Epílogo

199 17 3
                                    


Escucho el sonido de mi corazón mientras despierto. Recuerdos vienen a mi mente y a pesar de que todo, la recuerdo, hace ya algunos años que se fue.

Aun cuando me prometí no recordarla y dejarla descansar en paz, en días como hoy me es imposible, hoy celebro un aniversario más de su muerte, aquella fecha en la que se marchó.

En días como hoy todo mundo me dice que tengo que dejarla en el pasado, es lo que hago todos los días, ser fuerte y avanzar, aunque ella no este.

La amé y creo que el amor es un sentimiento que no tiene fin, por lo tanto, la recordaré hasta el día que me vaya de este mundo y pueda volver a encontrarme con ella. Porque confió en que así será.

Escucho unos pasos dirigiéndose hacia aquí. Sé quiénes son.

Mis hijos.

Como cada mañana corren hasta aquí con la misma discusión de siempre, mientras yo finjo dormir.

—Hoy me toca a mí, ayer lo hiciste tú. —dice Lucas, expresándose a la perfección. Cuanto hubiera deseado su madre escucharla.

—Mentira Lucas, es mi turno. —Sol jamás se deja, ella es la princesa de la casa.

—Que no, Sol.

Y ahora sé lo que viene a continuación.

—Podrían dejar de pelear, cada mañana escucho la misma discusión, creo que en lugar de estar discutiendo aquí debería estarse preparando para ir a la escuela.

—No papá, recuerda que hoy es sábado —dicen los dos al mismo tiempo y ya no puedo aguantar por mucho tiempo la risa.

—Con más razón deberían seguir durmiendo.

—No, ya no tengo sueño.

—Yo tampoco.

Escucho su conversación y es momento de intervenir.

—¿Y eso les da derecho de interrumpir mi sueño?

—¡Mami! —Otra vez dicen al mismo tiempo.

—Niños, han despertado a su mamá —interviene Elián, quien venía del baño cuando los encontró al pie de mi cama.

—Vengan mis dos bebés, necesito mi dosis de abrazos y besos diarios —les extiendo mis brazos y ambos corren hasta la cama, se suben y me llenan de mimos.

—Con cuidado, niños. —Los reprende su padre, tan sobre protector como siempre.

Los niños se detienen y con calma se colocan uno a cada lado. Tengo dos brazos y dos hijos y cada uno recibe el mismo cariño de mi parte.

—Buenos días, mi chiquilla hermosa. —También Elián se acuesta nuevamente en la cama. Parece que voy a necesitar más brazos.

—Buenos días, mi príncipe hermoso. —Los niños ríen por lo bajo escuchando la forma cariñosa en que me refiero a él.

—Papá, prometiste llevarnos este fin de semana a la casa de campo.

—Claro que iremos.

Antes de que diga algo más, los niños comienzan a brincar de alegría y desaparecen saliendo de la habitación, seguramente a preparar las cosas que llevaran al día de campo.

—Mmm nosotros podemos aprovechar el tiempo —dice en forma melosa mientras se acurruca junto a mí y me abraza por detrás.

—Claro que aprovecharemos el tiempo y será arreglando la maleta para el fin de semana. Vamos a levantarse —digo mientras intento separarme de él y dispuesta a hacer lo que dije.

El amor de un millonarioWhere stories live. Discover now