Cap. 5 La Bahía de las Arenas

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Beatrice volvió su mirada en todas direcciones.

Algo no se sentía bien.

Cuando trató de hablar la voz no le salió.

Se encontraba en el medio de una pequeña planicie dentro de un bosque. Llovía torrencialmente.

¿Había vuelto a su hogar? ¿Estaba en el bosque del valle? Trató de localizar con la mirada el camino hacia la cabaña de su infancia, pero no lograba hacer sentido de la dirección que tenía que tomar.

Antes de dar un paso, se congeló mirando alrededor.

En la espesura de las sombras apenas podía verlos; pero estaban allí, de pie, sin moverse. Eran figuras negras, de extremidades largas, el doble o triple de alto que ella.

La rodeaban.

Un nudo se le hizo en la garganta, aunque muy en el fondo sabía que no se le acercarían. Por unos segundos no hizo nada, pero, cuando no aguantó más la presión, sus pasos desorientados aceleraron sin pensar.

Cuando se volvió a dar cuenta estaba corriendo lejos de ellos.

La estaban mirando; la juzgaban.

Ninguno se movía, pero podía sentirlos hacerse más imponentes. El frío corría por su nuca conforme el corazón se le arrugaba con el peso de la anticipación; su respiración se entrecortaba en plena carrera.

Un inquietante silencio empezó a apagar el ruido de la lluvia; solo para ser reemplazado por un cuchicheo proveniente de bocas inexistentes.

"¿Quién es esa? ¿Por qué está acá?"

"¡Debería volver a su miseria de pueblo!"

"¿Qué es esa ropa? ¿Acaso vive bajo un puente?"

Ella cerró sus ojos con fuerza sin disminuir su carrera.

"Basta... por favor..."

Sus pasos no la llevaban a ningún lado; no lograba alejarse de ellos.

"Váyanse..."

Sin previo aviso, una figura encapuchada se chocó con ella de frente, logrando desorientarla. Al separarse dando un paso para atrás, reveló una daga curvada bañada en sangre en su mano. Bea se miró el estómago, apreciando con horror cómo su ropa se teñía de rojo.

————

Bajó la bolsa de cuero y tragó el sorbo de agua. Admiró con calma el horizonte notando el sol asomarse por el este; ya estaban técnicamente a salvo. Sus verdes ojos se posaron en ella nuevamente.

Dormía plácidamente.

Ethan se la quedó observando con desconfianza. El misterio tras su encuentro fortuito comenzaba a hacerse más molesto conforme él se cuestionaba más cosas. Ya era lo suficientemente raro que alguien de otro mundo llegara a ese paraje hostil; más aún lo era toparse con, quizás, el viajero menos corrupto de ese lado del desierto. Y todo bajo la premisa de que su rumbo había sido desviado forzosamente de sus planes originales.

"En manos de otro ya la hubiesen violado decenas de veces..."

Aquella conjetura le hizo pensar nuevamente en el escarabajo de la noche anterior.

Apretó el agarre sobre la bolsa de cuero.

Antes de poder hacer mucho más, Bea se movió en sueños; sus manos temblaban en acto reflejo al tiempo que sus ojos se movían bajo sus párpados. Estaba teniendo un mal sueño.

El rubio volvió su mirada en otra dirección; no tenía intenciones de inmiscuirse.

Después de un rato, Beatrice abrió los ojos de golpe. Su mirada nerviosa abarcó todo su rango en aras de localizar algo reconocible. Se incorporó débilmente, presionando una mano en su abdomen y luego miró a su acompañante.

SdT - La Flor del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora