Amaia

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Me lo comía enterito. 

Ahora mismo. 

Enterito. 

Ñam, ñam. 

Vale, perdón. 

Sé que es una tontería lo que digo, pero verle así de dormidito me mata. 

No sé cómo coño hemos llegado hasta aquí. 

Su cama. 

Yo en su cama. 

Él en su cama conmigo. 

Wow. 

Pero no solo eso. 

Sino que mi cara pegada a su pecho desnudo y sus brazos rodeándome con fuerza impidiendo que pueda moverme apenas nada. 

Super tierno, lo sé. 

Pero me meo. 

Me meo demasiado. 

Es más, de lo que me he aguantado creo que voy a pillar alguna infección ahí abajo. 

He intentado moverme, sigilosamente, pero el cabrón me aprieta más. 

Está profundamente dormido, lo sé por su carita relajada y sus respiración lenta. 

Sin embargo, es como si sus brazos estuvieran más despiertos que nunca, al mínimo movimiento que hago reaccionan temerosos de que pueda zafarme de él. 

Con todo el dolor de mi corazón, tengo que despertarlo. 

- Rafa... - susurro. - Rafa...

No se despierta. 

Frunzo los labios pensando. 

Le soplo la cara y su cara se arruga. 

Bien. 

Sigo soplando. 

- Rafa... - soplo. - despierta... 

Él se queja apretándome más a él. 

Vaya por dios, quien nos viera. 

- Rafa, tengo que descargar depósito, venga.. 

Le soplo. 

Nada. 

Que no se despierta. 

Me enfado. 

Tengo que mear. 

Entonces no se me ocurre mejor idea que morderle el cuello. 

- ¡¡ahh!! 

- ¡já! - grito victoriosa. - ¡te has despertado!

Él me mira sorprendido y medio dormido todavía. 

- ¿m-me has mordido el cuello? 

Sonrío. 

- Rafa tengo que mear, ¡suéltame!

Pasan unos segundos donde procesa la información. 

- joder... - me suelta al fin. 

Corro cual rayo de luz al baño. 

Y emito un profundo jadeo al poder al fin mear. 

Salgo del baño y le veo sentado en su cama con las sábanas blancas en sus piernas y dándome la mejor vista de su torso desnudo. 

Se rasca la cabeza algo desorientado, parece sonrojado. 

- ¿estás bien? 

- s-sí 

La profesora nueva se enamora del directorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora