♡°•°•Heart°•°•°♡

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Las heladas gotas que llora el cielo gris se mezclan con las que caen de sus propios ojos, enjuagando la sangre del pálido rostro que se ve tan sereno, tan tranquilo y tan hermoso.
La mixtura de rabia e impotencia crea en su interior un cóctel bélico; lamentando la demora, la ausencia, el lugar, el tiempo y sobretodo la melancólica lluvia que acompaña su tristeza; esa despiadada lluvia que tanto molestaba a Katsuki.

"Kacchan" no se da cuenta si lo dice o lo piensa. Aricia la mejilla herida del rubio entre sus brazos.

El olor a sangre empieza a disiparse.
A su alrededor hay un montón de cadáveres, pero a él solo le importa el muchacho que parece dormir tan angelicalmente, pese a tener la mitad del cuerpo destrozado y el pecho abierto con un órgano faltante en el mismo lugar en el que él experimenta un dolor tan agónico que siente puede recostarse a su lado y esperar la muerte.

—Midoriya

—¡No!—responde enseguida, molesto, frustrado, negándose a abandonar el cuerpo de su amigo; deseándo transmitirle el "estoy aquí" aunque sea demasiado tarde .
Estar consciente que murió esperándolo, tratando de comprar tiempo, de crear una salida aún cuando no la había, el solo pensar que mantuvo hasta la última chispa de esperanza que se apagó junto a aquel corazón; taladra tan hondo en su ser que se le parte el alma y se ahoga en rabia por no haberlo protegido.

Hacerle entrar en razón es inútil. Izuku defiende a capa y espada; se niega a alejarse de él. Se rodea en una jaula agresiva de látigo negro. No difiere entre enemigos y los mismos héroes. Desgraciadamente está demasiado débil.
Y lo único que quedan son los gritos que poco a poco pierden exigencia, transformándose en suplicas porque se lo devuelvan, seguido de un colapso mental que desborda en doloroso llanto sofocado por las crueles y agresivas gotas de lluvia.

"Kacchan"

"¡Kacchan!"

—¡¡Kacchan!!—se levanta agitado con el corazón a punto de sufrir un infarto por la taquicardia. Observa la oscuridad de su habitación. Fue un recuerdo encarnado en pesadilla, atormentándolo como todas las noches.
Sale de la cama casi tropezando. Se sostiene de la pared cuando llega al pasillo. Los pies se enredan cuando llega a la puerta blanca. Empuja, observa y su pulso se calma. Invade el interior del dormitorio ajeno, y contempla dormir al rubio que como aquella vez luce tan plácida y celestialmente que le provoca tirarse a su lado a buscar descanso; consuelo. Y lo hace: se mete sigilosamente a la cama; escabullendose entre las cobijas, observa el pecho subir y bajar con parsimonia. La cicatriz justo en el medio reluce entre la camisa de tirantes que ahora está desacomodada. Todo esto no es prueba suficiente para apaciguar a Midoriya, no hasta que lo compruebe por sí mismo, no hasta que recuesta la cabeza sobre el cálido pecho y escucha el tranquilo latido de su corazón que casi suena como un susurro prometiendo que todo está bien.

—¿Otra vez, nerd?—. Los ojos verdes se cierran; arrullandose con la aspera voz que arrastra el sueño y la mano que se hunde en su alborotado cabello, acariciándole  con gentileza—. Estoy bien, Izuku.

No hay respuesta, se mantiene abrazado a él y no piensa moverse de ahí.
Katsuki lo observa con atención, solo logrando distinguir la esponjosa melana glauca. Suelta un suspiro. Observa el techo sin dejar de dar caricias en los suaves rizos hasta que lo siente quedarse dormido. Es la misma rutina desde hace unos meses.
La guerra había dejado cicatrices más profundas que las que cubrían su cuerpo.
Mentiría si dijera que le molesta. Es una especie de sanación para ambos. Izuku no puede dormir sin verificar que Katsuki esté bien, que haya calidez en su cuerpo, que su corazón esté ahí; latiendo.
Y Katsuki solo puede conciliar el sueño porque sabe que Izuku estará ahí sin falta, velando por él. El tenerlo a su lado era lo único que evitaba las violentas pesadillas y ataques de pánico a mitad de la noche.
Es una necesidad mutua; Izuku necesita escuchar los latidos de Katsuki para calmarse; y el corazón de Katsuki solo puede latir en calma teniendo a Izuku a un lado; haciéndole sentir a salvo con su sola presencia.

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