Prólogo

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"Ya sabes Tobio ... Si consigues ser realmente, realmente bueno, vas a llegar a jugar muchos más juegos. Los mejores jugadores pueden jugar montones y montones de partidos de voleibol. Si consigues ser realmente bueno... te prometo que... alguien que es aún mejor vendrá y te encontrará."

Kageyama despertó alarmado de la cama tras tener una pesadilla. Tras recordar las palabras de su abuelo tuvo recuerdos de lo mucho que practicó desde ese entonces y como a finales de su segundo año, a pesar de ser el mejor del equipo, todo el equipo le dio la espalda. Él recuerda ese último punto antes de ganar cuando nadie saltó a rematar y cuando el equipo rival sacó no le pasaron la pelota.

Recuerda que ese día todos sus compañeros se fueron de la cancha sin él y que el entrenador igual de sorprendido que él le dijo que lo sentía antes de retirarse. Ese día se quedó un rato en el baño sintiendo como su cuerpo dolía, aunque emocionalmente se sentía peor, se sentía destrozado como si la vida perdiese sentido.

Él no era tonto, sabía que lo que sentía tenía algo que ver con su marca. Con miedo la revisó y vio que el libro y las dos espadas se oscurecieron. Se sintió peor verlo que sentirlo. Después del partido fue a su casa caminando pidiendo mil disculpas desde sus adentros a su abuelo por haber fallado.

Hacía mucho tiempo desde que Kageyama sufrió una pesadilla, pero no le dio importancia. Era posible que se debiese al estrés de empezar su primer día de clases. ¿Tenía miedo? Sí. Estaba aterrado. No sabía cómo sería recibido y si de algo estaba seguro es que no podría aguantar mucho si sus compañeros se reían de él como ocurrió durante su estadía en Ōita a principios de su tercer año.

Kageyama decidió no seguir pensando en ello y se puso su nuevo uniforme de color mayormente negro, su segundo color favorito. Bajó las escaleras hasta la cocina, pero no se extrañó al ver que esta estuviese vacía, se acostumbró a vivir solo desde que estaba en segundo de la escuela media sabiendo que así sería su vida a partir de ese entonces.

Kageyama puso a hervir un vaso de leche y agregó copos de avena y un toque de canela molida. Cuando vio que tenía una textura cremosa lo puso en un bol y agregó trozos de plátano cortados y empezó a comer.

Desde que perdió la voz encontró varios hobbies, pero ninguno de ellos le alegraba tanto como el voleibol. Todavía recuerda lo que le respondió un familiar suyo cuando le preguntó qué podía hacer con su vida después de perder la voz y por ende no poder jugar voleibol. Sin duda, a pesar de que su respuesta fue algo brusca, le iluminó.

"Que lástima. Era lo único que se te daba bien. Literalmente fue lo único en lo que trabajabas. Tienes varios defectos y pocas habilidades así que puedes empezar por ahí."

Tras oír sus palabras probó infinidad de cosas, descubrió que le gustaba cocinar y limpiar, que las matemáticas y la economía podían llegar a ser muy fáciles y en general cualquier asignatura, exceptuando el japonés y el inglés, después de todo solo llevaba cuatro años estudiándolo, aunque no lo pareciese. Lo malo de ser extranjero, es lo que siempre se decía.

Él, a pesar de haber dejado de jugar partidos de voleibol, se divertía tocando el balón y aprendiendo, de esa forma continuó aprendiendo más jugadas de voleibol aunque nunca las llegase a usar en un partido. La emoción que sentía al ver un partido de voleibol no había reducido en lo más mínimo y tampoco la sensación al hacer una jugada impresionante y perfecta.

Tras terminar de desayunar lavó el plato que utilizó y lo dejó en la rejilla para secar platos y se dispuso a coger su mochila para salir en dirección al instituto. Estaba nervioso por su primer día, pero tenía claro que se uniría como administrador al equipo de voleibol porque sabía que nunca iba a renunciar completamente al voleibol.

El destino tendrá sus razones.Where stories live. Discover now