CAPÍTULO 18

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Capítulo 18

Cole Jenkins

—¿Tienes plantes hoy? —preguntó Kristen mientras caminaba a mi lado.

Kristen era una compañera y amiga que había conocido en las clases de la carrera. Siempre se me ha hecho fácil socializar, así que llevarme bien y hacer amigos en lo que va de la universidad no fue difícil. Me había hecho a migo de un par de compañeros pero con la que mejor me había llevado hasta el momento era Kristen. Éramos parecidos en demasiadas cosas. De hecho, había pensado en presentarla a los chicos, sabía que se llevarían bien.

Justo ahora nos encontrábamos saliendo de la facultad y caminábamos en dirección al estacionamiento para llegar a nuestros coches.

Esta vez, había terminado las clases más tarde de lo normal, así que no había podido llevar a mis amigos a las residencias y tendría que volver solo.

—Iré a mi casa —respondí a mi amiga—. Este fin de semana vuelvo a trabajar en el restaurante de mi abuela.

—Bueno, yo pensaba en que podíamos salir con algunos compañeros de clase, pero dejémoslo para luego.

—Creme que me gustaría salir, pero será después. —dije mientras me acercaba a mi coche.

—Vale. Nos vemos luego. —dijo abriendo la puerta de su coche rojo que estaba al lado del mío.

—Adiós, Kristen. —sacudí mi mano antes de meterme dentro de mi coche.

Desde que el mes de noviembre había empezado, ya hace unos días, no había hecho mucho. A Judie la habían aceptado en la librería y, por suerte, solo trabajaría los fines de semana al igual que yo en el restaurante, así que el trabajo no nos quitaría tiempo para las clases y salir con nuestros amigos.

Hacía un poco de tiempo que no iba a casa con mi abuela, y este fin de semana lo aprovecharía para pasar tiempo con ella. Mi abuela siempre había sido una persona muy especial para mí, aunque de pequeño no la viera mucho a causa que viviéramos en diferentes ciudades, cuando lo hacía, salíamos a miles de lugares junto a mi madre: ya sea al parque para jugar al futbol, ir a comprar algún juguete, ir por un helado o simplemente quedarnos en casa cocinando sus ricas galletas. Esos momentos en los que tenía la compañía de mi abuela y mamá me convertía en él niño más feliz del mundo. Hasta que mi madre enfermó.

Tenía solo once años cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer. En principio no lograba entender a grandes rasgos la situación, pero aun así temía mucho en lo que podía llegarle a pasar a mi mamá. Afortunadamente, después de un año, el cáncer fue desapareciendo y ella mejoró en salud. Pero eso no duró mucho. Después de unos meses, el cáncer volvió a aparecer, y esta vez fue peor.

En el primer año, aunque tuviera sus decaídas, mi mamá mantuvo su alegría y toque que la hacía ella, y eso fue lo que hizo que yo siguiera siendo el niño feliz de siempre. Pero en el segundo año, fue donde ella cayó. Y aunque yo seguía tratando de seguir siendo ese niño, cuando ella falleció meses después, yo caí también.

En ese tiempo ya conocía a Judie y Olivia y los demás chicos que eran mis amigos de la niñez, y con Judie, bueno... algo más. Cuando mi madre se fue, sentí como sí se llevara algo de mí. Cambié, me alejé de mis amigos, mis notas bajaron demasiado y caí en depresión y ansiedad. Eso último fue lo peor. Era un niño, sin apoyo emocional más que alientos de mis amigos. Mi abuela se había alejado un poco de nosotros, ella también estaba devastada. Y mi padre... bueno... con él nunca conté...

Reencontrados Para Siempre [BORRADOR]Where stories live. Discover now