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—¡Tenías un trabajo! ¡UN TRABAJO!—no dijo nada ante el regaño de Hiashi—. ¡Tenías que ser competente, como mínimo! ¿De que te sirve estar donde estás si no sirves para nada?

Permaneció como una estatua, casi como si no escuchara lo que su tío le estaba diciendo. No podía oponerse a lo que el mayor dijera, era una regla no escrita que llevaba años cumpliendo. Sintió su marca arder bajo la ira de Hiashi,

—¡EL HOKAGE ESTÁ MUERTO Y NI SIQUIERA LO EVITASTE!

—Uno de los legendarios Sannin, Orochimaru, fue el que lo asesinó. Entrar en la barrera, además de imposible, hubiera sido un suicidio—el dolor no se iba y ya empezaba a marearlo.

—¡MEJOR HUBIERAS MUERTO SALVANDO AL TERCERO!

Tragó saliva, extrañado por ese nudo que había aparecido en su garganta. Le picaron los ojos, pero se contuvo el tiempo que fuera necesario.

De vuelta a su habitación, el dolor de la marca se fue poco a poco, aunque todavía se sentía mareado. Encontró una paloma estaba del lado de afuera de su ventana e inmediatamente dejó de lado el malestar para abrirle. Cuando desató el rollo de papel que traía el animal en una pata, lo leyó en un par de segundos y luego inmediatamente se puso su uniforme, colocándose al final la característica máscara de porcelana.

***

Lee se sobresaltó cuando volteó a la ventana de su sala del hospital y se encontró a un ANBU mirándolo fijamente. Se sintió nervioso por la presencia de aquel ninja, cuyo chakra le era extrañamente familiar, aunque no podía asociarlo todavía a ninguno de sus compañeros.

Carraspeó incómodo, sobre todo porque claramente el intruso se había salteado a los médicos de guardia del hospital y porque no encontraba ninguna razón por la que un ninja de las fuerzas especiales lo estuviera visitando... cuando eran cerca de las doce de la noche.

—Perdón por llegar así—la voz del ANBU era perfectamente conocida para él. Abrió los ojos de par en par y casi grita, pero se contuvo cuando Neji se acercó al costado de su cama—. Ahora me voy a una misión... es bastante larga y en una tierra muy lejana, no quería irme sin despedirme.

—Tampoco puedes decirme porque es un asunto súper secreto—el otro asintió una vez—. Bien. Suerte—pensando que no iba a decir nada más, Neji volvió a la ventana, pero se quedó quieto al escuchar que Lee murmuraba unas últimas palabras—. Vuelve, Neji. Sé que tal vez no esté en tus manos... pero...

—Lo prometo—lo cortó antes de que terminara—. No te preocupes.


Con su espada en mano, custodiaba la entrada de una de las oficinas de Orochimaru, lugar que le habían asignado, a él y a su escuadrón, investigar. El resto de su equipo se encontraba dentro buscando algún tipo de información útil, aunque allí no había más que viejos pergaminos inentendibles y partes de humanos y animales en estado de putrefacción.

Se llevaron lo más importante de aquel laboratorio. Cuando estaban a punto de irse, Neji vio con curiosidad un ojo que flotaba en vinagre.

Tal vez por el ácido, pero el globo era de un color blanquecino. Pidió a sus compañeros que esperaran un momento, agarró el frasco, lo abrió y tomó el ojo en la palma de su mano.

No estaba seguro, pero por precaución tomaría las medidas necesarias. Tal como le enseñaron, realizó la serie de sellos de manos para borrar cualquier rastro de existencia de ese ojo. «Hiashi estaría orgulloso» pensó, pero luego agregó: «No, a él no le importaría, solo te diría que es tu deber, como miembro del clan, preservar sus secretos»

El líder del escuadrón le dijo que debían irse, cosa que lo sacó de su trance y siguió al resto de vuelta a la aldea. Eran seis días de viaje, por lo que cuanto antes se pusieran en marcha, antes llegarían.

***

Al ver por la ventana del hospital se sorprendió por no encontrar a su amigo. «Tal vez lo trasladaron» pensó «O ya le dieron el alta» se le ocurrió. Lee llevaba poco más de un mes en el hospital, por lo que esto último era probable. Se le ocurrió ir a verlo a su casa, pero el ruido de la puerta al abrirse lo hizo esconderse.

Lee entró con ayuda de una enfermera. Tenía una mirada emocionada y estaba inusualmente sonriente. Algo debían de haberle dicho para que su ánimo subiera tan de repente.

Cuando la mujer abandonó el lugar, se acercó a su amigo. Estaba cansado, todavía con el uniforme después de no dormir por casi doce días; sus botas llenas de barro de seguro manchaban el limpio piso del hospital, pero aún así solo se retiró la máscara para abrazar a su único amigo. El gesto sobresaltó a Lee, pero le devolvió el abrazo.

Era más que claro, por mucho que le costara admitir, que el chico había entrado más de lo que le convenía en su corazón.

Eso sería un problema a futuro.

CorruptedWhere stories live. Discover now