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Los colores subieron por el rostro de Daniel. La propuesta recientemente ofrecida por el caballero de sonrisa resplandeciente, lo había tomado totalmente desprevenido. ¿Irse a vivir con él?, se cuestionó la elocuente cabeza del chico de preparatoria.  ¿Cómo podía preguntar aquello de forma tan natural? 

Por otro lado, Jay estaba tranquilo. Sí, era cierto que algo de nerviosismo recorría su mente y sus dedos, pero, era incapaz de abandonar a aquel joven a su suerte, sobre todo tras haber acudido únicamente a él, en busca de ayuda. 

Sin esperar por la respuesta del chico ruborizado, se levantó y tomó la mochila de este. —Vamos. No quiero llegar tarde, mañana tengo que madrugar —explicó el rubio, tomando de la mano al más joven.

Este trataba de hablar, sin embargo, las palabras no salían de su boca. Estaba perplejo, no podía creer que iba a vivir junto aquel magnate de cabello rubio. «¿Era completamente seguro? ¿Y si..., acababa siendo un loco al que le gustarán los chicos de preparatoria..., o un mafioso que lo iba a vender en el mercado negro?», pensaba nuevamente su alocada cabeza, empero, renegó aquello. 

El de cabello rubio desde el principio había sido muy amable, le había tendido su mano y podía asegurar que aquel tenía un buen corazón. Tampoco era como si tuviese otro lugar al que acudir o en el que pasar la noche.

Sin pensarlo demasiado, aceptó aquel destino que se le estaba imponiendo a la fuerza. Con curiosidad observó la mano más grande que sostenía la suya, y los colores regresaron a subirle al rostro. ¿Por qué tenía que ponerse tan nervioso?

Al caminar bajo el pasto del parque, se fijo en la lujosa berlina de color negro; aquella misma que había visto al frente de su preparatoria y, no pudo evitar sentir ilusión por subirse en ella. Después de sentarse, estaría seguro de que su trasero valdría una millonada. Tuvo que reír por lo bajo a causa de sus sorpresivos pensamientos.

Al acercarse finalmente, Jay presionó un botón y el compartimento trasero se abrió. Ahí el rubio, de anillos en sus manos, introdujo las pertenencias del chico, para seguido cerrarlo y acercarse a él. 

—E-esto..., está bien con que me siente atrás. No quiero tomar atribuciones que no merezco... —musitó con cautela el joven de cabello castaño.

Este renegó y sin decir nada, tiró de su mano y lo acompañó al asiento del copiloto, donde le abrió la puerta y con una sonrisa, lo invitó a sentarse. Daniel no podía creer la tanta atención que estaba teniendo por parte de aquel rubio. 

Al sentarse pudo experimentar lo mullido que era aquel asiento y, seguido, respingó al escuchar la puerta cerrarse. Observó por el retrovisor como el rubio se acercó al otro lado, y se sentó junto a él.

—Ponte el cinturón —señaló el rubio, acomodándose el suyo y arrancando el automóvil.

Daniel no tardó en hacer lo pedido, algo avergonzado de la situación. Estaba seguro de que estaba siendo una molestia y, de que era patético el que se hubiera dejado golpear por su padrastro, aún teniendo los resquicios de sus golpes en el rostro. 

Jay comenzó a conducir por la carretera, viendo de vez en cuando por el rabillo del ojo al chico que removía sus manos inquietas bajo el cuero del cinturón.

—Prometo que pagaré todo lo que esté en vuestra casa. Incluso si solo queréis que me quede durante esta noche y mañana me marche, lo haré encantado y muy agradecido —explicó el chico tras el silencio que se había instalado.

Ambos observaban la carretera que se presentaba, con su poca perturbación de automóviles y luces transitorias. —Puedes quedarte el tiempo que necesites, Daniel, y no tienes que pagarme nada. Tómalo como un favor entre amigos —señaló el rubio con una ladina sonrisa.

Sʜᴇ ᴀɪɴ'ᴛ ᴍᴇ「 𝐽𝑎𝑦 𝑥 𝐷𝑎𝑛𝑖𝑒𝑙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora