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2004

Las semanas que se sucedieron al beso fueron insoportables para Melany. No podía dejar de recordar lo que había sentido. Había visitado el local de su abuelo dos veces por semana con la esperanza de que Alejandro volviera antes de lo esperado. Por en contra de todos sus deseos, no sólo no apareció antes, sino que tampoco lo había hecho junto a su abuelo, en las dos últimas oportunidades. 

Alfredo había hecho mención de unos compromisos que no le habían permitido venir, pero Melany intuía que esa no era la razón. Comenzó a creer que jamás lo volvería a ver, pero cuando lo imaginaba, no se resignaba a darse por vencida. 

Una aburrida tarde de sábado, en que el local había sido poco concurrido, terminaba de acomodar por quinta vez el cajón de las tuercas por tamaño, cuando se le ocurrió una idea. Recorrió con su vista las paredes del local y fue tomando con pericia diferentes elementos que solía utilizar cuando era más chica. 

Pasó los siguientes días trabajando en su proyecto hasta que por fin estuvo conforme. Era un pequeño robot de 10 cm de altura, con tuercas de distintos tamaños unidas por un alambre casi invisible dispuesto por dentro, dos tornillos negros de cabeza redondeanda hacian a las veces de ojos, y un circuito metodicamente diseñado encendía un apequeña luz roja que adquiría el aspecto de un sombrero. Satisfecha por su trabajo tomó una de las placas de metal que guardaba su abuelo en el armario y con mucha dedicación talló R2D2 04 para atornillarlo en la base de su robot terminado. Si bien no se parecía al mítico robot de Star Wars, lo veía como una versión actualizada del 2004. Para terminar su obra añadió unos trozos de cinta azul y colocó meticulosamente 4 diminutas tapas amarillas, dándole aspecto de camiseta de fútbol con los colores de su club.

Lo envolvió en una caja, con abundantes bollos de papel de diario, y a drede lo tapó con la tapa del deportivo de ese domingo que informaba de la abrumadora victoria de Boca Juniors. Entonces escribió una nota y espero pacientemente que Alfredo volviera a visitar a su abuelo para entregárselo.

Cuando Alejandro recibió el paquete de parte de su abuelo se sorprendió tanto como se alegró. Él no había sido capaz de aceptar lo que Mel le producía y por eso se había comportado lo suficientemente cobarde como para no asistir a su encuentro. 

Al abrir la caja la foto de los jugadores de Boca le divirtió tanto que se sintió un tonto por no haber vuelto a verla, pero al ver al pequeño robot tan perfectamente diseñado un nudo obstruyó su garganta. Lo examinó con detalle y admiración, el nombre le causó gracia y al encender la pequeña luz roja se quedó estupefacto. 

No sabía bien qué debía hacer, lo acomodó con entusiasmo en su escritorio, al lado de la lámpara que lo iluminaría cada noche y cuando iba deshacerse de la caja vio un sobre con su nombre de puño letra. 

Querido amigo: Te extraño.

Mel.

La nota, aunque corta, tenía las palabras justas. El también la extrañaba. Sus sentimientos le habían jugado una mala pasada. Mel con sus catorce años se había mostrado más madura que él.

Pero entonces las dudas comenzaron a invadirlo. ¿Acaso no recordaba que se habían besado? ¿Querido amigo? ¿Qué le hacía pensar que andaba besando a sus amigas por que si? ¿Por qué tenía la necesidad de verla? ¿Cómo podría retribuir su regalo?

Sin pensarlo mucho más le pidió a su abuelo el teléfono de Lautaro y llamó. 

-¡Hola! - respondió el aludido.

-Eh.. hola Don Lautaro, disculpe la hora.- dijo tembloroso Alejandro arrepintiéndose con cada palabra.

-¿Quién habla? - dijo el anciano al otro lado del teléfono, en tono brusco.

-Ah, disculpe soy Alejandro, el nieto de Alfredo. Me preguntaba si por casualidad Melany se encontraba con usted. -El largo silencio que siguió, hacía que pudiera escuchar hasta el latido de su propio corazón a gran velocidad. Cuando estaba a punto de cortar se oyó un ruido a lo lejos al otro lado de la línea y una voz lo atravesó como una helada ráfaga de viento. 

-Hola amiguito, Decime que te gustó mi regalo. - dijo con dulzura y entusiasmo una Mel , que si bien sonaba segura, sentía que sus rodillas estaban a punto de aflojarse.

-Hola bostera, la verdad está bastante bien, me llamó la atención la eleccion de la cinta aisladora azul y los detalles amarillos, pero por el resto esta buenisimo - dijo intentando sonar serio pero con la sonrisa dibujando en sus labios. 

-Ja, ja, ja - Mel rio con ganas, estaba feliz de volver a escuchar su voz. - Era la única que le quedaba al abuelo. - agregó con fingida afirmación.

-Me imagino, ¿No queda ninguna en el cajón derecho del mostrador, ni blanca ni roja? - preguntó con curiosidad haciendo alusión a los colores de su club.

-Ni una. - respondió divertida Mel. 

La conversación se prolongó por una hora más. De a poco volvieron a ser  los que habían sido meses atrás. Podían adivinar los gestos que hacían aún sin mirarse, se divertían y disfrutaban. Alejandro se había acomodado en el sillón del living de su casa y ajeno a la penumbra que se había apoderado del cuarto, continuaba hablando en la oscuridad, concentrado en hacer reír a Mel cada dos frases. Por su parte, a ella sentada sobre la banqueta alta tras el mostrador, parecía no importarle que la temperatura haya bajado y no llevaba medias, sólo quería continuar hablando un siglo más. 

Entonces la madre de Alejandro lo convocó para cenar. El grito lejano los devolvió a la realidad. 

-Uh, se hizo tarde. - dijo Alejandro con pocas ganas de terminar la conversación

-Si, a mí ya me vienen a buscar seguro.- respondió Mel sin encontrar las palabras para despedirse.

-Eh… Mel. - comenzó Alejandro.

-Si… - respondió Melany.

Un silencio que más que incómodo sonaba esperanzador los envolvió. Pero Mel no estaba dispuesta a perder su amistad.

-Tengo una idea, amigo. - dijo haciendo énfasis en la última palabra. - ¿Qué te parece si cada vez que gana Boca me llamás por teléfono? - le dijo con inocencia pero llena de anhelo. 

Alejandro comenzó a reírse.  -¿Qué cosas se te ocurren? .- 

-Si, dale. Yo vengo a ayudar al abuelo martes, jueves y sábados. Entiendo que estés grande y te aburra venir hasta acá o armar artefactos, pero yo me divierto hablando con vos y creo que vos un poco también. - añadió venciendo la timidez.

Alejandro, que se había incorporado del sillón y ahora caminaba en círculos por la habitación, luego de un largo suspiro le respondió.

-Mel… que gane Boca. -

Rivales pero amantesWhere stories live. Discover now