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CAPITULO SEIS

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CAPITULO SEIS.

' No quiero que tengas una mala impresión de mí. '

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──🩸˙ ̟ La última vez que Adela vio a Jeffrey fue para pedirle si podía pasar a su baño; recordaba el departamento poco cuidado del mayor, lo cual le sorprendió porque a pesar de que se notaba que tenía problemas con el alcohol, él lucia bastante limpio.

Lo que no pudo olvidar fueron los múltiples seguros que tenía en su puerta, lo que le hizo pensar que capaz ella también necesitaría más seguridad; sabia que la zona era complicada pero, para su suerte, en el tiempo que iba, jamás le había sucedido nada, lo cual agradecía bastante.

El sábado decidió levantarse temprano, alistarse con ropa cómoda y salir a una de las ferreterías cercanas, perseguida por su mente y por las de sus padres, se había decidido a comprar dos seguros más del único que tenía. También debía comprar unas herramientas básicas para instalarla ella misma, la verdad es que no tenía ningún tipo de experiencia, pero supuso que no sería tan cansado.

Una vez adentro del local, pidió lo necesario, además de escuchar sugerencias del vendedor, el cual era un abuelito; eligió las herramientas rosas. Una vez comprado todo, volvió a su departamento.

Separó los seguros, observó como los pondría, y, luego de ver bien el manual, empezó a colocarlos. No era algo realmente difícil, pero si era tardío, sobretodo en el momento de martillar, además que el ruido fuerte le era algo difícil de soportar. Iba por la mitad del segundo seguro: su cuerpo sudaba, su cara estaba roja por la transpiración y su brazo comenzaba a dolerle, en ese momento, donde pensó que podría seguir más tarde, alguien tocó la puerta.

Abrió aún teniendo el martillo en la mano, observando a un conocido hombre rubio, el cual estaba de camisa limpia y podía sentir su fragancia, se preguntó que aroma sería ese porque era rico, sin más, lo saludo con una sonrisa.

—Hola, quería invitarte a mi departamento a comer, no quiero que quedes con una mala impresión de mi.— habló de forma simpática, Adela de forma disimulada miró el martillo, pensando en que podría hacer, el alto tosió falsamente. —Aún que veo que estas ocupada, ¿quieres ayuda?— la realidad es que ella estaba cansada, pero tampoco quería que un hombre hiciera el trabajo que ella podría hacer sola, así que dio una tercera opción.

—Oh, en realidad ya estoy por terminar, si quieres puedes esperarme un ratito más, me bañó y voy a tu departamento.— dijo con una sonrisa, Jeffrey accedió, se despidió y se alejó por las escaleras. Adela bufó, tendría que apurarse aún más y bañarse rápidamente. La invitación fue sorpresiva, no esperaba que a él realmente le importase la presentación de su departamento, aún así, se le hizo una actitud muy gentil de su parte.

Dahmer por su lado, volvía a su apartamento mordiéndose el labio, no quería tener que esperar pero al final de cuenta, deseaba que Adela viera su hogar reluciente, se había encargado de contratar a un servicio de limpieza para que realmente quedara impecable, incluso compró un juego nuevo de cubiertos. No sabía, pero quería que la menor tuviera una buena impresión de él.

Cerca de la hora de espera, tocaron su puerta, la abrió observando a Adela con el cabello mojado y un vestido blanco que resaltaba el leve bronceado de su piel, pasó y se sentaron en la mesa, Jeffrey empezó a calentar la comida mientras charlaban. El rubio no era alguien muy extrovertido, pero la menor podía sacarle conversación fácilmente.

—Entonces me decidí a poner los seguros porque vi que tu tenias muchos, supuse que era una señal.— luego rio, él la acompañó pero solo pudo palidecer levemente al oírla, ¿que más podría haber observado?. Una vez la comida se calentó, la puso en los platos y la sirvió. No era como si tuviera dotes culinarios, por lo que la comida era sencilla; constaba de pasta, salsa, la cual le enseñó a preparar su madrastra y porciones de carne, pensó en hacer albóndigas pero vió que era algo difícil de realizar, así que se rindió.

—La salsa es muy rica, ¿la preparaste tú?— preguntó mientras degustaba su plato, sin duda tenía un buen sabor; Jeffrey la había sorprendido. Él sonrió mostrando sus dientes, asintió.

—Si, mi madrastra me enseñó a prepararla, es buena en la cocina.— la verdad es que jamás hablaba de su familia, es más, Jeffrey jamás había tenido a alguien con quien conversar y tampoco le interesaba, pero ahora que por alguna razón deseaba compartir con alguien, se dió cuenta de lo solo que estaba.

Siguieron la charla de forma agradable, ella hablaba de su carrera y de como le interesaba todos los temas que debía de estudiar. Para Dahmer era interesante ver como alguien se apasionaba tanto por algo, porque el no sentía el más mínimo gusto por nada, a excepción, de claro, hacer eso.

—Realmente estuvo muy rica la comida, la próxima tendré que invitarte una comida tradicional de mi país.— habló la rubia mirando la espalda del alto, se había ofrecido a lavar los platos pero fue rotundamente rechazada, él giró su cabeza con intriga, aunque ella tuviera cierto acento, no pensaba que fuera de otro lugar.

—¿De donde eres? creí que eras de aquí. — dijo mientras giraba secando los platos y se apoyaba en la mesada, observando a su invitada, ella se rio de forma leve.

—Soy de Argentina, me mude aquí con mis padres hace ocho años, tenía diez.— Adela sonrió de forma nostálgica, recordando su país y a su familia. —Aunque era pequeña, entendía muchas cosas. Extraño a mi familia de allá y sobretodo la comida; la carne de allí es muy rica, además de todas los platos típicos que hay.— se notaba la emoción y nostalgia en su voz.

—Tendrás que invitarme alguna comida típica, ¿cuál dices que me guste?.— preguntó terminando de acomodar los platos e invitando a Adela a sentarse en el sillón, ella lo siguió, ya sentía más confianza por lo que su cuerpo dejó de estar tan tenso como antes.

—Tengo varias ideas, pero te daré la sorpresa cuando lo pruebes, no quiero adelantarte nada.— siguieron hablando de distintas cosas, hasta que ella tuvo que irse debido a que debía de estudiar, se despidieron de un abrazo; el mayor sintió el rico aroma que desprendía la rubia, y ella su perfume; fue un abrazo fugaz, pero demostraba que se sentían cómodos uno con el otro.

Happiness is a butterfly. | j. dDonde viven las historias. Descúbrelo ahora