Herejes

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Relato en colaboración con JoeResch

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Relato en colaboración con JoeResch


Praga, República Checa

Los gritos se habían apagado poco antes que el fuego. El cadáver calcinado yacía al pie del monumento a Jan Hus, justo debajo de su figura. Sobre el paredón, entre la estatua y el muerto, una frase pintada con sangre rezaba «muerte o trato».

—Hoy no es Halloween —dijo el oficial de policía, mientras se frotaba las manos para aplacar el frío que le helaba los dedos.

—No, pero falta menos de una hora —replicó Milko Vacek.

El detective Vacek miró alrededor, la Plaza de la Ciudad Vieja estaba vacía a esas horas, excepto por los policías y forenses que acudieron a la escena. No era común este tipo de crímenes, sobre todo un escenario tan macabro como el que ahora tenían en el centro de la plaza más famosa de Praga.

—Mire esto, señor —indicó uno de los forenses.

Vacek se acercó al muerto. Debajo de la camisa, en partes pegada a la piel, podía leerse la palabra «herejes» calada en la carne todavía humeante.

—Esto está tomando tintes religiosos —advirtió Milko Vacek.

Alzó la vista hacia Jan Hus, persiguiendo lo último que vio el yacido. El ambiente perlado por la luna le daba cierto encanto mágico a la noche sangrienta. Entonces, lo notó... el destello que produce el reflejo de la luz sobre una superficie vidriosa, tan sutil que era casi imperceptible. Se trepó al monumento y advirtió, colgado del cuello de la estatua de Jan Hus, un reloj temporizador con una cuenta regresiva; «diez minutos para la medianoche» se dijo, tras corroborar en su teléfono que el límite de aquella coincidía con la hora cero. Se detuvo en los detalles del hombre de piedra y descubrió, además, que tenía pintadas —con lo que asumió era sangre de la víctima— una X en sendos ojos, como si estuviera cegado.

—Tú —Vacek llamó la atención de uno de los forenses—, ¿eres de aquí?

—Sí, señor.

—¿Tienes idea de qué representa este monumento?

—Sí. La estatua que tiene frente a usted es de Jan Hus, fue un precursor de la reforma protestante y por eso lo quemaron en la hoguera como un hereje. Este monumento conmemora ese hecho.

—Interesante —susurró el detective, que inspeccionaba con atención cada detalle.

Siguió la dirección de la mirada de Hus intentando encontrar alguna cosa que se le hubiese impedido ver, pero se topó con pura ciudad.

—Tú —volvió al forense de antes—, ¿qué cosa importante relacionada con Hus crees que haya en aquella dirección?

—La tiene frente a usted, señor —el sujeto apuntó hacia las cúpulas puntiagudas de una parroquia que asomaba detrás de unos edificios—, la iglesia de Nuestra Señora del Týn, es el principal templo husita. De hecho, se dice que Jan Hus mira a la iglesia.

Noches de octubreWhere stories live. Discover now