, ja. Muy graciosa”. Karina sonrió divertida. “Siempre, ya lo sabes”. Volvió a teclear, con el pie todavía extendido. Durante un minuto mi cabeza dio vueltas pensando. Hasta ahora nuestras sesiones se habían limitado a los fines de semana en casa de Karina, aunque si era cierto que habíamos hecho lo del centro comercial. Pero la oficina…eso era otra cosa. A pesar de mi reticencia, una sensación cálida se iba extendiendo por mi cuerpo. Karina balanceaba rítmicamente su pie extendido sin mirarme ni comentar nada más, tecleando en su ordenador. Lancé un gran suspiro y cerré la puerta. “Ya verás cómo nos pille alguien”. Karina sonrió ante mi comentario.

Me acerqué hasta el escritorio y me senté en el suelo. Yo iba vestida con una camiseta y pantalones vaqueros, con zapatillas deportivas. Sostuve el pie de Karina con mis manos, le quité el zapato y empecé a masajearle el pie. “Mm…sí”: Ronroneó Karina al poco. “Mucho mejor”. Karina continuó con su trabajo mientras yo masajeaba su pie. Pasados unos minutos, Karina cambió un poco de postura y alzó la pierna, dejando su pie descalzo a la altura de mi boca. “Kari…”. Comenté con cierto deje en mi voz. “¿Sí?”. Fue toda la respuesta que recibí por su parte. “¿Qué haces?”. Karina tecleó un poco más. “Terminar esto para que podamos irnos a comer”. Aunque ella seguía con la mirada puesta en la pantalla le lancé una mirada sarcástica. “Ya sabes a lo que me refiero”. Siguió tecleando. “La verdad es que no”. Replicó con tono de falsa inocencia. Lancé un suspiro. “¿Qué haces con el pie?”. Karina dejó de teclear. “Oh”. Respondió con falsa sorpresa. “A estas alturas me imaginaba que ya lo sabrías Winter”. Comentó con el mismo tono. “Cuando tu Ama pone su pie al alcance de tus labios es para que les des el trato que se merecen con esos mismos labios”. Apartó la mirada de la pantalla y me miró divertida. “¿O acaso me equivoco?”. Preguntó. Le aguanté la mirada unos segundos antes de lanzar un suspiro. “No Ama, no te equivocas”. Karina sonrió triunfal y agitó su pie frente a mi cara. Lo volví a sostener entre mis manos y lo besé. “Mm”. Ronroneó Karina una vez más. El calor que había sentido antes recorrer mi cuerpo iba en aumento, acentuado por el escenario en que nos encontrábamos. El tacto del nylon de las medias contra mis labios era extraño pero agradable. Con delicadeza, besé el pie de Karina y empecé a lamerlo. Mi lengua recorrió su planta. Atrapé sus dedos entre mis labios, succioné y lamí. Durante varios minutos mi lengua y labios masajearon el pie de Karina. Esta apartó finalmente su pie para a continuación levantar el otro. Le quité el zapato y repetí los cuidados. “Winter”. Me llamó Karina en cuanto empecé con el segundo pie. Alcé la vista para mirarla. “Arrodillada mejor que sentada” Comentó con una sonrisa. Asentí y cambié mi posición para arrodillarme frente al escritorio. Una nueva oleada de calor recorrió mi cuerpo. Karina el pie y seguí con mi labor. Karina aprovechó mi nueva postura para apoyar su pie libre contra mis muslos, moviéndolo suavemente de arriba abajo. Durante un buen rato continué con los pies de Karina, la cual los iba alternando a cada poco. Tras casi quince minutos, Karina apartó ambos pies de mí. “Mm…mucho mejor”. Dijo estirándose de nuevo. “Gracias Winter”. Me sonrió desde su sitio y le devolví la sonrisa satisfecha. “Levanta”. Asentí y me puse de pie frente al escritorio. Karina giró un poco su cabeza. “Da un par de pasos atrás”. Extrañada le hice caso y retrocedí dos pasos. “Ahí estas bien”. Me comentó sonriendo. Me miró de arriba abajo. “Desnúdate”.

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