2. Choque de colmillos

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Jorghe no se separó de mí cuando llegó el coche que nos llevaría a la propiedad de Virna. Tomó mi mano y se aferró a ella, aunque la mirada de desdén de Archibald persiguiese cada uno de nuestros pasos.

Nuestro jefe del clan tenía tanto poder que se encargaba personalmente de que cada familia bajo su cuidado tuviera un chófer y un vehículo para llegar puntuales a la fiesta de Año Nuevo y a su tan querida Cacería de los Desechos. Dependiendo de cuán importante fuese en la jerarquía, el trato era diferente. Por supuesto. Algo debía de haber que distinguiese entre quienes gozaban de su favor con los que no. Por esa sencilla razón, en esta ocasión, Virna decidió asignar a su propio chófer para que nos llevara.

Una vez dentro, Cornelius se pegó a mí y pasó un brazo por mis hombros para jugar con los tirantes de mi vestido. Su cercanía nunca era bienvenida, y él lo sabía. De ahí que no desaprovechase cada oportunidad que tenía para probar los límites de mi paciencia, sabiendo que mi prisión estaba en mi familia y mi voz no valía de nada entre ellos.

El asco era mutuo, a pesar de que no siempre fue así.

―Dime, hermanita. ¿Preparada para encontrar un marido? ―preguntó. Noté que Jorghe se tensó a mi derecha y la mirada de mi madre recayó en mi rostro, buscando una expresión por la que recriminarme. Suspiré. Cornelius no aceptó mi silencio y continuó hablando en susurros―. Deberías agradecer a Virna por haber ocultado tu pequeño desliz. Si no fuera por él, no sé quién estaría dispuesto a casarse contigo.

―Cornelius, no digas eso.

―Madre, sabes que no estoy diciendo ninguna mentira.

―Es una noche especial para Jorghe y Jorjia. No la estropees tan pronto.

Mallory y Sullivan no defendieron a Cornelius, simplemente se quedaron en silencio. Era habitual frente a nuestros padres. La que sí se movió, aunque fuera para darme una pequeña sonrisa, fue mi cuñada. Ya rozaba el límite de sus posibilidades al mostrar voluntariamente su apoyo. Y que lo hiciese en un sitio tan pequeño, me hizo feliz.

Gracias, Tina.

Una hora después, cuando ya no sabía a dónde mirar para escapar de la atención de mi familia, el vehículo se paró. Habíamos llegado.

No era la primera vez que venía a su residencia. La cercanía entre Archivald y Virna había derivado en que mis hermanos y yo pasásemos amplios periodos de tiempo bajo su escrutinio, correteando entre los pasillos de su gran mansión y jugando entre los jardines que había alrededor. A pesar del escenario, existían recuerdos que atesoraba con cariño, en especial aquellos en los que me quedaba dormida con Jorghe entre las raíces de un frondoso árbol.

Ni mis recuerdos están libres de tu control, Virna.

Uno a uno fuimos bajando del coche, quedando mi padre y yo dentro. Había estado tan perdida entre mis pensamientos que no me percaté de ello hasta que escuché la suave voz de Jorghe alentándome a que saliese. Me moví hacia la puerta, pero una mano áspera me agarró la muñeca e impidió que continuase mi camino hacia el exterior.

Un dúo sin más (ONC 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora