☀️Capítulo 11🌻

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Ojalá las cosas fueran diferentes, pensó Gulf. Pero no lo eran. En otra realidad, en esos momentos Mew estaría sentado a su lado, en la mesa familiar, disfrutando de la velada de nochebuena junto a todos los demás.

War y Yin, Win y Bright y sus padres parecían felices mientras degustaban la cena de Navidad. Gulf era el único que estaba solo en aquella mesa, sin pareja, y le incomodó la idea por el mero hecho de que podría no ser así, el problema era que el hombre que le gustaba tenía sus demonios y, por lo visto, no estaba dispuesto a luchar contra ellos y superarlos para salir adelante.

Aun así, Gulf era incapaz de odiarlo o de estar enfadado con él. Se sentía molesto, sí, pero casi más por lo mucho que le preocupaba que por otra cosa.

―¿Cómo va el pequeño reto de nuestro hermanito? ―le preguntó Bright.

―Bien. Mejor que bien. ―No le dijo que, en realidad, si quisiese, ya podría tener la entrevista lista y su sueño pasaría a ser una realidad en lugar de una mera fantasía. Estaba alargando el asunto tan solo porque su corazón le pedía que lo hiciese, como si fuese un tonto―. No creo que tarde mucho en terminar ―añadió decidido.

―Eso espero. Estamos impacientes, ¿verdad, Yin?

―Muy impacientes ―corroboró su hermano mayor.

―Miedo me da saber qué pedirá a cambio… ―protestó su padre.

―¡Papá! ―Gulf lo miró dolido―. Al menos podrías confiar un poco en
mí, ¿no?

―Llevo muchos años haciéndolo y no ha servido de mucho, cariño.

Gulf centró la vista en su plato, porque no quería ponerse a llorar en medio de la cena de Navidad. Se sentía un tanto sobrepasado por todo lo que estaba ocurriendo. Por un lado, estaba su proyecto, del que esperaba que sus
hermanos no se burlasen, porque eso lo hundiría por completo. Y, por otro lado, estaba Mew Suppasit, ese hombre que al principio solo era un mero bache que saltar para conseguir algo y que de repente se había convertido en más,
mucho más. Porque Gulf no estaba seguro de poder seguir adelante después de todo aquello como si no lo conociera y hubiesen pasado juntos las últimas
semanas, codo con codo.

Era curioso que siendo tan opuestos se complementasen tan bien. Si Mew era oscuridad, Gulf era luz. Y juntos se sentían mejor.

―Después de la cena vamos a ir a un local para tomar algo ―le dijo War―. ¿Te apuntas?

―Creo que no, no me encuentro muy bien ―contestó.

Era cierto. Se sentía inestable y muy nervioso.

―¿Quieres una pastilla? ―preguntó su madre.

―No, gracias, solo necesito descansar.

Con esa misma excusa, antes de que sus hermanos se marchasen a divertirse aquella noche y sus padres se quedasen viendo un programa de la televisión, Gulf se marchó. Le dio al taxista la dirección de su casa e intentó relajarse en el asiento, cargado con algunas fiambreras que su madre le había dado con la comida que había sobrado. Miró por la ventanilla cómo las luces de la ciudad quedaban atrás y, de repente, tuvo uno de sus impulsos.

Puede que no siempre fuese bueno dejarse llevar, pero no podía evitarlo.
Incluso a pesar de todas las veces que se había equivocado a lo largo de su
vida.

―Perdone, ¿le importa si vamos a otro sitio? ―le preguntó al taxista.

―Usted es el cliente, usted manda ―le sonrió por el espejo.

Gulf correspondió el gesto y le dio una nueva dirección mientras su estómago se agitaba en respuesta por culpa de los nervios. No había vuelto a saber nada de Mew desde el beso de la pasada tarde y no estaba muy seguro de si se alegraría de verlo o, por el contrario, aquello solo empeoraría la situación. Pero, pese a todo, a Gulf le importaba y le rompía el corazón imaginarlo solo la noche de Navidad, en esa casa enorme a la que le faltaba alma.

Gulf quería ser príncipe. 👑Where stories live. Discover now