0 - Meteoroids falling, burning, and then...

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Para todo lo que existe hubo un Alba.

Para el Alba, inevitablemente se dará un ocaso.

Aquellas son verdades absolutas que sostienen el plano existencial en el que todas las formas de vida convencionalmente pensantes se reúnen. No es por otra cosa que esa misma verdad que las bases de sus sociedades se logran mantenerse firmes e imperturbables a pesar del paso inclemente de las eras y las marcas permanentes que sus historias tallan en sus mundos.

Fué bajo la certeza de tal concepto que ellos construyeron su imperio a través del espacio y las dimensiones. Y sería ese mismo concepto el que utilizarían en su completo alcance para obtener el poder que necesitaban para reinar en tierras más allá de sus estrellas.

Tal es la manera en el que los ciclos de renacimiento y muerte funcionan. Nada se hace presente sin que algo haya sido destruido anteriormente.

De esa manera nació lo que conocemos como Multiverso, al menos en un nivel mucho más... Romántico.

A lo largo incontables eventos de creación y descomposición de innumerables universos las raíces de una fuerza que precedía el nacimiento del Multiverso se extendieron a través del mismo durante su crecimiento, controlando los flujos de información, poder e inclusive los destinos de todas las luces neonatas que se hacían paso a través de la oscuridad por primera vez. Fué aquella fuerza quién reclamó el derecho de gobernar sobre todas las cosas, y se coronó como monarca absoluta de todo lo que fué, es y será jamás.

Gracias a eso es que este lugar en particular existía.

Un sitio en donde la idea de oscuridad parecía una memoria lejana, dónde la luz divina cubría cada constructo y pieza de un masivo circuito de engranajes metafóricos que encajaban a la perfección y se movían en perfecta sincronía, sin ningún tipo de imperfección o fricción entre ellos.

Era aquel un lugar dónde los seres reconocidos por Su Alteza pululan sin preocupaciones más allá de cumplir con sus deberes mientras continúan bañandose en ese brillo santo que los rodea bajo un cielo que en vez de ser iluminado por estrellas, era en cambio adornado por infinitas galaxias girando en calma perpetúa.

Este no era otro - que el mismísimo Olimpo.

Una tierra que aquellos elegidos para liderar los esfuerzos para crear un futuro para el Multiverso entero, los que llegaron a ser conocidos como Dioses habitaban como una segunda casa.

El universo entero estaba repleto de estructuras imposibles de comprender para criaturas de menor estátus, conectando la red de planetas y dimensiones que se utilizaban para determinar la "ciudad" principal de su clase. La Tierra Santa a la que siempre serían capaces de acudir sin importar qué.

Ser llamada ciudad solo resultaba exagerado por su escala sin embargo, pues funcionaba tal y como una debería en papel. Con caminos, edificaciones que servían para diferentes propósitos, puntos específicos para admirar y satisfacer las necesidades más mundanas, además de, por supuesto, la población en si.

Pero claro, como en toda ciudad o nacion en general, una fortaleza se alzaba por encima de las otras. El símbolo de la supremacía de los pocos escogidos para pararse por encima de la mayoría de Dioses.

No era ningún palacio, pero sin duda tenía la presencia de uno.

Desde ahí, esas tareas que solo podían ser realizadas por lo mejor de lo mejor en términos de deidades eran solucionadas con la mayor de las eficiencias. Todo en pro de mantener el balance que les permite continuar existiendo bajo esas circunstancias.

Newborn Nova | The Star Of CreationWhere stories live. Discover now