capítulo cuatro.

2K 270 84
                                    

Tocó un par de veces la puerta frente a él, mentiría si dijera que no estaba nervioso. 

Sí, a Enzo se le había dado por ir a visitar a Julián y a Matías con la excusa de que el menor se había olvidado un cuaderno en su casa. 

Medio tarde se lo iba a devolver, pero bueno, al principio le costó demasiado animarse para ir hasta la casa del castaño mayor sin que este lo invitara. 

Se escuchó la puerta abrirse, y no se esperaba ver a Julián preocupado con el pequeño entre sus brazos, se preocupó al escuchar sollozos provenir del menor. 

—¡Enzo! no esperaba que vinieras.— Le dijo el cordobés sacando con todas sus fuerzas una sonrisa para el morocho. 

—Julián, ¿qué le pasa a Matías? 

El mayor lo miró con esos ojos castaños que tanto lo perdían, su miraba dejaba notar su frustración. 

—E-Enzo.— Interrumpió el niño al escuchar la voz del más alto, salió de entre el cuello de su padre y estiró sus bracitos queriendo que el oficial lo alzara. 

Fernández no dudó en tomar al infante entre sus brazos y acurrucarlo entre estos, sintió su pecho doler al escuchar los sollozos del pequeño Álvarez. Un instinto protector hizo que lo abrazara contra él intentando calmarlo. 

—¿Qué pasó? 

—Amaneció con fiebre alta, y me está diciendo que le duele mucho la cabeza y la garganta.— Respondió finalmente el castaño. 

El azabache se apenó al escuchar la voz quebrada de Julián, se notaba cuánto le dolía ver a su pequeño hijo en un estado así. 

—Yo te voy a ayudar a cuidarlo, necesito que me traigas un paño húmedo y deltisona.— Contestó llevando al pequeño castaño hacia su habitación, sabía dónde quedaba ya que este mismo se la había enseñado. 

Acostó al niño en su cama tapándolo con la colchita de dinosaurios que tenía. Al principio luchó un poco para poder desprenderse al menor de él. 

—Enzo, no te vayas po favol.— Suplicó Matías mirándolo con sus ojitos cristalizados. 

—No me voy a ir peque, no te preocupés.— Intentó convencerlo mientras acariciaba su cabecita. 

—Enzo, acá están las cosas.

—Bien, dámelas por favor. 

El azabache tomó el paño húmedo colocándolo suavemente en la frente del niño, después agarró el recipiente del remedio y poniendo un poquito en una cuchara se lo dio para que lo tomara. 

—Bien, dejemoslo dormir un ratito y después vengo para ver de nuevo cómo está.— Le dijo al cordobés quien asintió en silencio, después miró al menor— Matu, dormite un ratito así te mejoras más rápido, ¿dale? 

—Bueno.— Respondió suavecito— Pelo quedate acá conmigo.— Tomó con su manito la mano del mayor y este con una sonrisa sincera asintió. 

—☆—

Después de unos minutos Matías cayó dormido, ese fue el momento en que los dos mayores dejaron la habitación haciendo el mayor silencio posible. 

Enzo estaba por preguntarle a Julián si podía preparar una comida para el niño pero paró en seco al ver cómo el cordobés miraba desde el marco de la puerta a su hijo durmiendo. 

—Julián...— Tocó su hombro haciendo que el contrario volteara a mirarlo, se alarmó al ver los ojos del más bajo lleno de lágrimas. 

—Gracias Enzo. Me preocupé muchísimo al verlo tan mal así, me duele tanto el ver cómo mi bebé está así de mal, si pudiera no dudaría en estar yo en su lugar. 

El policía atrajo al castaño hacia él para abrazarlo, el de piel blanquecina tapó su cara con sus manos permitiéndose llorar. 

Empezó a dar suaves caricias en la espalda de Álvarez mientras escuchaba los hipidos provenientes de él, entendía su dolor. 

Era un padre sufriendo al ver mal a su pequeño hijo. 

Entendía que le doliera tanto, después de todo fue él solo quien se hizo cargo de Matías desde que este tenía solo días de vida, siempre fue solo él junto con el niño. 

—Eu Juli, está bien— Siguió acariciando su espalda— Estoy acá para vos y para Matu, no me voy a ir hasta que se mejore. 

—Gracias Enzo, no sé cómo agradecerte todo esto.— Se separó del más alto y secó sus lágrimas con la manga de su suéter. 

—No es necesario Ju.— Respondió tranquilo, se acercó hasta el castaño y besó su frente con suavidad. 

El resto de la tarde Enzo se la pasó en la casa de Julián, sin descuidar ni un solo minuto al castaño menor. 

Cada cinco minutos iba a la pieza del pequeño verificando su fiebre, si respiraba bien, o si necesitaba algo. 

En todo ese proceso pasó tiempo con el cordobés también, el simple hecho de compartir unos mates y galletitas con el castaño lo hizo más que feliz. 

—☆— 

Se habían hecho ya las 10 de la noche, y era momento de que el oficial regresara a su casa  

Para el alivio de los mayores, hubo una mejoría en Matías gracias a los delicados cuidados que Enzo le había dado durante toda la tarde. 

Le recomendó al mayor dejarlo dormir hasta mañana, después de todo su fiebre había bajado bastante pero había quedado muy cansado. 

Nuevamente Julián le agradeció cientos de veces antes de que el azabache se retirara del hogar. 

El más alto solo sonreía diciéndole que no era nada, que estaba para lo que fuera que necesitara. 

Las manos del castaño se posaron en los hombros del porteño y dejó un beso en la mejilla de este. 

—Hasta mañana Enzo, que descanses.— Dijo sonriendole, para luego cerrar la puerta en frente del morocho. 

Fernández quedó sonrojado hasta las orejas, miró la puerta unos segundos hasta retomar nuevamente la conciencia. 

Comenzó una caminata en dirección a su casa completamente embobado, ese cordobés lo tenía muy mal. 


















————⁠☆————


papá y el señor policía | enzulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora