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—¿Qué es esto? —musité sin poder creérmelo. Alexander Gabardini es un sadico a quien le gusta el masoquismo entre otras cosas.

—¿No es obvio? —elevó una ceja, coqueto.

—Me quiero ir —avancé rápidamente hacia la salida pero Alexander me tomó de la cintura. Sus ojos eran más negros ahora que los tenía de cerca. Se sentía alguien de brazos fuertes, dominantes. Tragué grueso por pensar esas cosas.

—Mariela, por favor —me pasó un mechón de pelo atrás de mi oreja—Te portaste mal y tengo que castigarte.

—No sé de que demonios estás hablando. ¡Estás loco!

—Tal vez.

—¡Suéltame! —gruñí.

—¿Que pensaría tu padre si le digo que no me obedeces?

—Mi padre ya no tiene derecho a exigirme nada, me perdió cuando decidió venderme a ti. —demandé, algo pareció decaer en Alexander porque el semblante seguro de sí mismo desapareció y en cambio noté algo de desconcierto en él.

Había un silencio medio incómodo pero el sonido del celular lo esfumó.

—Dime —respondió Alexander sin soltarme. Su agarre en mi cintura me gustaba ¿por que me gusta? No puede ser, esto es tan confuso. Estar con Alexander parecía algo normal, como si nos conociéramos desde siempre. A pesar de que es un desconocido siento que lo conozco. El trato, el tacto, la adrenalina... y seguramente me estoy volviendo loca o solo es el perfume de este hombre que me hace alucinar cosas. —Lo había olvidado, tengo algunos inconvenientes por aquí —murmuró, mirándome—Pero estaremos listos en una hora. No te preocupes, haré que obedezca—cortó.

En el fondo sabía que hablaban de mi.

—Te salvaste por esta vez pero tu castigo queda pendiente —me soltó despacio. —Ahora quiero que te pongas más guapa porque tenemos una cena con unos amigos en una hora. —guardó una soga que no sabía que había tomado.

—Ni siquiera los conozco.

—Ya los conocerás. Ellos no saben que nuestro matrimonio será por contrato así que actúa como si fueras la mujer más enamorada del mundo, Mariela, porque si dices algo, cualquier cosa que no me guste te juro —me miró a los ojos—que tu padre la pagará muy caro. —me amenazó.

¿En serio se atrevió a amenazarme?

—Ven conmigo, te llevaré a la habitación —me tomó de la mano, saliendo de ese lugar horrible. No sabía qué decirle, ni siquiera me opuse a que me llevara por todo el pasillo. Mi mente quedó divagando entre tanta información. ¿Sería capaz de hacerle daño a mi padre? Tenía que hablar con el. Llegamos a la habitación, ni siquiera me fijé en lo grande que era o en los lujos que tenía.

—Aquí dejaré estos vestidos y zapatos para ti. No tuve oportunidad de ir de compras además de no saber tus gustos, podemos ir mañana después de pasar a la oficina. Vístete, te espero abajo. —Alexander al fin se fue, dejándome sola. Saqué el celular de mi bolso y le marqué a papá. Allá debe de ser de madrugada pero tenía que sacarme esta duda.

Repicó y repicó hasta que al fin contestó.

—¿Mariela?

—Soy yo —respondí, había jurado que no le volvería a hablar—Quiero preguntarte algo, ¿Alexander te amenazó?

Silencio.

—Habla, papá, tengo que saber todo.

—Hija... —suspiró.

—Es necesario que lo hagas porque sino te juro que huiré de aquí.

—Sí, nos amenazó. A tú madre y a mi, es capa de hacernos daño, Mariela, es peligroso. Perdóname por ponerte en sus manos pero no tenía elección —sentí que estaba llorando—Lo siento, por favor, si nos quieres obedécelo porque temo por tu madre.

Tragué grueso. No me había dado cuenta del hombre monstruoso  que tenía a unos metros. Era peligroso. Ahora lo sabía.

—Está bien, no te preocupes. Trataré de ser buena esposa. —colgué, sé que mis oportunidades de escapar se habían esfumado porque si yo decidía huir sería como matar a mis padres. Estaba cautiva aquí, esclavizada con este hombre sin corazón. Me limpié las lágrimas y elegí cualquier vestido, no me importa.

Me puse los tacones, solté mi cabello y me eché algo de perfume. Salí de la habitación y bajé por las escaleras. Escuché voces, supuse que habían llegado los invitados. Cuando llegué a la sala había una luz amarilla, tenue, que le daba un toque más hogareño y elegante al lugar. Cuando aparecí en el umbral Alexander puso sus ojos en mi, no sé qué vi en ellos pero había admiración, lo noté. Sus amigos eran una pareja, una chica y un chico más o menos de la edad de Alexander.

—Hola, tu debes de ser Mariela —me dice el chico, acercándose a mi. Sonreía. Nada que ver con el hielo de Alexander. Sin saber por qué me inspiró confianza.

—Sí.

—Mucho gusto, soy el mejor amigo de Alexander Augusto Dixon y ella es mi esposa Margarita Wallace.

La chica de nombre Margarita se acercó a mi.

—Mucho gusto, Mariela —me dio un medio abrazo.

—Igualmente—respondí.

—Ven, siéntate a la par de tu futuro esposo.

Me acerqué a Alexander quien se quedó sin decir nada, parecía extraño. Me senté junto a él mientras una chica del aseo nos daba vino en unas copas.

—¿Desde hace cuanto se conocen? —preguntó Margarita. —Alexander nos dio la sorpresa hace unos días de que se casaría.

Miré a Alexander porque no tengo nada que decir, no sé qué historia se inventó él y no quiero meter la pata.

—Nos conocimos hace algunos años pero pasaron cosas que nos hicieron separarnos pero ahora volvemos a estar juntos —puso su mano en mi pierna, cosa que me molestó.

—Vaya, te felicito, hermano. Mariela, eres muy linda. Ya era hora de que sentaras cabeza, Alex, una vida solitaria no es nada bonita. —murmuró Augusto.

—¿Cuando es la boda? —quiso saber Margarita.

—En una semana.

Me sorprendí, ¿por qué tan rápido? Mi corazón latió más de prisa cuando me di cuenta de que en una semana estaría ligada a este hombre quien sabe por cuánto tiempo. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?

—¿Tan rápido? —se me salió responder, no lo pensé.

—Si, mi amor —apretó mi pierna pero fue en un gesto amenazador. —Acuérdate que tenemos planes después de eso.

Sonreí fingidamente.

—Cierto, tengo tantas cosas en la cabeza últimamente. La boda, los hijos... —me encogí de hombros.

Margarita y Augusto se vieron extrañados y Alexander se puso de pie rápidamente saliendo de la sala. ¿Y ahora que le pasa a este?

—¿Dije algo malo?

—¿No te contó?—inquirió Margarita.

—¿Sobre qué?

Ellos se dieron una mirada cómplice.

—No es un secreto para nadie que Alexander no puede tener hijos.

Oh.

Ya entiendo por qué se puso así.

Después de todo Alexander sí tiene sentimientos.

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⏰ Last updated: Apr 15, 2023 ⏰

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