La realidad muerde

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El romance nunca fue algo que me interesara. Mi teoría es que la obsesión de mis padres entre ellos y sus constantes demostraciones gráficas de afecto son lo que me alejó de todo lo relacionado con el amor, los sentimientos y las relaciones románticas.

Aún así, nunca tuve un problema con esto.

No veía el sentido en pensar en alguien cuando hay tantas cosas mejores que hacer. Como escribir o tocar el chelo.

Escribir me resulta fácil, escribo casi como respiro. De hecho, puede que respirar me tome más esfuerzo.

El problema con la escritura es que toma tiempo y requiere que el escritor esté en un estado mental muy específico. Uno que se perturba fácilmente.

A su vez, cualquier cosa que me distraiga de mi escritura es molesto y sin importancia.

No vine a Nevermore buscando el amor como una adolescente obsesionada con los chicos. Realmente no podría importarme menos las relaciones. Asimismo, estaba más concentrada en los misterios que rodeaban la antigua escuela de mis padres.

Pero estaría mintiendo si dijera que él no ha cambiado algo en mí. Y no suelo mentir en mi propio trabajo.

No tiene sentido mentirte a ti misma.

Merlina paró de escribir en su máquina, había escrito más de lo que debía.

Recogió el papel nuevo de la máquina y lo rompió en pedazos, desechándolo en un bote de basura cercano. Nadie necesitaba ver eso.
El romance no era parte de esta novela. Viper no se enamoraba.

Al igual que Merlina no lo hacía.

Por primera vez en su vida, Merlina decidió terminar su tiempo de escritura temprano y enfocar su mente en otra cosa, algo que no implicara pensar en Tyler Galpin.

Ella realmente no debería estar pensando en él.

Merlina salió de su dormitorio y se encontró con una multitud de estudiantes ocupados, casi todo su grado parecía estar dando vueltas por los pasillos de Nevermore. Estaban sentados alrededor de las ventanas y soplando velas derretidas que colgaban del techo.

La escuela había empezado hace tres semanas. Era de noche, excepto que el otoño de septiembre hacía que las seis de la tarde pareciera la mitad del día.

Merlina no se quejaba del cambio de clima, el otoño era mucho mejor que el verano, el verano la obligaba a usar camisetas sin mangas y medias cortas.

Finalmente vio a sus amigos pasando el rato cerca de la sala de estar, podía escuchar su discusión sobre una tarea que a Merlina realmente no le importaba.

Enid y Xavier notaron su presencia, su ruidosa compañera de cuarto se llevó el honor de hablar primero.

"¡Merlina! ¿Qué estás haciendo afuera del cuarto? Son las seis diez, ¿no es hora de escribir?" Enid no parecía tan preocupada, más sorprendida de ver a su amiga antisocial fuera de su habitación compartida.

Merlina había mejorado un poco desde el primer año, ya no ignoraba a nadie que intentara hablar con ella. No era mucho, pero era lo mejor que se podía hacer. No es que Merlina intentara ser amable, pero era algo que estaba vigilando.

Merlina la miró fijamente, pensando en qué responder. "Estar encerrada en nuestro dormitorio escribiendo finalmente comenzó a aburrirme, quería ver qué estaban haciendo los demás." Era mentira, por supuesto, y esperaba que Enid no se diera cuenta.

Su obsesión Where stories live. Discover now