POV; cap. 9

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Así como crucé la puerta, mis ojos encontraron los de ella y ambos conectaron. Fue como si hubiésemos notado la presencia del otro. Nedra sonrió con alegría, saludándome, mientras yo me acercaba.

—¡Al! —saltó Celia nada más llegué, sorprendida.

—¿Cómo están mis dos chicas favoritas? —dije.

—Qué pelota —bromeó Nedra.

—Oye, por mí que no pare —añadió Celia.

¿La verdad? Eran curiosas juntas. Se complementaban, peleaban, reconciliaban y volvían a empezar en menos de cinco minutos.

—Tú quieta, que es mío —defendió Nedra. Y algo, una vez más, se revolvió en mí.

—Vaya, ¿cuándo me he vuelto un juguete? —me burlé, tomando asiento junto a ella.

—Al, ven. Déjame tu mano —saltó Nedra.

Le ofrecí esta y ella la... ¿analizó? No entendía nada. Entre ellas intercambiaron miradas, algo traviesas, y entonces me preocupé. Supe que era prueba de algo, pero no sabía de qué.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —pregunté inquieto.

—Nada —aseguró, dándome unas palmaditas en la espalda y una sonrisa que escondía demasiado—, que eres todo un capeón.

Celia rio, como si me hubiese convertido en alguna especie de chiste. Definitivamente estas dos juntas eran peligrosas.

—¿Qué? —insistí.

—Naaaaaada.

—Nedra, contigo nunca es nada —anoté.

—Nada, sólo mirábamos las líneas de las manos —dijo, esquivando mi mirada de esa forma; esa en la que sé que algo oculta o trama.

—Sabes que sé cuando mientes, ¿no?

—Joder —dijo Celia.

Nedra me hizo una mueca, con ese diminuto fastidio por yo conocerla tanto.

—¿Qué? —anoté de forma retórica.

—Luego te lo diré. Lo prometo —aseguró y sus labios se apretaron, conteniendo una risa.

Suspiré.

—No te preocupes —saltó Celia, su mano en mi espalda—. No es nada malo. Aunque si quieres podemos comprobarlo tú y yo juntos luego —me sonrió con picardía.

—¡Celia! —reprendió Nedra.

—Juntas me dais miedo...

Rieron, sabiendo que era más que cierto.

—A ti nunca te haríamos nada malo —dijo Nedra, inclinando su cabeza hacia la mía—, cariño mío.

—Está bien saberlo, cielo mío —respondí inclinándome de vuelta.

Y en una fracción de segundo, la vi tan tierna, tan ella, que en un impulso mordí ligeramente la punta de su nariz.

—¡Au! —su rostro se arrugó, pero llevaba el fantasma de una sonrisa en él.

—Jo, yo quiero un Al —pensó en alto Celia.

—Tengo amigos —le aseguré.

—Alucino —dijo Nedra—, ¿tienes amigos?

Esta vez el que dedicó la mueca fui yo.

—De hecho, un amigo ha tenido que quedarse en mi casa. Por eso me has visto últimamente más por el apartamento. Le aprecio mucho, pero uf.

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Where stories live. Discover now