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Naruto se estremeció de placer al saborear el dedo de Hinata

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Naruto se estremeció de placer al saborear el dedo de Hinata. Antes, cuando había olido el deseo de la valquiria, todos sus músculos se habían tensado, ansiosos. Los licántropos ansiaban dar placer a sus compañeras, y Naruto estaba loco por satisfacer a la Arquera.

La jaula, la trampa, las inquietantes noticias que ella le había dado... todo quedó en un segundo plano ante la necesidad de llevarla al orgasmo. Algo que era obvio que Hinata necesitaba.

Despacio, apartó el dedo de sus labios. Acto seguido, le sujetó la nuca con la mano, y la acercó para besarla, apresándole los labios con los suyos. Con cada caricia de su lengua, ella se fue relajando. Luego, Hinata se aferró a los hombros de él y le clavó las uñas.

Naruto interrumpió el beso:—Si empiezas, Hinata, tendrás que llegar hasta el final.

—¿Qué significa eso? —preguntó confusa.

—Significa que, a no ser que esta vez me dejes terminar, tendrás que ayudarme tú, igual que hice yo aquella noche.

—¿Qué?

—Lo hice —reconoció con voz ronca—. Una y otra vez, con tus braguitas envolviendo mi erección. Todavía retenía tu sabor en los labios, y eso me hacía enloquecer.

Hinata se quedó sin aliento, y los ojos se volvieron plateados.

—Entonces, ¿quieres que empecemos? —preguntó Naruto.

—Yo... —Lo miró atónita—... Nosotros. —Negó con la cabeza y continuó—: No podemos tener sexo. —Apartó la mirada—. Están los barrotes.

—Hay casi quince centímetros de separación, creo que mi miembro cabe por ahí —bromeó.

—¡Uzumaki, lo digo en serio!

—Los barrotes no son problema. Podría poseerte desde atrás, separarte las piernas y...

—Nada... nada de sexo.

Naruto entrecerró los ojos. ¿Podría ser que fuera virgen? ¿Con mil años de edad? Tal vez por eso le había detenido la otra noche.

—Está bien, nada de sexo —mintió. «Hasta que pueda convencerte.»

—Entonces... entonces, ¿Qué quieres de mí?

—Quiero acariciarte hasta que tengas un orgasmo, y que tú hagas lo mismo conmigo.

—¿Volverás a transformarte? —Tragó saliva.

—No, princesa —contestó, embobado al ver lo preciosa que era. Tenía el pelo largo alrededor de aquel rostro élfico, sus mechones brillaban igual que el sencillo batín de seda que llevaba. Seductores ojos perlas brillantes, mejillas sonrojadas...

Pero quería ver su cuerpo, desnudo bajo su mirada.

—Deja que te quite esto. —Alargó una mano para tirar de la cinta del batín, y después le deslizó la sedosa prenda por los hombros. Cayó junto a los pies de Hinata y ella se quedó sólo con unas diminutas braguitas y la camisola. Tenía los pechos excitados, los labios húmedos y entreabiertos, era tan sensual...

Placeres de un Príncipe OscuroWhere stories live. Discover now