Agridulce

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El filo de la navaja amenazaba con hacer una ligera grieta sobre la piel blanca y tersa frente suyo, una temblorosa mano sujetándola y acercándola a la piel que amenazaba con herir.

Una lágrima cae, un par de ojos se cierran con fuerza y el fil se incrusta amargamente sobre aquella piel, haciendo un corte delgado; un líquido espeso y rojizo brota con lentitud, no es mucho pero igual quema al salir. Ya no duele como la primera vez, por lo que Kyungsoo siente la necesidad de volver a desgarrar levemente el dorso de su brazo, un quejido escapa de sus labios pero no es el dolor físico el causante.

Su corazón se comprime y una amarga lágrima marca con fuego su rostro, sus ojos se hinchan con el paso de los minutos mientras llora, la sangre cesa pero el dolor es abrumador, porque sigue ahí, latente en su ser, quiere gritar pero la voz se corta, dejando a su paso míseros sollozos.

Las sábanas se aferran a su cuerpo así como el dolor a su corazón y la agonía a su alma, el sueño se apodera de su ser, sus párpados pesan y se cierran entregándolo a la oscuridad de sus sueños.

***

Abre los ojos pesadamente, las sábanas lo sueltan, la amargura sigue en él, quien lo acoje de brazos abiertos y es que se sentía tan solo que aparentemente cualquier compañía le hacía bien.

Un ligero ardor acaricia su brazo cuando el viento sopla, pero no duele tanto como para llorar esta vez.

***

La puertas del colegio están por cerrarse, Kyungsoo apresura el paso sin llegar a correr pues no quería sudar, no le gustaba sudar. El seguridad le dedica una mirada desaprobatoria por el evidente retraso y a la vez compasiva al percibir las dolorosas marcas en sus muñecas.

Kyungsoo lo ignoró nuevamente, lo ignoró como todos los días, lo ignoró como lo hacía con casi todos los demás a su alrededor.

Una mano firme envolvió su muñeca, el tacto era lastimoso y erizante, casi cruel, los largos dedos ajenos quemando la piel herida, no precisamente por los cortes en ella, sino por quien era el responsable de ellos.

Jongin lo miró retorcerse y soltar un silencioso quejido que fingió no haber visto jamás, Kyungsoo desvió la mirada al suelo porque los oscuros ojos del moreno lo estaban consumiendo. Lo hacían querer más de él, le causaba estragos y dificultad para respirar, estaba asfixiándolo, le estaban brindando una dolorosa felicidad a medias que de momento le hizo olvidad la razón por la cual sus brazos y piernas tenían citas diarias con la navaja.

El pulgar de Jongin recorrió suavemente las heridas del mayor, sus lavios se curvaron en una mueca indescifrable para después acariciar delicadamente toda la zona herida; las piernas de Kyungsoo temblaron y creyó que caería al suelo, pero no lo hizo.

Sabían claramente que quizás todos los miraban desde las aulas, pues la plaza cívica estaba desierta a excepción de ellos dos, pero era lo que menos importaba.

El más alto caminó sin soltar al más bajo, ninguno habló, no sonrieron, ni fruncieron el ceño, simplemente caminaron en un silencio acogedor.

El jardín trasero les sonrió con amargura, un árbol enorme les brindó sombra, las flores los abrazaron al recostarse y el césped los acarició gentilmente. Sus manos se unieron, entrelazando sus finos dedos; buscaron sus miradas y sus labios se encontraron en un ligero contacto.

Sus cuerpos se acercaron al ajeno buscando encajar, consiguiéndolo casi al instante, cada curva parecia estar hecha para juntarse y embonar. Sus labios se acariciaron durante eternos minutos disparando adrenalina y un sinfín de emociones por sus venas.

Nuevamente supo que Jongin no lo dejaría ir a sus clases y él no pondría oposición porque la realidad era que tampoco quería ir, quería estar a su lado tanto como le fuera posible antes que llegara el final y todo acabase.

***

Las horas pasan entre besos y miradas ocasionales, sonrisas ladinas y caricias cuidadosas, la espalda de Kyungsoo aferrada al pecho de Jongin sintiendo su corazón latir con tanta calma que se le forma un nudo en la boca del estómago y un sutil calor se acumula en sus mejillas, coloreándolas de un delicioso color carmesí.

La tristeza y el dolor viajan por sus venas repartiéndolo por todo su cuerpo, mezclándose con una pizca de alegría y felicidad; Jongin le gira el rostro en busca de sus labios y por un momento todo parece estar bien, pero no.

Es un beso lento, dulce, suave, amargo, agridulce.

La campana suena anunciando que la jornada escolar llegó a su fin, el corazón de Kyungsoo se detiene y el dolor se vuelve a estancar en él con fuerza.

Los demás alumnos salen de sus aulas, al verlos en aquel jardín les dedican miradas de desprecio y sólo quizás, también de asco.

Kyungsoo siente ganas de llorar y tener una larga cita con el filo de su pulcra navaja, Jongin lee sus pensamientos y sus labios gélidos le susurran cálidamente "No lo hagas, hoy no".

La voz fría pero casi suplicante del más alto lo hacen querer sentirse culpable de algo que no está seguro que lo sea.

Unos labios besan su nuca, de pronto el aire frío golpea su cuerpo y es entonces que lo sabe, Jongin se fue.

No hay un beso de despedida o una última mirada, no hay mas que migajas de afecto y Kyungsoo se cuestiona si realmente vale la pena.

***

El camino a casa es frío y solitario, lágrimas de por medio y suspiros ahogados. Al llegar a casa está vacía, su madre no está, nuevamente, no le es extraño, ya que nunca está pero eso no significa que no le duela. 

Después de todo su madre "no quiere un maldito homosexual como hijo". Está muy consciente de ello y sus palabras llenas de desprecio retumban en sus oídos diariamente.

Jongin aparece en su mente cuando la navaja está por reabrir las heridas del día anterior, pero ¿quién es Kim Jongin en ese momento?

Jongin seguía siendo simplemente el idiota que sonreía sensual y miraba con fiereza, era el idiota del que se había enamorado y no le correspondía.

Jongin era el idiota al que le importaba una mierda lo que su corazón frágil sintiese con tal de pasar un buen rato, el idiota que estrujaba su corazón, el idiota que le brindaba un poco de alegría por un par de besos dolorosos.

Era el mismo idiota que le regalaba calor, caricias yna extraña felicidad agridulce.

***

El filo de la navaja rasgó más de lo que Kyungsoo hubiese calculado, más de lo que a Jongin le hubiera gustado.

Los fuertes brazos del menor se aferraron al pálido cuerpo inerte de Kyungsoo mientras deja que las lágrimas quemen su rostro al bajar y descansar sobre el lánguido cuerpo, más pálido que de costumbre.

El moreno no puede evitar sentirse culpable por no haberlo amado lo suficiente para retenerlo a su lado, por no habérselo demostrado con la fuerza e intensidad que merecía.

Debio darle mpas amor cuando lo necesitó, debió ser un amor dulce y firme, sin tintes de amargura y dolor. No debió ser tan amargo.

Probablemente Kyungsoo se encontraba en un lugar mucho mejor, lejos del dolor y las burlas, lejos del rechazo y malos tratos.

Lejos de Jongin.

De alguna manera eso le brinda cierta paz, pero el moreno se siente egoísta porque lo quiere de vuelta, porque ahora comprende esa felicidad agridulce de la que Kyungsoo solía hablar cuando estaba a su lado; le resultaba irónico y hasta bizarro que tuviera que comprenderlo de aquella manera.

Ahora entendía que la acidez era más palpable que la dulzura en su situación y no quería que fuese así.

No quería sentirse solo, sin Kyungsoo.

Bittersweet Happiness [KaiSoo]Where stories live. Discover now