Capítulo 2.

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Y como supuse, ser padre primerizo fue todo un reto. Decidí volver a Mónaco durante una temporada, dejando mi asiento de piloto al 3er piloto de Ferrari, mi hermano Arthur, quien acababa de ganar el mundial de pilotos de F2.

La decisión fue muy difícil de tomar. Dejé de lado lo que soñé toda mi vida, a lo que mis esperanzas y oportunidades de ser campeón mundial este año se hicieron cenizas. Me reconfortó pensar que solo sería durante unos meses.

Me mudé con Charlotte a su lujoso y amplio apartamento, donde decidimos criar a nuestra hija hasta que yo volviese a Italia a continuar con mi carrera. Ni ella ni yo teníamos pensado que haríamos cuando yo volviese a mi rutina y ella a la suya, es decir, a cada uno vivir su vida por separado, como hasta ahora. Una bebé que dependía de los dos en un mundo donde vivíamos alejados iba a ser de lo más complicado.

Preferimos dejar eso para más adelante, donde ahora solo priorizamos en disfrutar de los primeros meses de nuestra hija.

Y así, pasaron 3 meses desde que Valentina nació. Charlotte y yo dormíamos en la misma habitación en camas individuales, para estar más cerca de la cuna de la bebé tanto uno como el otro, por si algo pasaba.

Aquellos 3 meses se volvieron más difíciles de lo que pensaba. Mi hija tuvo cólicos desde el primer mes, donde tanto Charlotte como yo batimos el récord de no dormir durante un número determinado de noches. Además de los contantes llantos y rabietas a las altas horas de la madrugada que nos mataban incrustándonos en la piel ojeras y obviamente alterándonos las horas de sueño.

Me centré en que esto no afectara más a Charlotte que a mí. El médico comentó que un vuelco en la rutina o un desorden considerado en la crianza de los primeros meses podría crear ansiedad o depresión en la madre, creando una depresión post-parto. Y aun que Charlotte no lo quisiese admitir, era justo lo que tenía.

Era un sábado donde mi hija había cumplido hace poco el tercer mes. Charlotte y yo solo comíamos yogur en la cocina, sin decir nada ni objetar nada, solo comíamos en silencio disfrutando de la paz de no escuchar un llanto perturbar nuestros oídos sin cesar. Siempre procurábamos no hacer ruido para no interrumpir las horas de sueño de Valentina, y esta vez no era la excepción.

—¿Estas bien, Char?— Pregunté, mirándola a los ojos. Ella solo levantó su cansada y triste mirada para conectar con mis ojos durante unos segundos. Acto seguido volvió a bajar su mirada para continuar comiendo.

Decidí no añadir nada más y seguir comiendo, hasta que un sollozo de su parte penetró mis oídos. La miré, estaba llorando en silencio mientras se llevaba a la boca una cucharada de yogur.

—Ey no, Char no, no llores.— Dejé de lado la comida para ir a abrazarla. Al entrar en contacto con ella, note como su respiración era irregular y rápida, le faltaba el aire.

— Charles no puedo, de verdad que no puedo más.— Comenzó a hablar. —He intentado ser buena madre y soportar todo lo que se supone que una madre debe hacerlo, pero de verdad que no puedo.— Ella dejó caer el bol del yogur en la encimera bruscamente, haciendo que solo a unos metros de nosotros, en la cuna donde Val dormía, esta se despertase.

Note como Charlotte se puso tensa al escuchar el primer llanto emergente de la boca de nuestra pequeña.

— No por favor no, ¡Haz que se calle! — Gritó la mujer enrabiada y triste, mientras se tapaba los oídos y cerraba los ojos mientras se sentaba a los pies de la isla de la cocina.

Yo miraba la escena incrédulo. Sabía que esto era duro pero, ¿Tan mal estaba Charlotte que no me había dado cuenta? Solo había que mirarla, ahora mismo estaba teniendo un ataque de ansiedad, retorcida en el suelo por el llanto de nuestra hija.

Ferrari's boy treasure ~ Charles LeclercWhere stories live. Discover now