Epílogo

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Ya pasaron 6 meses y aún sigo sufriendo, ¿Qué puedo hacer para dejar de llorar?

Luego de caminar por horas al fin llego a mi destino, el acantilado. Desde ahí observo la bella vista del atardecer, la brisa fresca acaricia mi rostro y el sonido de las olas golpeando las rocas se vuelven un tanto relajantes, todos los pensamientos de mi mente se despejan y por fin puedo respirar tranquilamente, pero ese sentimiento no dura mucho porque los recuerdos llegan a mi rápidamente, otra vez.

Hubiera deseado que esa sensación de paz durara por siempre, pero al parecer algo no quiere que esté tranquila y me recuerda por qué estoy aquí.

Las lágrimas empiezan a salir sin control, fueron así los últimos meses, a cualquier hora lo recuerdo, y no puedo seguir soportando el agonizante dolor.

Levanto la rosa blanca que tengo en mano y sonrío al recordar la razón por la cuál llamaba Rosa Blanca a mi mejor amigo. Cuando éramos pequeños el plantó rosales blancas en su jardín, años después, esas plantas fueron creciendo hasta cubrir por completo el árbol que estaba al lado del rosal, cuando las rosas florecían siempre me regalaba la primera rosa blanca como un símbolo de nuestra amistad eterna. Él tenía una personalidad tan agradable, cada vez que lo veía me recordaba a una de las tantas rosas blancas que tenía en su casa y a las que cuidaba con tanto amor, ahí nació su apodo, Rosa Blanca.

El tan solo recordar su sonrisa me llena de nostalgia, siempre creí que él y yo estaríamos juntos por siempre, que nuestra amistad duraría incluso después de nuestra muerte, pero él fue el primero en marcharse, ¿Se acordará de mi? ¿Recordará mi rostro, mi sonrisa y mi voz? ¿Recuerda nuestra amistad?

Me gusta creer que sigue a mi lado, dándome ánimos y haciendo una de sus tontas bromas, al sentarme quiero creer que él está sentado a mi lado, con una sonrisa diciendo animadamente cuánto le encantan las rosas blancas.

Desde que falleció me alejé de todos mis amigos, me escondí en un caparazón por temor a ser lastimada otra vez, los alejé de mi para evitar que mis problemas emocionales les afecten a ellos y salgan heridos por mi culpa, pero ahora me di cuenta que estaba haciendo todo lo que él me pidió que no hiciera y es hora de remediar mis errores.

Me seco las lágrimas y contemplo la rosa blanca que tengo en mano.

—Es hora de cumplir mi promesa.

Extiendo la rosa blanca hasta el cielo y recuerdo la primera vez que él me regaló una como símbolo de nuestra amistad, y también la última llamada que tuvimos juntos, la última vez que escuché su voz.

—Te dejaré marchar, perdón por haber tardado tanto en hacer esto, es hora de que cumpla mi promesa y empiece a vivir de nuevo, o al menos lo intente.

Y sin pensarlo más, arrojo la rosa desde el acantilado y observo como desaparece al caer al mar.

La rosa blanca ahora estará en paz.

Fin.

Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora