Quince

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ねこ 株式会社

¡Quería matarla! No, definitivamente eso era muy poco para las miles de
ideas de lo que le podía hacer a Arin en ese momento.

Matarla sería muy fácil, quizás torturarla un poco arrancándole cada uno de sus dedos hasta verla llorar y después cosérselos.

Y no, Soobin no era un seguidor de esas películas donde todo es sadismo, pero en este momento sabía que podía moler a golpes a la bajita si la tuviera frente a sus ojos.

Era la tercera, quizás cuarta vez que recorría las mismas calles cercanas a la urbanización donde vivía uno de sus mejores amigos, Yeonjun no aparecía por ningún lado y ya se había hecho de noche.

Soobin se encontraba pasando por
cada etapa de la locura hasta este momento, donde sus sentidos se
encontraban agudos, intentando escuchar hasta el más mínimo ruido por si alguno de esos se parecía al maullido de un gatito.

No era que fuera llorón, él podía justificar las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos con el simple hecho de que se le había escapado el amor de su vida, no encontraba a su pequeño niño y si no aparecía era capaz de golpearse la cabeza contra la pared hasta que reventase, claro, eso después de hacerle lo mismo a Arin.

Una vez la peli-negra lo había llamado, Soobin cortó el teléfono sin siquiera escuchar lo que seguía después del "Yeonjun se escapó." Salió de la casa, sin importarle absolutamente nada, solo buscar al pequeño, que no había estado en la calle nunca desde que lo conocía, que estaba lejos de la casa de Soobin y por sobre todo, al que estaban buscando unos hijos de puta para hacerle quien sabe que cosas.

Claro, se había asegurado de dejar a Jimin y a Sunoo en su casa, con la intensión de que si alguien volvía a pasar preguntando por Yeonjun, supieran que sí había un adolescente y un gato ahí, pero no eran los que ellos estaban buscando; y bueno, Jimin servía de mucho, ya Soobin se encargaría de quitar las manchas de
evidencia de los actos sexuales entre esos dos de su sofá, esa no era su
prioridad ahora.

–Maldición, Yeonjun, dónde estás. –
Quería sacar la cabeza fuera de su auto y gritar a los cuatro vientos el nombre de su bebé, pero a la vez sabía que era ya tarde y si lo hacía, al menos una persona terminaría llamando a la policía por un loco psicópata que se le ocurre hacer un teatro de gritos en la calle a esa hora.

Lo peor de todo era que su mente le jugaba muchas malas pasadas.

Él podía hasta ya imaginarse a Yeonjun siendo raptado fuera del país con tal de que no se escape de nuevo, o a personas haciéndole tantas que cosas al pequeño minino por ser tan malcriado y huir.

No quería, Soobin jamás se perdonaría la vida si perdía al dueño de su mundo una vez lo había encontrado.

Detuvo su auto en un semáforo en rojo y golpeó su cabeza contra el volante.

Dolía, sí, pero nada se comparaba a la opresión en su pecho por la simple
idea de perder a Yeonjun y a esa amarga sonrisa en su rostro.

¿Cómo podía cambiar tanto su vida de un momento a otro? Soobin había pasado desde ser un chico totalmente normal, con un trabajo casual y una vida monótona, a un ladrón del pequeño que le robó el corazón y no iba a dejar que esos que decían ser sus dueños pusieran una mano sobre lo que le pertenecía, porque Yeonjun era suyo, completamente suyo.

neko corporation ⌗ soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora