23;; Eɴғᴇʀᴍᴇᴅᴀᴅ

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Una vez más la enfermedad y la calamidad se habían apoderado de aquel gran palacio de la corona otomana, pues una vez más el poderoso sultán se encontraba en un baile entre la vida y la muerte debido a una terrible enfermedad que le causaba dolores inimaginables y sufrimiento constante acompañados de una incesable fiebre que lo mantenían en cama en todo momento, sin conciencia y rodeado tanto de aquello que deseaban su pronta salud y recuperación como también de buitres, que a distancia también se preparaban para atacar.

Ante tan delicada y dolorosa situación la sultana Hürrem y sus 5 hijos no se habían apartado del lado de aquel moribundo hombre mientras a quien llenaban de plegarias y rezos para que este volviera a ponerse de pie una vez más y mostrara su gloria. Pero a pesar de eso y de los constantes tratamientos hacia el hombre mayor, ninguno parecía dar frutos de mejora.

Conocer la situación del sultán desde hace mucho antes de que esto fuese público había permitido a la joven sultana Masum tomar las riendas una vez más y prepararse ante el peor de los escenarios, claramente a espaldas de la sultana Hürrem quien se negaba a mirar esa posibilidad por el momento, y es así que con la ayuda de Rustem Pasha había planeado un ataque definitivo hacia el príncipe Mustafá, para borrarlo cuanto antes del camino de Mehmed hacia su asunción al trono. 

Fue así que una carta se emitió desde la capital hacia Amasia la cual informaba el estado de salud del padre del príncipe, pero también se le entregó al mensajero otra más que iba dirigida para nadie menos que la mujer encargada de las criadas, su antigua y más grande aliada Francesca quien se había infiltrado en ese palacio como Berna.

Esta carta no solo mandaba los saludos de su querida amiga, sino que también le informaba el verdadero estado del sultán y le pedía que tanto ella como todos los aliados que había reunido y metido en el palacio estuvieran preparados para actuar de ser necesario. Y es que dicho palacio se encontraba lleno de más personas leales a Mehmed que a Mustafá, quienes tenían la orden de asesinar al príncipe en cuanto el sultán dejara este mundo.

Por lo mientras en la capital las cosas se encontraban tensas para la joven madre quien no solo se encontraba cargando con el peso de llevar a su príncipe al trono, sino que también había tenido que ayudar a la sultana Hürrem con sus responsabilidades a falta de la disposición de la pelirroja y de su hija la sultana Mihrimah y por si esto no fuera poco, también tenía que lidiar con la aparición de una nueva favorita del príncipe Mehmed.

Y es que se me olvido comentarles, pero durante el tiempo en el que Mehmed estuvo gobernando la capital la sultana Fatma logro su cometido de meter a una joven ridículamente idéntica a ella en los aposentos de su majestad, mujer que claro lo engatuso para poder entrar en su cama más de una vez gracias al respaldo de la hermana del sultán. A pesar de eso y gracias a que las criadas han estado mezclando hierbas para evitar que esta quedara embarazada en las bebidas de la jovencita, no se había convertido en un problema mayor para la castaña, pero aun así no iba a bajar la guardia como lo había hecho antes, porque ahora sabia que si ella era lista podía ser su ruina.

Esa tarde era justo como todas desde que el sultán había caído en cama, como todas las mañanas la sultana Masum se encontraba en sus aposentos en compañía de sus criadas Alev, Azar y la criada de la sultana Hürrem de nombre Fakria, quien le informaba sobre varios asuntos que necesitaban la atención de la sultana. Mientras discutían sobre el tema de la caridad de la sultana Hürrem, por la puerta entro el joven príncipe Mehmed quien con una sonrisa leve se acercó a la castaña que se había puesto de pie al verlo.

-Déjenos a solas.- Ordeno el príncipe a lo que las criadas voltearon a ver a la sultana, quien a pesar de tener al príncipe frente a ella tenía una mirada seria.

-Fakria, lleva contigo a las señoritas Alev y Azar para que te ayuden con las muchachas de Harem.-Ordeno a lo que está asintió antes de que las tres reverenciaran y se marcharan, dejándolos a solas.- Su alteza, ¿No debería estar acaso con su Harem?.-

-Mi sultana, por favor no te pongas así.- Dijo sujetándola con suavidad de sus brazos, los cuales había cruzado a la altura de su pecho, para que lo mirara al rostro, cosa que no hizo.- Tú más que nadie debería saber que eres única y especial para mí.- 

-Lo único que sé es que yo solo soy una mujer más de tu Harem que solo está aquí para satisfacerte y darle hijos a esta dinastía, la sultana Fatma no se cansa de repetírmelo.- Dijo con la voz quebrada al intentar alejarse del príncipe, pero esto lo evito sujetándola firmemente y rodeándola en un abrazo.- S-Su alteza...-

-Jamás vuelvas a repetir una cosa como esa mi adorada sultana.- Dijo mientras acariciaba con suavidad la espalda de su amada, quien estaba inmóvil en sus brazos.- Tú no eres solo una criada del harem, tú eres una sultana y la madre de mis hijos.-

-Ojalá todos pensaran como tú, mi príncipe.- Dijo relajando su cuerpo para devolver el abrazo y acurrucarse en su pecho mientras que el príncipe continuaba con sus caricias.- Pero para los demás eso es lo que soy, solo una criada italiana que se cree una sultana.-

-Pronto las cosas van a cambiar mi amor, y cuando yo me convierta en sultán, tú te convertirás en la gran sultana de este palacio y del mundo entero.- Y dicho esto se separó de ella para sujetarla con suavidad de las manos y mirar su rostro, aliviando el peso en su pecho al ver aquella linda sonrisa que amaba.- Es una promesa.-

Asintió manteniendo aquella sonrisa en el rostro aunque había algo dentro de ella que sabía que las cosas no serían tan fáciles como él las pintaba, pues él aún no dejaba de ser un príncipe de la dinastía y podía estar con su Harem cuantas veces deseara, pero eso no la detendría de luchar con garras y dientes para mantenerse como su única mujer y conservar su amor.

Después de aquella pequeña platica y de disfrutar aquel desayuno junto a su príncipe este regreso a encargarse de sus asuntos políticos, ya que a falta de su padre él seguía siendo el encargado de la capital y por ende de todo el gobierno de su padre. Justo muchas horas después, cuando la noche ya había caído y todos estaban a punto de ir a dormir, la movilización de demasiada gente llamo su atención, por lo cual al asomarse se dio cuenta de que demasiadas personas se encontraban yendo hacia los baños, demasiados de ellos cargaban cubetas llenas de lo que parecía ser hielo.

-Azar ¿Qué es lo que está sucediendo?.- Cuestiono a su joven criada que se acercaba a sus aposentos rápidamente.

-No estoy segura mi sultana, pero escuché que el sultán se puso muy mal de repente.- Dijo la mujer para acercarse más a ella y susurrarle.- Algunos dices que tal vez... el sultán podría morir.- 

-Que Allah nos ayude.-Dijo para tomar su bata y colocársela rápidamente.- Cuida a los niños Azar y no los dejes solos.-

Y sin más salió de sus aposentos hacia los de la sultana Hürrem, mientras rezaba internamente para que todo saliera bien.



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Eʟ Cᴀᴍɪɴᴏ A Lᴀ Gʀᴀɴᴅᴇᴢᴀ ┊「Sʜᴇᴅᴢᴀᴅᴇ Mᴇʜᴍᴇᴅ」Where stories live. Discover now