Poli bueno, poli malo

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                Tic tac. Las manecillas del reloj entonaban una fría canción, un recordatorio que cobraba forma en un ritmo constante que, sutilmente, se atrevía a interrumpir el sepulcral silencio que había invadido su oficina. El ambiente no podía ser más tenso, la atmósfera era tan densa que asfixiaba. Segundo día de investigación, seis de la tarde. El tiempo se le estaba terminando, eso Ethan lo sabía perfectamente. Daba igual cuanto esfuerzo pusiera en concentrarse en su labor, esa realidad lo perseguía, y anulaba completamente toda su atención. Dadas las circunstancias, resultaba inevitable perder el foco una y otra vez. Y como resultado, sufría de una severa ansiedad, una de la que era incapaz de deshacerse. Se veía como un perro que perseguía su propia cola.

Estaba cansado, muy cansado, había estado semanas trabajando, todo parecía en vano, el caso Stark estaba resultando más abrumador de lo que jamás había imaginado. Y, tristemente, ni siquiera se veía en posición de saborear los pequeños éxitos y victorias que había conseguido a lo largo del camino. Después de todo, se sentía el mayor responsable de la endiablada situación en la cual se había metido, a él y a todos sus compañeros. No era exagerado asumir que toda la reputación de la agencia dependía de aquella investigación. Y lo peor era verse bajo toda esa presión, la odiaba completamente. Nublaba sus pensamientos y le hacía sentirse estúpido.

Solo existía una cosa que lo aliviaba, al menos muy en parte, y era el hecho de saber que Ringo había confiado en él por encima de cualquiera para liderar aquella investigación. Black Jack tenía buen olfato, cuando se trataba de entender la complejidad de los casos no solía equivocarse. De hecho, si debía ser honesto, nunca lo había visto fallar. En el fondo aquella era la única motivación que necesitaba para sentirse capaz de todo. Él, Ethan Miyamoto, había detenido a Stark, lo había metido entre rejas. Y él, a su vez, sería quien sacara los trapos sucios que lo envolvían. Lo había jurado y lo iba a cumplir, no cabía duda alguna.

Interrumpiendo aquel arrebato de orgullo, alguien abriría la puerta de su departamento, adentrándose despreocupadamente en su oficina. No había pedido permiso para entrar, aunque no parecía necesitarlo. De hecho, en realidad, si el otro le hubiera negado el acceso a la habitación, él hubiera entrado igual. Ethan observaría con atención al recién llegado, siguiéndole con la mirada, esperando de este una explicación. Sin embargo, Mizushima se mantendría en silencio y, sin medir palabra alguna, se movería hacia la fuente de agua. Él era más que un compañero de trabajo, era un amigo, su mejor amigo, y quizás, por eso, le permitía hacer ese tipo de intromisiones.

—Me he quedado sin agua en mi oficina.

Expresó, sirviéndose en un vaso de agua para beber.

—¿Cómo lo llevas?

—Siento que sigo en la casilla de salida —respondió Ethan—. ¿Y tú, Isaku?

—Igual —bufó.

La breve conversación terminó ahí, ninguno de los dos se atrevió a decir nada nuevo, y con ello el silencio volvería a apoderarse de la sala. Tic tac. La realidad era demasiado incómoda como para dejarla pasar. Y, sin aguantar más la tensión que se palpaba en el ambiente, Isaku se despojaría de todo filtro para volver a dirigirle la palabra a su compañero.

—Vamos como el culo...

Estaba agotado, quizás por ello tardó en reaccionar, pero, al hacerlo, se sentiría incrédulo ante lo que el otro acababa de decir. Tantos años siendo amigos y parecía que aún no lo conocía, si su intención era sacarlo de quicio, lo había conseguido. No tardaría en replicar.

—¿Has venido solo para decirme esto? —preguntaría, expresando su molestia.

—He venido aquí para beber agua.

Tras decir aquello Isaku daría un sorbo al vasito que hacía nada había llenado hasta casi rebosar.

—Porque si te digo que estoy aquí para hablar del caso estoy seguro de que vas a... ¡Joder tío!

El joven observó derrotado como su vaso ahora tenía dos agujeros, a través de los cuales se escapaba el agua. Daba la impresión de que una veloz bala invisible había atravesado el plástico con una precisión milimétrica. Pese a lo extraño que podía resultar aquel fenómeno, ambos eran amigos, y debido a ello sabía perfectamente lo que acababa de ocurrir. Molesto con su compañero, Isaku no tardaría en protestar.

—¡A esto me refiero!

Exclamó ofendido, pues el otro no le había dejado saciar su sed.

Ethan, sin poder evitarlo, esbozaría una sonrisa que pronto se transformaría en una despreocupada risa. Aquello le había ayudado a destensarse y, a decir verdad, realmente lo necesitaba. La verdad era que agradecía la compañía de quien era su mejor amigo, le permitía sentirse más ligero, aun estando en un momento tan difícil para él.

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⏰ Última actualización: May 31, 2023 ⏰

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