Capítulo 1.

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Si alguien le preguntaba cómo había terminado ahí, no habría sabido decirle. ¿Qué hacía un profesor universitario como él, alguien conocido como el Terror de las Letras, desperdiciando su tiempo libre viendo a un streamer jugando videojuegos? Y encima, jugando mal. Pero eso estaba haciendo, y no era la primera vez ni sería la última. Pensaba acompañar al muchacho todo el tiempo que hiciera falta.

Algo en ese chico lo fascinaba, lo hacía volver a él una y otra vez. Una sonrisa aparecía en su rostro cada vez que lo veía fallar en el juego y pedir disculpas a sus seguidores, unos escasos cincuenta, pero muy fieles a juzgar por el hecho que estaban allí siempre. Luego se preguntó si ellos estarían ahí por la misma razón que él: porque estaban locos por el joven streamer.

"Es hermoso, debajo de ese pelo revuelto y esas ojeras de jugar toda la madrugada", pensó después del segundo o tercer stream. "Es… o al menos parece, tan vulnerable. Me dan ganas de protegerlo. Y decirle cosas que no pienso poner en el chat, porque no pienso exponerme ante los demás" reconoció aquella noche, cuando el stream estaba por terminar. Su adoración había logrado superar un difícil nivel y estaba contento, y a él se le ensanchó una gran sonrisa en la cara cuando lo oyó decir un mensaje.

-Gracias a los donadores de hoy por su apoyo, ¡no tienen idea cuánto lo aprecio! Unos cuantos directos más y podré comprar un micrófono nuevo, jeje. Un agradecimiento especial al TerrordelasLetras, amigo, no sé por qué ese apodo tan misterioso pero para mí no eres ningún terror, eres un ángel. Tus donaciones son tan generosas que merecen un saludo especial…

"Me ha mandado un beso" pensó, con el corazón latiendo a todo ritmo. "Me ha… mandado un beso a través de la pantalla. Ah… ¡es tan irresistible que no lo puedo soportar! Mi amor. Me encantas, me encantas tanto… por ti soy capaz de donar lo que sea. Te compraré un micrófono y todo lo que quieras con tal de seguir viéndote" se dijo con intenso ardor, lamentando el momento en que el stream llegó a su final. Era tarde y él ya debería haberse acostado hacía varias horas, teniendo en cuenta que debía madrugar para preparar sus clases, pero no pudo moverse de la silla por un buen rato. 

En efecto, nadie podría haber reconocido al profesor más severo de la universidad en ese hombre apasionado que besó la pantalla antes de apagar su portátil, deseándole buenas noches a su streamer favorito. Pero cada persona era un mar de secretos insondables debajo de una fachada pública, y así debían ser las cosas. Todos tenían derecho a tener una o dos pasiones ocultas en las que dieran rienda suelta a todo su amor y deseo.

Offline LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora