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La vida con mi familia parece haberse quedado muy atrás, y mis recuerdos de aquellos tiempos muy lejanos se esfumaron, como las esperanzas que se esfuman tan pronto como abro los ojos y veo que el único trabajo que puedo realizar y conseguir es de...

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La vida con mi familia parece haberse quedado muy atrás, y mis recuerdos de aquellos tiempos muy lejanos se esfumaron, como las esperanzas que se esfuman tan pronto como abro los ojos y veo que el único trabajo que puedo realizar y conseguir es de limpieza. Pero, hay detalles que nunca olvidare.

La manera en que el polvo se levanta de las calles siempre que pasaba un vehículo, o la sensación de la tierra caliente bajo mis pies descalzos cuando jugaba afuera, los sonidos de los niños riendo en mi vecindario, la manera en que los colores de la ropa que colgábamos afuera para que se secara se iban esfumando con el sol ardiente.

Eso es lo que sucede con los recuerdos de la primera parte de mi vida. Algunos momentos están delineados en mi mente con claridad, y los veo como si hubieran ocurrido apenas ayer. Otros son borrosos y vagos, e incluso de otros no tengo memoria. He aprendido a mantener cerca los recuerdos positivos y los buenos sentimientos que me producen, como ese segundo día del mes de septiembre.

Ya hace más de 20 años de aquel suceso, la mañana del martes 2 de septiembre del 2001, salió el sol como cualquier otro día. Yo, como siempre, me había levantado temprano para prepararme, ya estaba por salir de casa y tomar aquel transporte que pese a su demora era mi única opción de transporte para llegar al trabajo y aunque como la mayoría de mis compañeras del trabajo el tener que limpiar no era de mi agrado pero siendo este mi última opción decidí no rechazarlo, por una simple razón, mis hijos.

Pese a los años que han pasado, aun me sigo preguntando ¿Cómo logre seguir adelante? En los primeros años de mi primer hija solo puedo recordar los momentos cruciales como, el tener que dejarla sola en casa o con una vecina cuando tenía que trabajar todas las mañanas o todas las noches. Me siento mal conmigo misma por tener que dejar a mis hijos solos a su cuidado todos los días que trabajo.

Esa misma mañana antes de salir de casa me despedí de mis hijos con un beso en la frente no sin antes decirles que no salieran de casa, para después cerrar con llave la puerta y empezar a caminar por la banqueta de la casa hasta la parada y tomar el autobús. Mientras esperaba de pie sobre la banqueta, una sensación extraña se apodero de mí, sentía que algo malo sucedería pero no tome importancia al ver como se acercaba el autobús.

Entre al trabajo como toda esta semana en que tenía el turno de la mañana, cambie mi ropa por el uniforme el cual me parecía el más bonito de todos los trabajos anteriores. Ya estaba por iniciar el labor cuando mi superior me llamo, que me llamara no me pareció extraño posiblemente se tratara de mi pago y aunque no estaba equivocada no fue para lo único que me hablo;

– El propósito de que la llame es para decirle que está usted despedida.

Posiblemente me dijo otras palabras no recuerdo bien, solo sé que después de eso tome mis cosas y me marche, ¿Qué más podía hacer? ya me habían despedido de dos trabajos anteriores sé que rogar es lo peor que puedo hacer, así que solo salí del lugar y camine hasta la parada, estaba decidida a tomar el transporte de regreso para que al día siguiente empezara con la tarea difícil de buscar empleo. Pero, por alguna razón mis pies me guiaron al camino de la playa el cual no estaba tan lejos de donde estaba trabajando.

Memorias que se lleva el vientoWhere stories live. Discover now