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Yoongi se había bañado y perfumado, estaba arreglado, sentado en el autobús, con su corazón a millón palpitándole en el pecho de forma dolorosa. Se había estado preparando mentalmente frente al espejo toda la mañana, pensando en cómo le pediría al moreno que fiera su pareja, en si sería muy apresurado o si realmente eso era lo que Namjoon quería.

Luego de una crisis de aproximadamente dos horas frente al espejo del baño, peinando su cabello una y otra vez, cambiando sus zapatos por unos más formales o quizás unos más casuales, Seokjin lo había interrumpido diciéndole que dejara de dudar, le aseguró que el pelinegro seguro lo amaba de vuelta y todo iría bien.

El cerebro de Yoongi estaba constantemente maquinando sin cesar, asegurándose de llenarse de preocupantes ideas que le iban cegando el pensamiento hasta que se veía en la incapacidad de actuar debido a todo lo que cruzaba su mente, atrayéndole peores pensamientos cada vez.

Lentamente, Min se había estado acostumbrando a no hacer nasa debido al temor que lo consumía por escenarios que no pasaban realmente, pero con los que él fantaseaba hasta que fueran pesadillas que lo acechaban. Cuando tenía diez años y su amigo le besó la mejilla, faltó a clases por tres semanas, diciendo que se sentía muy mal y asegurando que tenía fiebre, solo por el miedo de regresar a la escuela y tener que mirar a su amigo a los ojos. Se lo imaginaba interrogándolo con una luz en la cara, sintiéndose presionado a contestar frente a todos si aquel inocente besito le había gustado o no.

Cuando conoció a Seokjin, de alguna manera sintió que una pequeña luz brillaba en las tinieblas de sus pensamientos. Kim era alguien demasiado tranquilo, demasiado paciente. Sabía cuando Min estaba ahogado en el pozo de escenarios irreales que él mismo se creaba y trataba de sacarlo con calma, sin obligarlo a nada, solamente aconsejaba y alentaba, sin agobiarlo. Aquello fue una esperanza para Yoongi y poco a poco dejó de hundirse en pensamientos para siempre.

Cuando conoció a Jungkook, sus dos amigos eran el dúo perfecto para ayudarlo a salir de su bucle. Yoongi había sido capaz de muchas cosas gracias a su apoyo, a sus palabras reconfortantes y su tolerancia ante la ola que le azotaba la mente y lo llenaba de ideas.

Jimin era diferente, era poco paciente y realmente le costaba dar palabras de consuelo. Era más de actuar. Cuando veía mal a Yoongi, lo abrazaba hasta que sentía que su dolor se evaporaba, o lo incitaba a hacer aquello que tanto temía demostrándole que no era tan malo. No se sentía obligado por Park, le gustaba a veces no tener que sacar todo lo que sentía y solo ser querido por un rato hasta que su martirio se acabara solo.

Sus amigos eran un gran apoyo para él, estaba totalmente agradecido de tenerlos.

Las palabras alentadoras de ellos lo habían llevado a donde estaba ahora mismo: parado fuera de la cafetería de Jin, viendo a Namjoon a través de la ventana; se encontraba sentado en una mesa mirando el menú, imperturbable y con sus audífonos puestos. Se veía etéreo e inalcanzable incluso en un escenario tan común.

Sus pies lo llevaron hasta la mesa de aquel atractivo chico, quien lo notó apenas estuvo junto a él y levantó su cabeza de la carta con una sonrisa, quitándose los auriculares.

— ¡Yoonie! —lo saludó, haciéndose a un lado en el sofá para que se sentara a su lado. Había una silla en la esquina opuesta, pero estar frente a frente no era tan bonito como estar lado a lado.

— Hola, Nam —correspondió, sentándose junto al menor. Namjoon le estampó un delicado beso en la mejilla, lo que hizo que el rostro de Min se encendiera en un rojo tan vivo como las flores que decoraban la entrada de aquella linda cafetería.

— ¿Qué pedirás? Yo me decidí por un café frío con caramelo —comentó, pasándole el menú. A Yoongi realmente no le importaba que beber, siempre y cuando pudiera estar con aquel muchacho todo el rato.

— Lo mismo, lindo —contestó, ubicando el sobre de semicuero en la mesa. Ambos estaban mirándose, sumergidos en su burbuja, hasta que algún camarero de cabellos coloridos se acercó a tomar la orden.

Cuando Namjoon pidió los dos cafés y una dona glaseada, el de cabellos menta se desconectó un momento para mirar a quien acababa de entrar al local. La muchacha estaba usando una falda negra bastante bonita y su camisa dejaba los hombros a la vista, además de adornar su cuello con un delicado collar del que un diamante colgaba, a juego con sus pendientes. Era encantadora sin siquiera intentarlo.

El mayor había tratado de llevar sus uñas a sus dientes, siendo asfixiado por el estrés, pero el moreno no se lo permitió, tomando sus dos manos a la vez mientras lo miraba a los ojos.

Aquellas perlas oscuras parecían lo más cercano a los diamantes que Min presenciaría; aquellas canicas resplandecientes que parecían capturar la calma para poder transmitirla en una simple mirada. Solo mirar esos dulces ojos lo hacían sentirse en paz.

— ¿Pasa algo? —cuestionó el más alto, sabiendo lo que su acompañante había visto, pero no queriendo forzarlo a sacar el tema—. Vine contigo, ¿sí? Mis ojos solo estarán para mirarte a ti.

No era el nerviosismo de que Mina intentara algo, de que se acercara a la mesa y le gritara alguna horrorosidad o intentara besar a Namjoon frente a él —lo cual sería un abuso, ya que sería totalmente en contra de los deseos del moreno—, era el hecho de que temía que, si el pelinegro la miraba demasiado, se diera cuenta de que ella realmente tenía un cuerpo de modelo. De que su cintura pequeña y sus facciones tan suaves hacían a Min diminuto e insignificante —o así lo sentía él—. Temía que, si ella se acercaba demasiado y él la miraba una segunda vez, se daría cuenta de que a ella si podría amarla sin miedo.

Mina era una persona divertida y viva, mientras que Yoongi era reservado y demasiado preocupado. Min temía que Namjoon se diera cuenta de que él no era nada comparado a ella.

Saber que Kim le aseguraba que solo lo miraría a él era reconfortante, pero no eliminaba todas sus preocupaciones.

— Yoongi —repitió por tercera vez el moreno. El más bajo no había estado escuchando por estar sumergido en su cabeza—. ¿Quieres que nos vayamos luego del café? No te veo cómodo.

— Yo no... Yo... —trató de hablar, con el nudo atorándose en su garganta y cerrándole el pecho hasta que doliera.

— Nos iremos —le aseguró, abrazándolo y dejando un beso pequeño en sus labios—. Estoy contigo, bonito. No hay de qué preocuparse. Me gustas tú.

El corazón le palpitó tan rápido a Yoongi que sintió que se detendría forzosamente en algún momento. Namjoon lo hacía sentir amado de una manera en la que pensó que jamás lo sería.

Apenas su pedido llegó, Namjoon se levantó a pagar y luego fue a buscar a Min. Le tendió su mano, la cual Yoongi tomó gustoso y caminaron fuera del local. Cuando el menor estuvo a punto de empujar la puerta para salir, una muchacha de baja estatura con pendientes de diamantes le tomó el hombro. Yoongi estaba simplemente plasmado en su lugar, sin soltar la mano de su amado.

— Nam —saludó Mina, con una sonrisa amistosa—. Solo quería pedirte disculpas por las incomodidades que generé aquel día —admitió, mirando a los dos muchachos—. Se ven lindos juntos —y la sonrisa en sus labios cuando dijo eso fue sincera, totalmente verdadera. El corazón de Yoongi pudo calmarse un momento.

— Muchas gracias, Mina. No pasa nada —expresó Namjoon de vuelta, con una sonrisa también decorando sus belfos—. Nos vemos luego.

Mina se despidió de vuelta y los dos jóvenes enamorados salieron de aquella cafetería sin soltar sus manos.

sunflower love | namgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora